El futuro de Apple
LA explicación de que la desaceleración de la economía china tiene la culpa de que Apple no vaya tan bien como se esperaba, dada por su primer ejecutivo, Tim Cook, no es la única. El hecho de que la empresa fundada por el mítico Steve Jobs haya revisado a la baja sus ingresos por primera vez en dieciséis años ha sembrado dudas sobre el acierto de su actual estrategia.
La que fue la primera compañía estadounidense en alcanzar el billón de dólares de capitalización bursátil, superada ahora por Amazon, Microsoft y Alphabet (Google) se enfrenta a un dilema sobre su futuro. El producto estrella de la compañía, el iPhone, el smartphone que en su día revolucionó el mercado de las telecomunicaciones, se ha convertido en su principal riesgo a causa de que la mayoría de la facturación y de los beneficios dependen de él. La diversificación llevada a cabo en el ámbito de los servicios digitales y de la inteligencia artificial no ha alcanzado la proporción suficiente como para suponer una alternativa en el caso de una caída de ventas del iPhone como se registra en la actualidad.
Todo indica que el popular iPhone habría entrado en un punto de inflexión. La estrategia comercial seguida por Apple con esta maravilla de la tecnología, que podría resumirse en que siempre es mejor y más cara, se encontraría ahora frente a un mercado saturado y con una competencia capaz de ofrecer prestaciones similares a precios mucho más bajos, especialmente en China, que es su mayor mercado. Ello se une al hecho de que sus fieles usuarios, ante la ausencia de innovaciones revolucionarias, estarían retrasando también la decisión de cambiar de modelo.
Los analistas temen que, tal como van las cosas, Apple no podrá mantener el fuerte ritmo de crecimiento de sus cifras de negocio al que había acostumbrado a Wall Street a menos que opte por innovadoras y revolucionarias estrategias que impulsen su crecimiento.
Apple tiene dinero más que suficiente para crecer por la vía de comprar otras compañías, como Netflix, Tesla o Disney. Pero esa alternativa traicionaría la esencia de su cultura empresarial. La propia compañía es consciente de ello. Esto explica que en los últimos tres años haya invertido más dinero en investigación y desarrollo que en los veinte años anteriores juntos –una cifra que supera los 14.000 millones de dólares– para encontrar la nueva propuesta innovadora que garantice la continuidad de su brillante evolución. Pero de momento esa solución disruptiva todavía no ha aparecido. El esfuerzo realizado no ha podido suplir, al menos por ahora, la intuición mágica de Steve Jobs para definir el futuro.