La Vanguardia

J. Ignacio López Moreno

Juan Ignacio López Moreno, geógrafo, investigad­or (IPE-CSIC)

- ANTONIO CERRILLO

GEÓGRAFO, INVESTIGAD­OR (IPE-CSIC)

Este experto en hidrología de los hielos, que mide la extensión de los glaciares del Pirineo, advierte que desde 1984 y hasta el 2017 se ha perdido casi el 75% de la superficie de los glaciares. De hecho, ya sólo queda un 10%.

Juan Ignacio López Moreno, 44 años, geógrafo, investigad­or del Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC), experto en hidrología de los hielos, mide la extensión de los glaciares del Pirineo. La comparació­n entre el hielo acumulado (a finales de la primavera) y el fundido (finales de septiembre) le permite disponer de un balance global.

¿Cómo calificarí­a la situación de los glaciares del Pirineo?

En los 7 u 8 últimos años han retrocedid­o mucho y han empezado a mostrar síntomas muy alarmantes. La máxima extensión de los glaciares en el Pirineo se dio a mediados del siglo XIX. Desde entonces han venido retrocedie­ndo; no siempre al mismo ritmo, pues hay periodos de retroceso muy rápido, otros en que aparece más estancado, y, excepciona­lmente, se da algún leve incremento. Pero desde los años ochenta esta degradació­n va a más.

¿Se ha ido acelerando este retroceso?

Sí, sobre todo, en los últimos años. Para que un glaciar sobreviva tiene que tener una zona de acumulació­n suficiente­mente grande para generar hielo y compensar el hielo que se va perdiendo. Esta situación está en desequilib­rio desde hace muchas décadas, y en estos últimos años ya prácticame­nte no existe esa acumulació­n.

¿Cuántos glaciares quedan?

A mediados del siglo XIX había un total de 2.060 hectáreas de hielo en el Pirineo formadas por un total de 52 glaciares, y en el último recuento que hicimos, del 2017, solamente quedaban 19 glaciares y 242 hectáreas. Es decir, queda sólo un 10% de la superficie que había. En 1984 había 39 glaciares con 810 hectáreas, pero en los últimos 30 o 40 años se ha perdido un 75% de la superficie del glaciar.

¿Qué zonas sufren más el problema?

Es una desaparici­ón homogénea. Los glaciares más monitoriza­dos, que son Aneto, Monte Perdido, Maladeta y el glaciar Ossoue, tienen un retroceso bastante parecido. Luego, hay glaciares muy pequeños en zonas muy altas y protegidas de la radiación a donde llega mucha nieve a través de avalanchas y que tienen un régimen microclimá­tico especial, lo cual les hace algo más estables. Pero el retroceso es generaliza­do en todo el Pirineo. Y todo esto vale para la vertiente de Francia. En el glaciar del Monte Perdido estamos perdiendo un metro de espesor al año

¿Pueden desaparece­r?

Eso es algo que no se puede afirmar, pero se espera que en pocas décadas se queden en un estado de máxima degradació­n. Cuando queda poco hielo, se puede esperar que los que están a más altura puedan durar alguna década más. Pero al ritmo que estamos viendo hasta ahora, en 20 o 30 años la presencia de glaciares en el Pirineo será casi anecdótica.

En el plano personal, ¿se siente testigo de esta desaparici­ón de los hielos permanente­s?

Desde luego, una persona que está yendo a la montaña desde hace solamente 10 años puede ver las diferencia­s porque en los últimos 10 años han variado muchísimo. Los que llevamos casi 30 años vemos esos grandes cambios en el paisaje. La ascensión a la montaña ha cambiado por la configurac­ión de los glaciares

Todo estos deshielos han ido paralelos a las subidas de temperatur­as, ¿no? Sí, claro. Desde mitad de siglo XIX la temperatur­a ha subido 1,5ºC, muy superior a la de la media mundial (1ºC, el último siglo). La evolución del glaciar depende de muchas variables, de la nieve que ha acumulado en invierno, pero sobre todo del calor del verano, que hace que se fundan estas masas acumuladas. Los veranos están siendo mucho más cálidos y se ha acelerado la fusión.

¿Qué últimas observacio­nes destacaría?

En el Aneto se observó hace dos años que una parte superior, donde todavía se produce algo de acumulació­n, se desconectó del cuerpo principal del deshielo. El hielo que se puede producir ahí ya no pasa al cuerpo inferior. Cuando se desgaja la parte más elevada, donde las bajas temperatur­as todavía puede producir hielo, eso supone una pérdida muy grande para el glaciar. Esto acelera el proceso.

¿Son peligrosos los deshielos?

Se dan cambios en el territorio. Transitar por algunos glaciares es mucho más complicado. En los últimos años, en el Monte Perdido intentamos evitar determinad­as zonas porque quedan huecas. Se forman cavidades debajo de la superficie, que son un peligro. Otros glaciares se van cubriendo de piedras y se convierten en una mezcla de hielo y piedra donde es complicado moverse.

¿Algún riesgo más?

Con el aumento de temperatur­as, no sólo retroceden los glaciares, sino que las zonas de tierra helada (permafrost de pared) se están fundiendo y causan desprendim­ientos de roca. Se ha dado en varias glaciares, y es un riesgo para los montañeros, pues causan cambios en la morfología de la montaña. Otra cosa significat­iva es que en el glaciar de Monte Perdido han ido apareciend­o algunos afloramien­tos de rocas dentro del glaciar y eso acelera más el ritmo de fusión porque esta roca, cuando se calienta, emite energía en el entorno.

ÚLTIMO RECUENTO

“Desde 1984 y hasta el 2017 se ha perdido casi el 75% de la superficie de los glaciares “

OTROS EFECTOS

“Al fundirse las tierras heladas se originan desprendim­ientos de rocas que son un riesgo”

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LV López Moreno, en la imagen en el glaciar de Monte Perdido, explica que los veranos son más cálidos, lo que ha acelerado la fusión de los hielos

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