Notas de poesía
Apocos días de su 86 cumpleaños acaba de fallecer en su casa de París, después de una larga enfermedad, el compositor catalán Narcís Bonet. Nacido en Barcelona el 22 de enero de 1933, hermano del arquitecto Jordi Bonet, director de las obras de la Sagrada Família, y del P. Lluís Bonet, párroco del templo expiatorio barcelonés. La obra musical de Narcís deja constancia de esta sensibilidad cristiana y humanismo, que en los últimos tiempos de su vida le llevaron a intentar explicar en París la compleja situación política de Catalunya.
La formación del joven Narcís, en la austera Barcelona de posguerra, encontró eco sin embargo en importantes nombres ilustres para la música como Joan Massià, Maria Carbonell, Joan Llongueres o Eduard Toldrá, entre otros.
En 1949 emprendió el joven músico el camino de París –a indicación del director Igor Markevitch, con quien también hizo estudios de dirección– para estudiar composición con Nadia Boulanger.
Y con los años y su trabajo sensible, fue haciendo de Francia su segunda patria, ya que Catalunya fue la esencial. Pocos compositores son tan fieles a la esencia popular que se traduce en la obra de Bonet.
A finales de los 50, como becario de composición de la Fundación Juan March, compuso su concierto para cello y orquesta y en 1960 comenzó a colaborar con el compositor español exiliado en París, Salvador Bacarisse, en la emisora parisina de la RTF (programas en lengua española) un canal de aire fresco para muchos en aquellos años de dictadura franquista. Así, fue asumiendo responsabilidades en el país vecino hasta llegar a director adjunto de l’École Normale de Musique de París, entre otros cargos.
Los reconocimientos han sido grandes a ambos lados de la frontera, desde la Creu de Sant Jordi, y la pertenencia a la Acadèmia de Sant Jordi, hasta la designación francesa como Officier dans l’Ordre des Arts et des Lettres.
A pesar de su prolongada estancia trabajando allá como profesor y responsable de diversos proyectos e instituciones pedagógicas, entre ellas la Schola Cantorum, Bonet no ha dejado de mantener y profundizar lazos estrechos con Barcelona y Catalunya. Aunque, al margen de los mencionados reconocimientos, en su tierra no ha estado su música tan presente en las programaciones, como suele suceder.
Su obra es plena en referencias a grandes poetas catalanes, particularmente Joan Maragall en ciclos de canciones como Altres vistes al mar (1949), Diades d’amor (1952), que dio a conocer nada menos que Conxita Badía junto al autor en piano. De más está significar la relación que une a los Bonet con la familia Agustí–Badía.
Notoria es a partir de esa década la presencia de poetas contemporáneos catalanes en la obra de Bonet, como Carles Riba o Tomàs Garcès. A esta panoplia poética se incorporan luego J.V. Foix, y especialmente Salvador Espriu a quien dedica en los sesenta su importante La pell de brau para recitador y ensemble. También de Espriu, el Tríptico de Sinera (1996).
Otro pilar de su producción es la obra de carácter religioso (Missa nova, la cantata Ho sap tothom i és profecia (1972) que denota especial sensibilidad. Hay tres piezas que hablan de aquellos duros años cincuenta y sesenta, también de ilusiones; y las tres para Cobla, como el Himno del Jardí dels Tarongers, y dos homenajes a Joaquim Serra y, del mismo año de su muerte, a Eduard Toldrà.
Hace unos diez años, en el 2008, Barcelona le celebró musicalmente su 75 aniversario en particular en La Pedrera y en el Institut del Teatre con una de sus obras cumbre, la ya citada La pell de brau, sobre textos de Salvador Espriu, resultado de una estrecha colaboración músico-poeta y brillante en riqueza tímbrica y franqueza expresiva.
Si dejamos hablar a su obra, Catalunya es mucho más que la parte central de la vida de Narcís Bonet, como hombre y como músico. Canciones, obras de cámara y orquestales de variada estrategia, todo en su música suena a esta tierra. Hábil y afín con la melodía, trabajó además con gusto académico y artístico el contrapunto. Descanse en paz.
En colaboración estrecha con Salvador Espriu, creó una de sus grandes obras, ‘La pell de brau’