Tremendo mandala

Aunque le bastará con un 1-0 para pasar a cuartos de final, el Barça hizo un partido horripilante. Se dirá que faltaron titulares para justificar el desconcierto, pero el problema no fue de nombres sino más bien de actitudes. Por no hablar del desbarajuste táctico.

Los garantes del “juego posicional”, expresión de obligada utilización si uno quiere hacerse el interesante y distinguirse del vulgo, se debieron de imaginar ayer encadenándose en masa a la entrada de la Masia al asistir al caos del primer tiempo. Lo único descifrable (y ciertamente deprimente) era una defensa de cinco en la que Busquets iba más perdido que Miranda. Bueno, y que Coutinho, y que Dembélé de falsísimo nueve, y que un minúsculo Malcom, y que Chumi (por cierto, teniendo un apellido de central uruguayo como Brandáriz... snif). Y que... En fin, asistíamos a un naufragio en el que sólo se salvaba Arturo Vidal, que aparecía por todas partes con su proverbial incontinencia. La anarquía.

Si las combinaciones habituales del Barça se asocian con triángulos, en algunas fases del partido al delineante más avezado le salían todo tipo de mandalas, ya saben, según la wikipedia y a diferencia de los yantras hinduistas (?), que son lineales, “los mandalas budistas son bastante figurativos. A partir de los ejes cardinales se suelen sectorizar las partes o regiones internas del círculo-mandala”. ¿Entendieron algo? Pues al Barça ayer se le entendió igual.

Los bramidos pidiendo a Arthur, que estaba en el banquillo, eran de los que hacían época, sólo silenciados por una vocecita interior, la que tenemos los que hemos insistido en considerar la Copa una competición accesoria y no principal. Si somos consecuentes, seguiremos reivindicando que hay que apostar por los menos habituales. El camino no es señalarlos sino espabilarlos. Había sobre el césped jugadores internacionales y millones en salarios. Es su competición. Y su obligación.