La última de Camelot

EN las últimas horas hemos conocido la muerte de Caroline Lee Bouvier, más conocida por Lee Radziwill. Era la hermana pequeña de Jacqueline Kennedy, con la que había estado muy unida hasta que se enteró de que había sucumbido a los encantos del insaciable John. Igualmente tuvo un romance con el armador griego Aristóteles Onassis, que acabó casándose con Jackie. Lee es lo que los cursis llaman una socialite, es decir, una mujer mundana que ha estado presente durante años en las revistas del papel cuché, imprescindible en toda fiesta social que se preciara. Pero, además, era un personaje con encanto, que hizo de modelo, probó en el cine, expuso como fotógrafa, se las arregló como decoradora e incluso se ganó la vida como periodista y escritora. Se casó tres veces: con un príncipe polaco-lituano, con un importante editor y con un escenógrafo y cineasta.

Las biografías la definen como un icono del estilo, pero fue mucho más. Amiga de la intelectualidad de su tiempo, era íntima de Andy Warhol o de Truman Capote. Este último la hizo viajar hasta la Costa Brava, donde durante cuatro veranos estuvo escribiendo el original de A sangre fría, la que sería su Madame Bovary, su obra maestra.

Fue en 1962 cuando Capote, en Catalunya, invitó a Lee Radziwill a la casa que había alquilado en Cala Senià, que actualmente pertenece a Beatriz Ferrer Salat, medallista en los Juegos Olímpicos de Atenas. Se trata de una finca magnífica entre pinos, desde la que se accede directamente al mar. Allí Lee le prometió a Capote que traería a Jackie e intentaría hacer lo propio con el presidente. Todo un sueño, que quedaría truncado por la muerte un año más tarde de Kennedy.

Lee vivió siempre a la sombra de su hermana, pero fue una dama increíble, con mil historias que contar. Cuando residió en

Londres, fue a menudo invitada de la reina. Ella era tan entretenida como el mejor tabloide.