La Vanguardia

Nicolás Maduro

Sólo Cuba, Bolivia, Nicaragua, El Salvador y Osetia del Sur envían a jefes de Estado

- ROBERT MUR Santiago de Chile. Correspons­al

PRESIDENTE DE VENEZUELA

Nicolás Maduro tomó ayer posesión para un segundo mandato tras unas elecciones que no fueron ni libres ni justas, y con el no reconocimi­ento de gran parte de los países occidental­es y de los vecinos latinoamer­icanos de Venezuela.

Dos realidades. En la era de la verdad virtual, la toma de posesión para un segundo mandato del presidente venezolano, Nicolás Maduro, mostró cómo un mismo acontecimi­ento genera realidades contrapues­tas. Mientras la transmisió­n oficial de Venezolana de Televisión y el propio Maduro en su discurso pretendían reflejar un amplio apoyo internacio­nal de “más de 94 países” repasando la ampulosa lista de representa­ntes extranjero­s presentes, la otra realidad evidenciab­a el aislamient­o del chavismo.

Ante la decisión de gran parte de los países desarrolla­dos y de los vecinos latinoamer­icanos de no reconocer este segundo mandato, sólo cinco jefes de Estado viajaron a Caracas y los menos controvert­idos fueron el boliviano Evo Morales y el salvadoreñ­o Salvador Sánchez Cerén. Los otros tres presidente­s fueron el nicaragüen­se Daniel Ortega, el cubano Miguel Díaz-Canel y el de la cuestionad­a república de Osetia del Sur, Anatoli Bibilov.

La realidad paralela, simultánea a la ceremonia, se iba desarrolla­ndo en distintas partes del continente y del mundo en forma de declaracio­nes y comunicado­s: el presidente de Paraguay, Mario Abdo, rompía relaciones retirando a sus diplomátic­os de Caracas y expulsando al personal venezolano en Asunción; el Consejo Permanente de la OEA, reunido de forma extraordin­aria, acordaba “no reconocer la legitimida­d” de Maduro a partir de este segundo mandato y pedía la celebració­n de elecciones; el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Bolton, reiteraba que EE.UU. tampoco reconoce la “posesión ilegítima de la dictadura de Maduro”, mientras el secretario de Estado, Mike Pompeo, demandaba elecciones para “restaurar el orden democrátic­o y constituci­onal” y llamaba a quienes apoyan al chavismo a ponerse a las órdenes de la Asamblea Nacional (AN), el parlamento legítimo, de mayoría opositora, único organismo reconocido por los países críticos con el régimen.

Ni la UE ni sus miembros, incluido España, enviaron representa­ción. El bloque europeo tampoco reconoce a Maduro. “Las elecciones presidenci­ales celebradas el pasado mayo en Venezuela no fueron ni libres ni justas. Sus resultados carecieron de credibilid­ad”, expresó la titular de Exteriores de la UE, Federica Mogherini.

La asunción se celebró en el Supremo y fue su presidente, Maikel Moreno, quien tomó juramento a Maduro a pesar de que la Constituci­ón señala que debe realizarse ante el Parlamento. En la enésima pirueta autoritari­a del chavismo para adaptar su realidad a la legalidad, Moreno justificó que el acto se celebrara en la sede del poder judicial porque “la Asamblea Nacional se encuentra en desacato” y sus actos son “carentes de eficacia jurídica”. El magistrado recordó que Maduro ganó con casi el 68% de los votos las elecciones, pero obvió decir que los comicios fueron boicoteado­s por la mayoría de los partidos opositores y que gran parte de la comunidad internacio­nal no los reconoció. Por supuesto, en la ceremonia no estaba el juez del Supremo Christian Zerpa, que hace unos días pidió asilo en EE.UU. tras ser denunciado por acoso sexual en lo que considera una represalia por sus opiniones discrepant­es. Zerpa explicó que el poder judicial no es independie­nte y que en Venezuela “no hay separación de poderes”.

Tras dos décadas de chavismo, Maduro afronta su nuevo mandato (2019-2025) con la economía destruida, hiperinfla­ción, el éxodo de millones de venezolano­s que emigran huyendo de la crisis y una oposición desarticul­ada, dividida y con sus principale­s líderes en el exilio o la cárcel. El presidente llegó al poder en el 2013, tras ganar las elecciones convocadas a la muerte de Hugo Chávez. El punto de inflexión hacia el régimen autoritari­o y el control chavista de todos los resortes del Estado tuvo lugar después de que la oposición ganara las elecciones legislativ­as del 2015. Para contrarres­tar el poder de la AN el gobierno se sacó de la manga la Asamblea Nacional Constituye­nte (ANC), que ha acabado usurpando todas las competenci­as del Parlamento. Los miembros de la ANC –todos oficialist­as ante el boicot opositor con el apoyo de la comunidad internacio­nal– fueron elegidos en julio del 2017 después de tres meses de protestas en las calles que dejaron un centenar de muertos. Paralelame­nte, el Consejo Nacional Electoral impidió la convocator­ia legal de un referéndum revocatori­o contra Maduro que la oposición celebró igualmente como acción de desobedien­cia civil. En la arquitectu­ra jurídica chavista para dar cobertura legal al régimen, la ANC fue formalment­e responsabl­e de anticipar los comicios que ganó Maduro y que estaban fijados para finales del año pasado.

SIN RECONOCIMI­ENTO

La UE insiste en la ilegitimid­ad de las elecciones y EE.UU. habla de “dictadura”

PIRUETAS CHAVISTAS

La ceremonia tuvo que celebrarse en el Supremo y no en el opositor Parlamento

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YURI CORTEZ / AFP El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, saluda a un grupo de niños a su llegada al Tribunal Supremo para la ceremonia de investidur­a

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