Vecinos y traficantes compiten por los pisos del Raval
Los traficantes de drogas se recomponen tras la macrooperación policial del Raval de octubre
Vecinos de la calle Riera Baixa y alrededores cuentan que durante las últimas semanas los narcos trataron de hacerse hasta en tres ocasiones con los bajos del número 1. En estos momentos muchos traficantes se están recomponiendo tras la gran operación policial contra los narcopisos del Raval efectuada a finales de octubre. Entonces centenares de agentes de la Guardia Urbana y los Mossos d’Esquadra desmontaron 26 puntos de venta de drogas diseminados por todo el barrio... “Sabemos quiénes son, sabemos qué planean –prosiguen los vecinos de Riera Baixa y alrededores– ... Hace mucho estos bajos fueron un piso turístico. Llevaba dos años vacío. Si no entrábamos acabarían quedándoselo ellos. Así que cogimos una radial y lo ocupamos. No me extraña que los narcos no pudieran entrar ¡nos costó una barbaridad!” Muchos vecinos no están dispuestos a permitir que las mafias destrocen su barrio.
Ahora, desde hace poco, Inés Román y sus dos hijos viven en estos bajos. “Yo vivía en Ceuta y me separé porque sufría malos tratos –relata junto a Carmen, de 9 años, y Segundo, de 6–, y ya hace años nos vinimos a Barcelona... Pero como apenas tengo ingresos siquiera puedo conseguir un piso social. Soy limpiadora, pero no encuentro nada. Teníamos que vivir los tres en casa de mi madre, aquí al lado, instalados en el sofá... y un día fui a una asamblea de los vecinos y expliqué mi caso. Yo jamás imaginé que acabaría ocupando un piso. Pero no tuve otro remedio. Yo quiero pagar, de verdad...”.
Los vecinos agregan que estos bajos son propiedad de una entidad financiera, que en estos momentos están negociando un alquiler social, que su objetivo no es quedarse con viviendas por la fuerza. “No todos vemos la ocupación del mismo modo. Muchos son muy reacios. Por ello le estamos pidiendo al banco que ponga un alquiler social. Mientras haya pisos vacíos los traficantes podrán abrir nuevos puntos de venta. Y el narcotráfico también alimenta la expulsión de vecinos. Pero la gente ya no tiene el miedo que tenía antes. La gran operación policial también supuso el cierre del narcopiso del pasaje Bernardí Martorell. Llevaba más de dos años funcionando. Y en cuanto los narcos se marcharon los vecinos de la finca metieron dentro una familia. Después los traficantes quisieron recuperar la vivienda, pero los vecinos les plantaron cara, los frenaron...”.
Pero no siempre los vecinos salen airosos de estas disputas. El paso de drogadictos muy maltrechos por la calle Sant Gil es cada día más intenso. A cualquier hora del día. Cada cinco o seis minutos alguno entra o sale del número 7. La cerradura está reventada. A cada rato dos hombres echan un vistazo a lado y lado de la finca, se aseguran de que ningún drogadicto se quede remoloneando por los alrededores. Y si empujas la puerta del edificio te encuentras un par de hombres manejando jeringuillas, susurrándose palabras que se arrastran, tan atareados que apenas reparan en tu presencia. Los escalones están atestados de envoltorios de gasas desinfectantes que reparten en los centros de atención de drogodependencias, de restos de papelinas, de orines... Los rellanos apestan. Entonces entran en el portal los dos hombres que de tanto en tanto echan un vistazo a lado y lado de la calle. “Os hemos dicho mil ve-
EN RIERA BAIXA
“Los delincuentes quisieron ocupar estos bajos tres veces, así que nos adelantamos”
EN SANT GIL
“Mis hijos se encuentran con gente pinchándose cada vez que salen de casa”