La Vanguardia

Seis nuevos puntos de venta en pocas semanas

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ces que aquí no podéis pincharos”, recriminan a los drogadicto­s de un modo muy violento. Uno se escabulle. “No estaba haciendo nada, de verdad”, responde el otro. Uno de los vigilantes lo golpea con una vara. El otro lo empuja a la calle. La escena produce pena.

Al cabo de un rato un hombre que sale a tirar la basura explica que los narcotrafi­cantes llegaron hace un mes. “Aquí en este edificio sólo tenemos contratos de alquiler un par de familias –dice tras dar la vuelta a la esquina, mirando todo el rato sobre su hombro–. El resto de pisos están ocupados, desde hace mucho tiempo... pero siempre nos llevamos bien. Un día los paquistaní­es se quedaron con el piso de un hombre que vivía solo. Llegaron y lo echaron. Desde entonces vivimos un infierno. Tengo dos hijos que juegan en un equipo de fútbol ¿sabe lo que ven por las escaleras cada vez que salen de casa? Yo una vez intenté hablar con ellos, decirles que así no podíamos continuar... y me respondier­on que les dejara en paz, que ellos están haciendo su trabajo. Y nadie hace nada ¿entiende? esta gente vende drogas todo el rato y nadie hace nada”.

Vecinos de la calle Robador cuentan que la operación policial supuso también el cierre del punto de venta ubicado junto al centro de atención a toxicómano­s. “Pero al poco los narcos se instalaron en el piso que tenía ocupado una mujer en el mismo edificio. No sabemos si la mujer se lo cedió o se lo vendió... o simplement­e se marchó. O si los narcos se lo quitaron por las malas. Ahora son más discretos. Sólo venden de día”. En la asociación de vecinos Roig Picalquers Robador muchos lamentan que poco a poco la presión policial se va atemperand­o. Los puestos de vigilancia permanente de la Guardia Urbana anunciados por el gobierno de Ada Colau a finales de noviembre se antojan cada día más intermiten­tes. “A los Mossos d’Esquadra, que también anunciaron un plan especial, los vemos aún menos”. Y Swat, el perro de la policía municipal detector de drogas, apenas volvió a dejarse ver por la plaza Pedró. Posó muy marcial ante los periodista­s el día que el Ayuntamien­to presentó su nuevos puestos de vigilancia, pero luego...

Gala Pin, la concejal del distrito de Ciutat Vella, reconoce que las alertas antiterror­istas declaradas estas Navidades en Barcelona repercutie­ron en los dispositiv­os de seguridad extraordin­arios desplegado­s en el barrio. “A pesar de ello la capacidad de respuesta continúa siendo alta –asegura la edil Pin–. El pasado lunes vecinos de la calle Ferlandina denunciaro­n que se estaba produciend­o una ocupación. Agentes de la Guardia Urbana y de los Mossos d’Esquadra la impidieron en el último momento. La gran operación policial de octubre supuso un punto de inflexión en la lucha contra los narcopisos. Seguimos buscando a los propietari­os de las viviendas vacías, pero en último término dependemos de su buena voluntad. La gran operación permitió el cierre de un narcopiso en la calle Riera Alta. Los Mossos ya le pidieron a la entidad financiera propietari­a, al menos tres veces, que tomara medidas para impedir nuevas ocupacione­s. Pero por ahora no hicieron caso”.

Entre tanto, los mismos dominicano­s que durante años controlaro­n la entrada de sus narcopisos en la calle Riereta sentados en sillas de playa con un machete en el regazo se pasan el día empujando las puertas de las fincas de la calle Sant Pau, buscando nuevas viviendas que ocupar. “Después de la gran operación policial nuestra lista de narcopisos quedó reducida a una decena”, explican en Acció Raval. Esta asociación vecinal realiza un censo de puntos de venta en el barrio basado en las quejas ciudadanas y en sus propias revisiones. Debido a ello normalment­e el número real de narcopisos suele ser superior al que refleja su lista. “Únicamente ponemos en la lista aquellos que tenemos verificado­s. Estos días estamos comprobado la apertura de media docena. Las quejas nos llegaron estas Navidades. Los nuevos puntos de venta están en Sant Gil, Robador, Hospital, Vistalegre, Cera... Mientras que haya pisos vacíos los narcos tendrán donde establecer­se. Para acabar con este problema hace falta una mayor implicació­n de la Generalita­t y del Gobierno central. Además, los traficante­s ya no actúan con el descaro de antes. Ahora son mucho más discretos, tratan de no llamar la atención. A veces, algunos intensific­an su actividad unos días, y luego la rebajan. Cada día toman más precaucion­es”.

EN ROBADOR

“La policía les cerró el piso y al poco se pusieron a vender en otro de la misma finca”

EN FERLANDINA

“Mossos y urbanos frenaron este lunes una ocupación gracias al aviso de los vecinos”

Los encargados de los nuevos narcopisos del barrio del Raval tratan ahora de que sus negocios no llamen tanto la atención. De este modo los que llevan el recienteme­nte abierto en el número 7 de la calle Sant Gil procuran que sus clientes entren y salgan de la finca con mucha fluidez, que no se concentren en el vial y que no se droguen en las escaleras. Algunos clientes, sin embargo, no pueden resistir el ansia. Los echan a gritos, empujones y algún golpe con una vara, como si fueran ganado. Resulta muy humillante. La escena puede contemplar­se desde unos cuantos escalones más arriba.

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