Cuenta atrás del Brexit
La premier ofrece respetar los derechos laborales de las normas europeas
Se acerca el día en el que los Comunes han de votar el acuerdo con Bruselas y Theresa May va quemando cartucho tras cartucho para intentar evitar una derrota.
Por si brexiters, remainers, los miembros de su propio Gabinete y el conjunto de la oposición no le dieran ya día tras día bastante la matraca con lo que tiene que hacer, Theresa May tuvo que aguantar ayer que el primer ministro japonés, Shinzo Abe, de visita oficial en Londres, le dijera que “el mundo entero espera que el Reino Unido evite una salida sin acuerdo de la Unión Europea”. El mundo entero es mucho decir, porque Trump se frotaría las manos de gusto.
Avanza la cuenta atrás hacia el día D (el martes que viene, cuando el acuerdo con Bruselas se votará en los Comunes), y May, de manera un tanto autómata, va quemando todos sus cartuchos para intentar evitar una derrota. Su problema es que no es un robot simpático y amable, como esos domésticos de última generación que te saludan por tu nombre, se compadecen de ti si ha perdido tu equipo de fútbol y se suben a las faldas como un perrito para dejarse acariciar. Es más bien un robot hosco y gruñón, con muy poca empatía.
En su intento a la desesperada de captar los votos necesarios para salvar su acuerdo, ayer recibió en Downing Street a los líderes de dos de los principales sindicatos del país (Len McCluskey, de Unite, y Tim Roache, de GMB), y anunció que el Gobierno va a apoyar una enmienda patrocinada por un par de diputados laboristas partidarios del Brexit, por la que el Ejecutivo se comprometerá a respetar los derechos de los trabajadores previstos en las normativas europeas.
El propósito de la primera ministra es abrir una brecha en el flanco laborista y arañar votos de su sector euroescéptico, aunque no parece probable que vayan a ser muchos. En cualquier caso, ello sólo le serviría si va a acompañado de un cambio en la actitud de los tories euroescépticos y del Partido Democrático Unionista del Ulster, cuya líder, Arlene Foster, volvió a reiterar ayer que “el acuerdo con Bruselas está muerto y la primera ministra haría bien en dejar de marear la perdiz”.
Jeremy Corbyn, cabeza de la oposición, sigue a todo esto aplazando las decisiones difíciles que se le vienen encima, en particular la de cuándo presentar una moción de censura contra May –si inmediatamente de la derrota de su plan en los Comunes, o tras intentar captar el apoyo del DUP–, y, en el caso probable de perderla, si subirse al carro de un segundo referéndum, como le piden tres cuartas partes de los votantes laboristas y un ochenta por ciento de las bases de su partido.
En un discurso en Wakefield (Yorkshire, norte del país), Corbyn sugirió que, en caso de ganar la moción de censura y la subsiguiente elección, pediría a Bruselas la ampliación del periodo de transición para renegociar el Brexit a partir de la permanencia del Reino Unido en la unión aduanera y una relación privilegiada con el mercado único. Su planteamiento ignora el hecho de que entonces Londres tendría que seguir respetando el libre movimiento de los trabajadores.
Una encuesta del Canal 4, la mayor realizada hasta la fecha, sobre una base de 20.000 personas, indica que la permanencia en Europa ganaría un nuevo referéndum por 54% a 46%, pero que los partidarios de la ruptura (y más aún los militantes tories) prefieren por abrumadora mayoría un Brexit “puro” antes que el acuerdo de May.
La mayor encuesta realizada hasta la fecha da una ventaja de ocho puntos (54% a 46%) a la permanencia en Europa