Jordi Moreno
El mayor dique de los Países Bajos será un baluarte contra el cambio climático y servirá para producir energía limpia
EXPERTO EN TECNOLOGÍA DEL AGUA
Moreno es director de proyectos en el Centre of Expertise Water Technology de Leeuwarden, que planea aprovechar la ampliación del mayor dique de Holanda para generar electricidad a partir de la salinidad del agua.
Los magros resultados de la cumbre del clima de Katowice (Polonia) se recibieron con preocupación en Amsterdam. Que la temperatura media del planeta no aumente más de 1,5 grados a finales de siglo resulta vital para los Países Bajos, asentados sobre un delta, con un tercio de su territorio por debajo del nivel del mar y dos tercios sometidos al riesgo de inundaciones, de las que los salva el mayor complejo de diques, compuertas hidráulicas, canales, esclusas y estaciones de bombeo del mundo.
Si, como prevén los expertos del Panel Intergubernamental (IPCC) de la ONU, el nivel del mar sube entre 30 y 60 centímetros el 2100 (estudios del Gobierno holandés temen que sean uno o dos metros), y el Rin, el Mosa y el Escalda se desbordan con mayor frecuencia debido al deshielo y a lluvias más intensas, las actuales defensas resultarán insuficientes. Y está aún vivo el recuerdo del desastre de 1953, cuando un enorme temporal en el mar del Norte, combinado con una marea viva, causó más de 1.800 muertos e ingentes daños materiales, impulsando la construcción en Zelanda de un Plan Delta de infraestructuras que costó el equivalente de 5.000 millones de euros.
Así que ya se trabaja para reforzar la mayor de las protecciones del país, el Afsluitdijk, el dique de 32 kilómetros de longitud y 90 metros de ancho construido con 36 millones de metros cúbicos de arena y piedras que en 1932 separó el Zuiderzee, una bahía de 5.000 kilómetros cuadrados, del resto del mar, convirtiéndola en el actual IJsselmeer, reserva de agua dulce para 2,5 millones de personas y para la próspera agricultura intensiva nacional.
La construcción de esta gran muralla fue la respuesta a otra gran inundación registrada en 1916, pero también a la necesidad de ganar tierras al mar de una nación densamente poblada en la que eran frecuentes las hambrunas. La mayor operación de este tipo en la historia permitiría crear una nueva provincia, Flevoland, de 1.400 kilómetros cuadrados, en la que hoy viven más de 400.000 personas. En 1953 esta colosal obra de ingeniería salvó al norte del país de la furia del océano, que se cebó en el sur.
“El dique tiene que estar preparado para una tormenta que se produce una vez cada 10.000 años, pero el cambio climático puede aumentar esa frecuencia”, señala Tjalling Dijkstra, máximo responsable del proyecto De Nieuwe Afsluitdijk (El nuevo Afsluitdijk), que pretende hacer de la infraestructura “un escaparate de lo que podemos lograr en materia de desarrollo sostenible”. Las innovaciones energéticas y ambientales previstas se presentan en el vanguardista edificio inaugurado la primavera pasada en el asentamiento de Kornwerderzand, sobre la misma barrera, que ha recibido más de cien mil visitantes.
De aquí al 2020, el dique, que también es una presa que retiene el agua del lago y regula su salida al mar, y sobre el que pasa una autopista que recorren más de 50.000 vehículos diarios, será ampliado (un metro más de altura), reforzado y reformado, con ángulos más bajos que dispersarán las olas. Se emplearán 75.000 bloques de hormigón de 6.500 kilos, diseñados para que cuando encajen no se puedan volver a separar, y se construirán bombas capaces de evacuar el equivalente de doce piscinas olímpicas por minuto, con una inversión global de mil millones de euros que debe garantizar la plena eficacia de la muralla al menos hasta el 2050.
Además de batallar contra los elementos, el Afsluitdijk se convertirá en una gran planta de producción de energías limpias. Ya están en marcha ocho proyectos, a los que se sumarán otros cinco hasta el 2023, que incluyen islas flotantes de paneles solares, turbinas y cometas submarinas que aprovecharán el flujo del lago hacia
En 1953, el Afsluitdijk salvó al norte del país de la furia del océano, y hoy se teme el aumento del nivel del mar
La carretera generará energía fotovoltaica y el diferencial de salinidad del agua marina y la del lago, electricidad
el mar, un parque eólico, una carretera cuyo pavimento generará energía fotovoltaica y una instalación que usa el diferencial en concentración salina del agua entre uno y otro lado para producir electricidad mediante el intercambio de iones, una tecnología de vanguardia que “aplicada en el 30% de los ríos que llegan al mar en el mundo podría dar luz a todo el planeta”, garantiza el catalán Jordi Moreno, uno de los investigadores que la han desarrollado.
Además, se perforará por primera vez el dique para que lo cruce un río artificial por el que los salmones, las anguilas y otras especies migratorias podrán regresar al otro lado de la barrera casi un siglo después. Su forma de serpentín de cuatro kilómetros impedirá que el agua salada penetre en el IJsselmeer, ni siquiera durante las peores tormentas, y será la misma marea la que impulsará a los peces corriente arriba: “Trabajamos con el agua, no contra ella”, destaca Kees Terwisscha, portavoz del Fish Migration Project (FMP).
La superficie total de la obra equivaldrá a la de 60 campos de fútbol, precisa Erik Bruins-Slot, director general del FMP (y familiar de un exayudante de Cruyff en el Barça), quien augura que “en diez o quince años se podría recuperar la pesca en el lago”, donde faenan 38 embarcaciones (en 1900 había 3.000), con 250350 millones de ejemplares, y que el río artificial, con sus potencialidades turísticas, puede crear 3.000 empleos, todo ello sin un solo euro de financiación pública.
Mientras teme y se prepara para los efectos de los temporales y las inundaciones, el país de los canales empieza a sufrir otros efectos menos esperados del calentamiento global. “En los últimos años hemos vivido episodios de escasez de agua. Este mismo verano ha habido restricciones y no se permitía ni regar jardines ni lavar coches. Y la agricultura se ha visto afectada. ¡Jamás hubiéramos podido ni pensarlo!”, se lamenta Tjalling Dijkstra, para quien, sin embargo, “el cambio climático no es un problema, es una oportunidad”.