FRANCIA RESUCITA SUS CASTILLOS
Los castillos desempeñan un papel renovado en un imaginario francés en el que la nobleza tiene cada vez mayor protagonismo
El interés histórico mezclado con el negocio turístico está dando una nueva vida a los castillos franceses, visitados cada año por millones de visitantes.
Este es un viaje en el tiempo: cinco siglos. Y en el espacio: entre Toscana y el Loirs y, ahora, entre París y Amboise. Comienza en el 2019, en Amboise, a 22 kilómetros de Tours y a 220 de París. A las puertas del castillo que lleva el nombre de la ciudad. Y que contaba con más de cuatro siglos de existencia en 1434, cuando se convirtió en domicilio real y antecedente de Versalles.
Francisco I (Francisco de Orléans, 1494-1547) recibió en este mismo portal, del brazo de su madre, Luisa de Valois, a un anciano –tenía 64 años en aquel 1516– cuya obra inclasificable modificaría la cultura occidental.
Difícil imaginar hoy, cuando un viaje es más su meta que el trayecto, las dificultades de la peregrinación de un Leonardo da Vinci a quien le quedaban menos de tres años de vida, desde el otro lado de los Apeninos, apoyado en dos de sus discípulos, Battista de Villanis y Francesco Meizide.
¿Quién cargaba el baúl en el que dormían tres telas cuya importancia será póstuma: Santa Ana, San Juan Bautista y, sobre todo, La Gioconda? ¿Habría en el equipaje otras pinturas, planos, visiones que no lograron superar las peripecias de guerras y revoluciones?
Con los tres toscanos llegaba un intangible: el renacimiento. Francisco I lo intuyó un año antes, ante una creación de Leonardo: un autómata con forma de león. Por eso, en cuanto murió Julián de Médicis, hermano del Papa y protector de Da Vinci, cursó raudo una invitación a ese hombre cuyos talentos simbolizaban la diversidad del renacimiento.
Se trataba de un viejo conocido. Leonardo da Vinci llevaba once años de buenos y leales servicios a la corona: en 1505 bajo las órdenes de Carlos de Amboise, gobernador de Milán, y desde 1507 como ingeniero militar para dirigir los ejércitos del Luis XII.
Francisco I lo acredita, en el mismo portal de este castillo, “primer pintor, ingeniero y arquitecto del rey”. Un cargo creado a medida, cuya dotación económica, principesca, debía servirle “para vivir y crear a su guisa”.
Por los 11.70 euros de la entrada al castillo uno tiene derecho a imaginar, hoy, aquel encuentro y a inaugurar, de paso, un año de celebraciones múltiples. La región Centre Val de Loire, puntuada por castillos y paisaje patrimonio de la Humanidad por la Unesco, con su viñedo prestigioso –uvas chenin, sauvignon y cabernet franc–, fue designada destino turístico francés 2019.
En una programación riquísima, que incluye un festival europeo de música renacentista, en manos de Jordi Savall, el 29 de septiembre en Clos Lucé, destacan dos fechas. La del 2 de mayo de 1519, cuando Da Vinci se extingue, precisamente en su habitación del castillo Clos Lucé, a dos pasos del de Amboise. Y, en septiembre del mismo año, el primer ladrillo, sobre planos en los que Da Vinci habría intervenido, del castillo de Chambord.
Es una muestra del papel renovado que desempeñan los castillos, en un imaginario francés en el que la nobleza y su aparato tienen cada vez mayor protagonismo.
Paradójico: fueron los franceses, en 1789, quienes rompieron una baraja en la que el monarca no solo tenía cuerpo humano sino que también era representación divina.
Tal vez por eso hay particulares que se arruinan para salvar fosos y murallas. Y, desde el poder, Emmanuel Macron –el presidente es casi un monarca en la V República fundada por de Gaulle en 1958– lanzó una lotería para mantener y reconstruir el patrimonio. Símbolo del mandatario jupiteriano porque la lotería francesa fue fundada por Francisco I, el 21 de mayo de 1539.
Simbólico: 10.000 personas, procedentes de 96 países y a partir de 50 euros, son los flamantes copropietarios de los restos del castillo de Ebaupinay, destruido por un incendio dos años antes de la Revolución Francesa. “Adopta un castillo” se llama el operativo. Y el intermediario del crowdfunding es una start-up bautizada Dartagnans.
Con experiencia: el 2017 reunió millón y medio de euros, a través de 25.000 contribuyentes de medio mundo, en una operación de financiamiento participativo –relatada por La Vanguardia–, que salvó al castillo de Mothe-Candeniers, a solo 45 kilómetros del de Ebaupinay.
Otra estrategia: servirse del turismo y de los espectáculos medievales, bailes y montajes que fluctúan entre historia y kitsch. Un éxito arrollador ratificado por la sorprendente evolución de un modesto espectáculo de luz y sonido, de 1978, oficiado junto a un castillo renacentista semi derruido.
