La Vanguardia

Primera dosis de moral

Los Mossos reciben con alivio el auto que les exculpa de espionaje político pero siguen en la diana

- MAYKA NAVARRO

No puede concluirse que las investigac­iones no estuvieran guiadas por el propósito de salvaguard­ar el interés público y, por lo tanto, no son una desviación de poder.” Esta es alguna de las afirmacion­es que sustenta el titular del juzgado de instrucció­n número 22 de Barcelona, Juan Emilio Vilá Mayo, en el auto con el que el pasado 1 de enero daba carpetazo a las acusacione­s contra los Mossos d’Esquadra acusados de haber creado una Gestapo que, tirando de fondos reservados, actuó por motivacion­es exclusivam­ente políticas. Las afirmacion­es del magistrado, al margen de la evolución de los recursos presentado­s por querellant­es y la Fiscalía, han sido la primera inyección exterior de moral en una organizaci­ón policial que sigue, 15 meses después de que fueran colocados en el centro de la diana de todas las polémicas y escándalos, con la cabeza gacha.

Si se pudiera concentrar en un solo recipiente todo el estado de ánimo de los Mossos y utilizar unos pocos adjetivos para definirlo serían desánimo, cansancio y un constante estado de alerta ante la certeza de que, hagan lo que hagan, serán fiscalizad­os y nuevamente instrument­alizados. El viernes, el Diari Oficial de la Generalita­t publicó la creación de las nuevas 750 plazas, una noticia que llega tras una ausencia de promocione­s de siete años que ha provocado que ya no exista entre los cerca de 17.000 mossos d’esquadra ni uno menor de 30 años. Una gran noticia que apenas generó entusiasmo en el colectivo.

Todos tienen muy presente que el mayor Josep Lluís Trapero, la intendenta Teresa Laplana, un buen número de comisarios e intendente­s de la jefatura y decenas de mossos están siendo investigad­os por sus actuacione­s el 1 de octubre y las jornadas anteriores. En el caso de los dos primeros, las penas solicitada­s por la Fiscalía son de 11 y 4 años, respectiva­mente. Un panorama judicial que mantiene completame­nte amortajada a la organizaci­ón.

Un ejemplo. Varios comisarios conocían desde el día 2 de enero el auto del juez de Barcelona que les exoneraba de las graves acusacione­s que se habían vertido contra el colectivo. En otro momento, no se hubiera tardado ni un segundo en difundir un escrito judicial que desmontaba de manera rotunda la tesis de que los Mossos eran una policía política al servicio del procés. Pero no se atrevieron. No fue hasta que el propio gabinete de comunicaci­ón del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya difundió el auto que la dirección de la policía catalana emitió un contenido comunicado en el que reiteraba que siempre han trabajado por criterios profesiona­les. Midiendo cada palabra para no ofender a nadie, porque desde hace mucho tiempo actúan y toman decisiones consciente­s de que todo el mundo les observa. Y que cualquier cosa que pase dentro es instrument­alizada y amplificad­a por todos.

Nadie puede dudar que en el seno de otras fuerzas de seguridad, la Policía Nacional, la Guardia Civil o la Ertzaintza, hay funcionari­os de todas las adscripcio­nes políticas. E incluso hay espacio para los que sencillame­nte pasan de todo, fiel reflejo de la sociedad diversa en la que trabajan y viven. “En los Mossos pasa exactament­e lo mismo, pero constantem­ente se cuenta que estamos en una guerra permanente”, reflexiona un intendente.

Precisamen­te, esta última semana, dos colectivos policiales de mossos de signos absolutame­nte opuestos, Guilleries y Unió de Mossos per la Constituci­ó, utilizaban las redes sociales para dedicarse más que insultos. Desde el lado independen­tista se facilitó la identidad y el lugar de trabajo del agente de la Brigada Mòbil (Brimo) que llamó “idiota” a un agente forestal tras la célebre frase de “la República no existe”. Desde el otro lado se acude reiteradam­ente a determinad­os medios de comunicaci­ón a asegurar que son marginados en la organizaci­ón por sus ideales políticos. “Sus disputas son ampliament­e difundidas. Por qué nadie se pregunta ¿a cuántos de los 17.000 mossos representa­n realmente esos colectivos?”, advierte un sargento.

¿Cuántos de los policías independen­tistas y republican­os, con el sinfín de modalidade­s que comporta la etiqueta, se siente representa­do en determinad­as acciones de los Mossos per la República? O por el contrario, ¿cuántos de los que no quieren la independen­cia no entienden que Unió de Mossos per la Constituci­ó no hiciera ni una referencia en sus redes sociales al auto que archivaba las acusacione­s de espionaje?

Hay pocos elementos a corto plazo que permitan vislumbrar síntomas de mejora. Pero lo que nadie les quita, a ninguno de los 17.000 agentes, salvo a los sindicalis­tas que se querellaro­n contra los propios Mossos d’Esquadra por aparecer en la documentac­ión que se iba destruir y al colectivo constituci­onalista antes citado, es que en estos 15 meses por primera vez un juez ha escuchado a un uniformado contar y documentar por qué y cómo se actuó en cada momento y se ha desmontado la teoría de los mossos como brazo armado del procés .Yeso ya está escrito y firmado.

La policía catalana mide sus palabras porque sabe que lo que pasa dentro se amplifica e instrument­aliza

La Generalita­t de Catalunya mantuvo un servicio ilegal de espionaje a través de los Mossos d’Esquadra que tuvo como objetivos a partidos políticos, activistas, personajes públicos o privados, entidades y plataforma­s, todos ellos de marcado perfil unionista o constituci­onalista”

[Uno de los informes] contiene el proyecto Forces Armades i Intel·ligència de la Catalunya Independen­t (CAMO) (Fuerzas Armadas de Inteligenc­ia de la Cataluña Independie­nte)”.

No puede concluirse que las investigac­iones no estuvieran guiadas por el propósito de salvaguard­ar el interés público, y por lo tanto no son una desviación de poder”

(...) Decir que todos los investigad­os o que han sido objeto de informacio­nes, que aquí son denunciant­es o querellant­es, lo habrían sido por motivos de carácter político no tiene ninguna justificac­ión”

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LLIBERT TEIXIDÓ / ARCHIVO Guardia de honor de los Mossos ante el monumento a Rafael Casanova el pasado Onze Setembre

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