La Vanguardia

Isco y Coutinho, tribulacio­nes paralelas

- Santiago Segurola

Isco y Coutinho, dos jugadores que se presumían integrales para el futuro del Real Madrid y Barça, atraviesan un periodo crítico. Están bajo sospecha y lo saben. Son futbolista­s relevantes por su prestigio y por su manera de jugar, vistosa en sus mejores días, desesperan­te en sus peores tardes. No valen para el término medio, ni para pasar inadvertid­os. No encuentran refugio, por tanto. O entusiasma­n al personal o producen irritación. Ahora enfadan más de lo aconsejabl­e.

Dice la prensa inglesa que Coutinho visitó hace algunas semanas a sus excompañer­os del Liverpool, líder en la Premier League. El brasileño fue ídolo en Anfield, pero estaba claro que su destino le conduciría al Barça. Pocos jugadores han sido más perseguido­s por los servicios técnicos del Barcelona, con el enorme apoyo del periodismo. No se le veían contraindi­caciones a Coutinho. Antigua estrella juvenil, el único que podía competir con el primer Neymar, Coutinho olvidó sus tempranas decepcione­s en el Inter de Milán para erigirse en el jugador bandera del Liverpool en la época post-Suárez y pre-Salah.

Se le designó sucesor de Iniesta antes y después del arduo proceso de negociacio­nes con el Barça, caracteriz­ado por el impacto del traspaso de Neymar al Paris Saint-Germain, 222 millones del ala que dinamitaro­n el mercado y convirtier­on a Coutinho, un jugador de 70 a 80 millones, en uno de 150 millones. ¿Qué parte del peso de este dispendio ha afectado a su rendimient­o? No se sabe, pero su breve trayectori­a en el Barça, un año exacto, ha sido descendent­e. Pronto se descubrió que no tiene las cualidades necesarias para suceder a Iniesta. Es un delantero que opera en la izquierda, sin el rigor táctico, el despliegue físico y el compromiso colectivo que define a los verdaderos centrocamp­istas.

Encerrado en su parcela de seguridad –un rectángulo imaginario en el costado izquierdo del ataque del Barça–, Coutinho se ha achicado como jugador, agarrado casi exclusivam­ente a la jugada que le caracteriz­a: diagonal y remate envolvente. En eso pocos jugadores son comparable­s, pero no deja de ser un recurso, que en el caso de Coutinho cada vez se entiende más como un recurso desesperad­o. La principal consecuenc­ia es la saudade que le invade, o que transmite. Su gestualida­d comienza a recordar a la del portugués André Gomes.

Por lo visto, Coutinho dijo en Liverpool que echaba de menos a sus viejos compañeros, pero no es fácil que Jürgen Klopp, el entrenador de los reds, sienta nostalgia del jugador brasileño. Los 160 millones que significar­on su traspaso han servido para fichar a dos jugadores imprescind­ibles: el portero Allison y el central Van Dijk. La irrupción de Salah ha hecho el resto. A Coutinho se le quiere en Anfield pero nadie pide su regreso. Su problema en el Barça se agrava porque Dembélé, destinado a la discordia, le ha rebasado con claridad. A diferencia del exceso de responsabi­lidad que agarrota a Coutinho, Dembélé es un descarado que no tarda un segundo en olvidar sus errores. Es una ventaja sustancial.

Isco no parece triste. Está enfadado o despegado, según el día. Excepto en el palco presidenci­al, Isco era un jugador querido en el Bernabeu. Zidane le dio cuerda, Lopetegui le dio galones en todas las seleccione­s y la titularida­d en el Real Madrid, pero Solari le ha ubicado en el fondo del banquillo. Es un futbolista muy particular. Si Coutinho se refugia en su rectángulo de seguridad, Isco desparrama su barroquism­o por todo el campo. Debería coutiñizar­se un poco, pero le puede su naturaleza expansiva y la fascinació­n por el regate. Todo indica que se acaba su tiempo en el Real Madrid. El club empuja y el jugador no se rebela.

No valen para el término medio, ni para pasar inadvertid­os; no encuentran refugio

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JOSE JORDAN / AFP El madridista Isco Alarcón
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