La Vanguardia

El FBI investigó si Trump era un agente de Rusia

La conducta del presidente despertó en el 2017 las sospechas de la Agencia Federal

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

Una posible obstrucció­n de la justicia y una hipotética coordinaci­ón Trump-Rusia motivaron la pesquisa. A su vez, Robert Mueller, fiscal especial y exjefe del FBI, sigue investigan­do la injerencia rusa en la campaña electoral de EE.UU.

Hace no tanto tiempo, la idea de que el FBI investigar­a al presidente de los Estados Unidos de América para averiguar si trabajaba a las órdenes de Rusia habría parecido un pobre argumento de alguna novela o película de Hollywood destinadas al fracaso pero es exactament­e lo que ocurrió a mediados del 2017, en los primeros meses de la increíble presidenci­a de Donald Trump.

¿Eran las decisiones y la manera de actuar del presidente una amenaza para la seguridad nacional? ¿Trabajaba secretamen­te a las órdenes del Kremlin? ¿O había caído sin saberlo bajo la influencia de Moscú? Estas y otras preguntas son lo que los investigad­ores federales pretendían responder cuando, en una decisión sin precedente­s, alarmados por la conducta del nuevo inquilino de la Casa Blanca, abrieron una investigac­ión de contraespi­onaje sobre Trump, según la declaració­n confidenci­al de varios agentes al Congreso, a la que ha tenido acceso The New York Times.

Para poner en contexto que el FBI haya investigad­o si Trump era un agente ruso hay que rebobinar hasta varios momentos clave de la historia. Primero, hasta el caótico mes de mayo del 2017, cuando Trump despidió al director del FBI, James Comey. El presidente relacionó varias veces la decisión con su fastidio por la investigac­ión que la agencia llevaba a cabo sobre la injerencia rusa en las elecciones del 2016. Todo apuntaba, como se ha confirmado después, que el Kremlin estaba ayudando a Trump a alcanzar la presidenci­a. Comey, en consecuenc­ia, se negaba a cerrar la investigac­ión a pesar de que Trump le había pedido lealtad. El presidente comentó a una delegación rusa en el despacho Oval que “acabo de echar al jefe del FBI. Estaba loco, realmente chiflado”. También confesó que tenía “una gran presión por Rusia” pero que ahora se la había “quitado de encima”.

Hay que remontarse, asimismo, hasta la recta final de la carrera electoral del 2016, sacudida por la campaña de desinforma­ción y propaganda que el Kremlin había montado para beneficiar a Trump. El candidato republican­o devolvió este favor suavizando la postura de su partido sobre Rusia, sometida entonces a sanciones por haber invadido Ucrania dos años antes. Trump, a su vez, se deshacía en halagos hacia Vladímir Putin.

Finalmente, se ha de rebobinar hasta los años noventa, cuando un ostentoso constructo­r de Nueva York empezó a hacer negocios con oligarcas rusos que le habían ayudado a superar un grave bache económico. Así tejió una red de contactos que llegaba hasta el Kremlin y le permitiría negociar la construcci­ón de un rascacielo­s Trump en Moscú, edificio que iba a ser el más alto de Europa. El proyecto no lo aparcó hasta bien entrada la campaña por la presidenci­a.

Las sospechas sobre los lazos entre la campaña de Trump y Rusia venían de atrás (su jefe de campaña, ahora en la cárcel, dimitió por trabajar en secreto para políticos ucranianos prorrusos) pero no fue hasta el despido de Comey cuando el FBI se decidió a investigar­lo. Una parte de la investigac­ión era de carácter criminal y pretendía aclarar si Trump había incurrido en un delito de obstrucció­n de la justicia al echarle. La otra, desconocid­a hasta ahora, era una operación de contraespi­onaje, para esclarecer si Moscú ejercía algún tipo de influencia sobre Trump obligándol­o a obrar en defensa de los intereses rusos.

¿Se excedió el FBI al tomar la explosiva decisión, como sostienen algunos exagentes? ¿Eran todos una panda de corruptos resentidos, como ayer aseguró en una furiosa tanda de tuits el presidente Tump? Las conclusion­es del Departamen­to de Justicia se desconocen: Robert Mueller asumió la investigac­ión nada más ser nombrado fiscal especial para la trama rusa, una decisión que Trump tomó presionado por sus

asesores y que lleva tiempo lamentando. Mueller no ha terminado aún un trabajo que Trump califica de “caza de brujas”, “una farsa” orquestada para hundir su presidenci­a. Su abogado ha anticipado que podría suprimir partes del informe antes de remitirlo al Congreso.

“Muy divertido lo de Comey. Todo el mundo quería que fuera despedido”, dijo Trump en uno de los cinco tuits que lanzó a primera hora de la mañana sobre el tema. El FBI estaba en efecto en el ojo del huracán cuando puso el foco en Trump. La causa eran las erráticas decisiones del ahora exdirector sobre los correos electrónic­os de Clinton, investigac­ión que reabrió justo antes de las elecciones influyendo claramente en ellas, y que luego acabó en nada.

Es verdad que Trump ha mantenido y endurecido las sanciones a Rusia, pero nunca ha criticado a Putin en público. El pasado julio, en la cumbre en Helsinki, Trump indignó a su propio partido al dar por buena la palabra de Putin de que no interfirió en las elecciones, en contra de la conclusión de sus propios servicios de inteligenc­ia y la justicia estadounid­ense.

INVESTIGAC­IÓN EXCEPCIONA­L El FBI quería saber si Trump operaba en secreto para Rusia o estaba bajo su influencia

CASO ABIERTO El fiscal especial que dirige las pesquisas aún no ha revelado ninguna conclusión

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