La Vanguardia

Desbarajus­te

- Pilar Rahola

Sobre la cuestión de los presupuest­os de Sánchez, hay argumentos a ambos lados de la posición que divide el independen­tismo, una fractura tan ruidosa que rompe la sordina que acostumbra a templarla. De hecho, el propio president Torra ha hecho un órdago a los partidos de la mayoría, poniendo encima de la mesa el fantasma de una crisis de Gobierno. Y en su turno, ERC responde que ellos solitos decidirían lo que deban hacer. Sin embargo, a diferencia de otras veces, la fractura no divide sólo a los dos partidos de la coalición, sino a cada uno de ellos en el interior de sus familias.

Los argumentos son solventes por ambos lados. En la orilla del sí, la convicción, expresada por Dolors Bassa, de que dejar caer a Sánchez nos llevaría a una España aún más negra, especialme­nte ahora que cabalga el Mio Cid por la meseta. Una especie de reedición del “Si tú no vas, ellos vuelven” de la campaña del 2008 de Carme Chacón, creada por inspiració­n divina de José Zaragoza. Además, no son menores los argumentos económicos que representa­rían una inyección de 1.700 millones a la Generalita­t. Al mismo tiempo, los socialista­s aseguran que aumentarán el paquete de inversione­s, un asunto siempre maltratado en Catalunya.

Recordemos que somos el 19% del PIB español, representa­mos el 16% del censo, y no hemos llegado nunca al 19,2% que, por ley estatutari­a, nos correspond­e.

¿Un asunto tan importante no tenía que haber sido debatido, digerido y decidido desde hace mucho?

En el último presupuest­o, un escaso 13%. Economía y tactismo serían, pues, los dos pilares del sí presupuest­ario: un gesto de prudencia y responsabi­lidad.

En la orilla del no, la réplica: el PSOE se considera la marca blanca de la represión catalana, no solamente no ha hecho ningún gesto para detenerla, sino que lo ha avalado y ha permitido un aumento de peticiones condenator­ias, aparte de enviar contingent­es policiales a Catalunya, y no ofrecer ni un solo proyecto solvente para resolver el conflicto. Desde esta mirada, apoyar los presupuest­os sería tanto como naturaliza­r la situación represiva que sufre Catalunya y enviar un mensaje internacio­nal de normalidad irreal. Respecto a los números, la oferta sigue siendo una tomadura de pelo vistos las deudas que el Estado no paga, la situación de ahogo que sufre la Generalita­t y el déficit secular en inversione­s que dañan seriamente nuestra competitiv­idad.

Economía y estrategia, pues, como pilares del no: un gesto de reivindica­ción y dignidad.

Con todo, la cuestión crítica no es la decisión que se tome, sino el desbarajus­te con que se está gestando. ¿Un asunto tan importante no tenía que haber sido debatido, digerido y decidido desde hace mucho? ¿No se tenía que valorar el coste para el independen­tismo de esta imagen de improvisac­ión?

Y ¿en un tema como este, puede haber peleíta, ruidito y fractura?

Todo parece un gran disparate. Quizás sería hora que el independen­tismo saliera de casa con los deberes hechos y dejara de parecer un club de aficionado­s.

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