Cuatro décadas más tarde, es el parque de atracciones del Puy de Fou, segundo de Francia con sus más de tres millones de visitantes, una extensión de 50 hectáreas e inminente salto de los Pirineos. Por eso cuenta entre su personal con ocho españoles, entre actores, bailarinas y técnicos, núcleo del futuro Puy de Fou Toledo.
El espectáculo devenido en atracción multitudinaria es la obra de una vida del vizconde y jefe de la familia Le Jolis de Villiers, Philippe de Villiers, facciones arrancadas a un grabado del siglo XVI, exministro de cultura del segundo gobierno Jacques Chirac, enemigo declarado de la Revolución Francesa, reivindicador de “las raíces cristianas” de Francia, voz de alerta contra “la invasión islámica”, fundador y presidente del Movimiento por Francia, partido soberanista.
Lo anterior sirve para ratificar que la región de Rabelais, el autor de los desafueros de Gargantúa y Pantagruel, es también la de aquella Juana de Arco que oía voces. Por la universidad de Orleans, ciudad de Juana, pasaron Calvino y Erasmo.
También, ese Guillaume Budé que imaginará el singular Collège de France de París, para enseñar las materias que la Sorbona ignoraba (árabe, griego, hebreo, matemáticas…), inaugurado por Francisco I, en 1530, bajo el lema latino “Docet omnia” (enseñarlo todo). Transformado hoy en una de las institucio-
‘ADOPTA UN CASTILLO’ Los restos del castillo de Ebaupinay han sido adquiridos por 10.000 personas de 96 países
DINERO INTERNACIONAL El teatro imperial de Fontainebleau reabre este 2019 gracias a dineros de los Emiratos
nes más prestigiosas del mundo, el Colegio de Francia persiste en no exigir diplomas a los asistentes, ni dispensarlos.
Hay que recordar, asimismo, que en Amboise, y con Francisco I, tuvo sede uno de los dos polos del catolicismo reinante, enfrentado al más poderoso de Carlos V. Un enfrentamiento entre correligionarios que sin embargo provocará un nuevo contraste: a su sombra prospera la reforma y, según historiadores, auspicia la expansión otomana que se apodera de Hungría y llama a las puertas de Viena.
En este capítulo de paradojas ¿cómo dejar de lado esa doble personalidad del mayor –y más sanguinario– héroe de Francia? El general Bonaparte afianza la revolución que acaba con la monarquía, pero su otro yo, Napoleón I, se corona emperador omnipotente. No en vano Pierre Larousse, en su primer diccionario, da una entrada en la B al general, pero ignora en la N al emperador. Otra vuelta de tuerca en este siglo XXI: el teatro imperial del castillo de Fontainebleau, donde Napoleón derrotado se despidió de su guardia, reabrirá en 2019 gracias a dineros de los Emiratos.
Como en la bola de cristal, pasado, presente y futuro se reúnen ahora en Chambord. Un mecenas norteamericano aportó el año pasado 3,6 millones de euros para reconstituir los jardines a la francesa. Otra fuente de ingresos: el alquiler del castillo para eventos. Y acaba de abrir, a sus puertas y con bendición de los monumentos nacionales, un hotel, Relais de Chambord, con muros antiguos, pensado y reformado por Jean-Michel Wilmotte.
Ese arquitecto e interiorista sería el candidato de Jean d’Haussonville, presidente del establecimiento público de Chambord, que dirige el castillo, para concebir una bodega contemporánea porque, siempre gracias al mecenazgo, ha plantado 14 hectáreas de viña. La primera vendimia, de septiembre último, dará unas ocho mil botellas y, a término, el viñedo debe aportar un millón de euros.
Serán bienvenidos: solo para mantener en pie los 32 kilómetros de murallas, del siglo XVI, que abrigan el castillo, hay que desembolsar 300.000 euros anuales.
Melómano pero como corresponde al marco aficionado a la música clásica, D’Haussonville es realista: una noche de julio recibió en Chambord la electrónica del dj Carl Cox que no sólo hizo mover el esqueleto a los 3.000 presentes sino que, luego, fue visto más de cinco millones de veces en las redes, a la mayor gloria de Chambord.
Lo cuenta, esta noche, en la televisión francesa (France 5) el documental de Vanessa Dubreil sobre “uno de los castillos más prestigioso de Francia” que revela que, como ya sucedió con la Sorbona o el Louvre, si no exportan sus edificios sí venden el savoir faire o la historia que contienen, desarrollando una “política de marca”, que incluye partidas de caza con su montero mayor y otra parafernalia (hasta el presidente Mitterrand, contrario a la práctica, debió mantenerla, divisas obligan), licencias, productos derivados, privatizaciones, activa búsqueda de mecenazgo.
“El Estado se ha decidido a defender la imagen y marca de sus monumentos”, reconoce Cécile de Saint-Venant, directora de comunicación de Chambord, tal vez porque, “como el Louvre y Versalles, este castillo es ya un icono mundial y se trata de valorizar y controlar la utilización de su imagen”.