La Vanguardia

Materia sensible

- Pilar Rahola

Este artículo parte de dos evidencias. Una, que la relación entre el president Puigdemont y el vicepresid­ent Junqueras nunca fue buena, y ha ido a peor. Y la segunda, que esa fue la intención de la estrategia represiva del Estado: aislar a los líderes, imposibili­tar la comunicaci­ón y alimentar la confusión, territorio abonado para malos entendidos e insidias. Aesas dos evidencias cabe sumar una tercera, la materia sensible que es la cuestión del exilio, no siempre tratado con el respeto que merece, y no sólo entre las filas del unionismo.

Cualquier análisis, pues, sobre el último (y grave) desencuent­ro entre los dos líderes, debe tener en cuenta esa triple condición. Y, por ello, permitirse cierta indulgenci­a.

Por supuesto, hay que añadir otra cuestión importante: la cada vez más divergente estrategia entre el universo Junts-Crida y el universo republican­o, cuya estridenci­a goza de sordina por el mutuo sentido de responsabi­lidad. Además, existe la conjura de que, cualquier fisura seria no debe producirse antes de acabar el macrojuici­o contra los líderes catalanes. Unidad, pues, ante la represión, divergenci­a en la estrategia a medio plazo y una enorme dificultad para aunar posiciones tácticas, dada la situación represiva en

El exilio es una materia sensible que no siempre se trata con respeto, y no sólo entre el unionismo

cárcel y exilio. Nada es fácil, y por ello mismo, es fácil pasar del equívoco al enfado, y del enfado a la crisis.

Es el punto en el que estamos, y si bien el calendario judicial atemperará la crisis de confianza generada a raíz de la entrevista de Junqueras en Le Figaro, la distancia se ha agrandado. El motivo es de calado: la afirmación de Junqueras sobre la responsabi­lidad ética a la hora de quedarse en Catalunya, lo cual es un mísil contra los líderes que optaron por el exilio. ¿Qué deben pensar Comín, Puig, Ponsatí, el propio Puigdemont, pero también Rovira, ante esa descalific­ación? Porque, si Junqueras considera una lección ética quedarse en el país, da a entender que quienes marcharon al exilio no dieron esa lección ética. Si además lo adorna con Sócrates, Cicerón y Séneca (no se pone por poco), la indirecta es directa. Lo cual, si me permite Junqueras, es, además de grandilocu­ente, injusto. Primero, porque el tema del exilio se pactó entre todos y cada cual optó por una situación. Segundo, porque el exilio no es menos duro que la cárcel y, como decía Jordi Sànchez, puede ser mucho más largo. Tercero, porque tan ético es quedarse y servir al país desde dentro, como marchar para poder mantener la actividad política y servir al país desde fuera. Ahí está el histórico exilio catalán para avalarlo.

De manera que no se entiende ni el motivo, ni la intención de dicha declaració­n. Y cuando una declaració­n de calado no se entiende, se disparan las alarmas, lo cual es letal a las puertas del Supremo. Puede que a estas alturas sea imposible pedir unidad, pero aún es posible pedir prudencia. Pues eso, un poquito de prudencia.

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