Cómo se vende un icono neoyorquino
El fondo de inversiones de Abu Dabi que posee el edificio Chrysler de Nueva York lo pone a la venta
El edificio Chrysler, que habla de la gloria de un tiempo pasado, hace mucho tiempo que perdió su condición de ser el rascacielos más alto de Nueva York y del planeta.
En realidad, ese honor le duró sólo once meses, los que tardaron en inaugurar el cercano Empire State Building, construcción de 102 plantas que en parte contó con la inestimable colaboración de King Kong para tapar un tanto su singularidad.
Tapar sí, nunca oscurecer o eclipsar a este faro de Manhattan forjado en el art déco.
Hay un experimento cautivador. A la caída de la tarde, justo al empezar la noche, resulta reconfortante otear a lo lejos desde el Great Lawn de Central Park. El skyline ya se ha iluminado. Ahí destacan los nuevos gigantes, con su ingeniería apabullante, pero el más reluciente, el más brillante, sigue siendo el Chrysler, faro desde 1930 de la línea del horizonte más célebre del mundo con distintiva corona escalonada y su aguja de acero inoxidable de 56 metros de longitud.
Si Walter Chrysler, el magnate de la industria del automóvil que lo desarrolló, levantara la cabeza, no entendería nada. Uno de los grandes símbolos del poderío industrial de Estados Unidos se halla en un 90% en manos de un fondo de inversión del Gobierno de Abu Dabi que, además, ha decidido ponerlo a la venta.
Así es, el edificio Chrysler, uno de los iconos más destacados en la ciudad icónica, está en el mercado, según adelantó el The Wall Street Journal. La estimación del precio de la propiedad varia en amplitud. Los expertos en el terreno inmobiliario consideran que este rascacielos puede tener dificultades para recuperar los 800 millones de dólares que el Abu Dhabi Investment Council abonó en el 2008.
Ubicado al este de Manhattan, entre las calles 42 y 43, muy cercano de otro referente histórico como es Grand Central Terminal, este inmueble afronta complicaciones en su comercialización frente al crecimiento de modernos rascacielos diseñados a partir de los gustos actuales de grandes ventanas y amenidades como terrazas exteriores, gimnasios o guardabicicletas. Esto tampoco le cuadraría mucho al señor Chrysler, que tuvo en este lugar los cuarteles de su compañía automovilística hasta 1953.
Otro factor que complica el asunto es que este edificio requiere reparaciones en su modernización, y su coste supone mayor gasto porque necesita herramientas especiales.
Todo esto, en un contexto en el que el mercado de las oficinas se ha enfriado, después de alcanzar su cima en el 2016.
Pero siempre existe la posibilidad de que uno de los muchos multimillonarios busque adornar su patrimonio y quiera decir que es el dueño del Chrysler Building.
Lo diseñó William Van Alen y se construyó entre 1928 y 1930. A partir de sus 77 plantas, la idea que impulsó su grandeza era ganarle la partida al Bank of America, en el número 40 de Wall Street, en la pugna por ser el rascacielos más alto de la Gran Manzana. La antena se construyó en secreto y luego se ensambló en el piso 65. Esa pieza fue alzada en 1929 mediante una grúa de 20 toneladas, que remachó la antena en su lugar en 90 minutos, todo un récord para aquella época. De esta manera derrotó a su rival del downtown.
Aunque su éxito se desvaneció pronto, el Chrysler ha mantenido su rango en la cultura popular y ha sido escenario de no pocas películas, de El día de la independencia a SpiderMan, entre otras.
Y por décadas, ha conservado su atracción gracias a su arquitectura. Las compañías tecnológicas pueden sentir la atracción de lo vintage. Pero los amos del Chrysler siempre serán Nueva York y su gente.
El rascacielos, inaugurado en 1930, fue el más alto del mundo, pero sólo once meses, al llegar el Empire