La Vanguardia

El piso que sólo quieren los narcos

Los traficante­s de droga se adueñan de la vivienda que dejó vacía Juan Andrés Benítez, quien murió hace 5 años tras ser reducido por los Mossos

- TONI MUÑOZ

Los traficante­s de droga se han adueñado de un piso de la calle Hospital cuyo propietari­o lleva cinco años muerto y del que nadie se ha hecho cargo. La propiedad del inmueble se encuentra atascada en una maraña legal que agudiza el sufrimient­o de los vecinos, que no saben cuándo acabará el suplicio. Al no haber un propietari­o vivo, nadie puede denunciar la ocupación de este piso, y los narcos se están aprovechan­do. Se da la circunstan­cia de que la vivienda es de Juan Andrés Benítez, el hombre que murió hace cinco años tras una reducción violenta de los Mossos d’Esquadra.

El fallecido tenía una vivienda en propiedad que quedó desierta y que ahora se ha convertido en un narcopiso. Nadie se ha ocupado de un inmueble al que desde hace una semana acuden los toxicómano­s para comprar y consumir. Los vecinos se ven sumidos en una profunda preocupaci­ón al ver el trajín continuo de drogadicto­s que merodean por su escalera, a lo que se suma la incertidum­bre de no saber quién ostenta la tutela para denunciarl­o. No hay nadie que lo reclame, y el inmueble ha quedado abandonado en una especie de limbo, en una tierra de nadie.

El registro de la propiedad indica que Juan Andrés Benítez sigue siendo el propietari­o del piso 4.º 2.ª de la calle Hospital, 118. Este hombre tenía una hermana que renunció a la herencia, que consistía en un par de tiendas de ropa en el Eixample y el piso de la calle Hospital. En ese momento, la Generalita­t debía haberse apropiado del piso, pero no lo hizo a pesar de que era público y notorio de que Benítez estaba muerto, puesto que quienes estuvieron involucrad­os en su muerte eran funcionari­os de la Generalita­t, según sentenció la Audiencia de Barcelona. Se puede dar la circunstan­cia de que la hermana no hubiera formalizad­o la renuncia de la herencia, con lo que la Generalita­t podía no haberlo sabido. Sin embargo, este desconocim­iento se hubiera paliado a la hora de cobrarle el impuesto de sucesiones, un trámite habitual que tampoco se hizo.

Así las cosas, en el 2015, dos años después de la muerte, la entidad bancaria con quien Juan Andrés suscribió la hipoteca inició los trámites para apropiarse del piso ante el impago de las cuotas. El procedimie­nto todavía no ha concluido, y Benítez sigue constando como el propietari­o.

Esta concatenac­ión de hechos ha abocado al piso a una dejadez propicia para los narcotrafi­cantes en un barrio como el Raval que se encuentra profundame­nte golpeado por una crisis habitacion­al, con un sinfín de pisos vacíos que se han convertido en el objeto más preciado para los narcos.

“La administra­ción no ha hecho nada. Cuando los narcos se meten, el tema se enquista”, relata Àlex Maspons, propietari­o de otra vivienda en la finca. Los vecinos del edificio de Juan Andrés se encuentran en una encrucijad­a. Avisaron a los Mossos y están a la espera de que actúen y expulsen a los vendedores de droga, si bien son consciente­s de que no lo tendrán fácil para evitar futuras ocupacione­s. Una de las vecinas asegura que desde que volvió de vacaciones de Navidad vive con el temor de no saber quién transita por su escalera. “Me

Los vecinos asisten al desembarco de traficante­s con la impotencia de que nadie puede denunciar

siento amenazada”, reconoce con preocupaci­ón.

Adentrarse en la finca es fácil. El portero automático de la puerta está siempre encendido, con el consiguien­te zumbido... brrrrr... como si los narcos hubieran dejado apretado permanente­mente el botón para que cualquiera pueda acceder al negocio. Los más antiguos del lugar recuerdan como Juan Andrés era el presidente de la escalera, el hombre que gestionaba que todo estuviera limpio y en orden. Con su marcha empezó la decadencia de la finca, y tras su muerte, la dejadez del inmueble. Al principio se instalaron unos ocupas que no causaron problemas aunque sí mucho ruido. Ahora las molestias se han convertido en un problema de seguridad y de higiene ante el que nadie puede mover ficha porque nadie sabe quién debe denunciar.

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ÀLEX GARCIA La escalera de la finca de la calle Hospital en la que se han instalado unos traficante­s de droga

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