Educar para el futuro
La escuela L’Horitzó de Barcelona, pionera en España en implantar esta nueva disciplina en su plan de estudios para estudiantes de 3.º y 4.º de la ESO
La escuela L’Horitzó de Barcelona es pionera en España en implantar estudios de inteligencia artificial.
Existe la crítica, muchas veces fundada, de que el sistema educativo no responde a las necesidades del mercado laboral, que lo que se enseña en las aulas no tiene una traslación pragmática al mundo de la empresa. No obstante, cada vez hay más excepciones. Una de ellas es la escuela L’Horitzó de Barcelona. Este centro se convertirá, el próximo curso, en la primera escuela de España que incorporará la enseñanza de la inteligencia artificial (IA) en su plan de estudios.
“Somos los primeros, no existe ningún precedente”, declara orgulloso a La Vanguardia su director, Marc Oliveras. Este licenciado en Administración y Dirección de Empresas vio claro, cuando ejercía de consultor a la vez que dirigía el centro, el interés de sus clientes por dominar el big data. “También me di cuenta de que el concepto algorítmico para crear servicios y productos en las empresas era cada vez más evidente”, explica.
Por eso decidió ponerse manos a la obra: “Pensé: ‘Si nosotros no ofrecemos este conocimiento a nuestros alumnos, no les estamos preparando para la realidad actual’”. Y empezó a elaborar un proyecto para introducir la IA en su programa educativo.
La implantación, que afectará a los cursos de 3.º y 4.º de la ESO, tendrá cinco ejes básicos: por un lado, cuatro disciplinas que ya se imparten en el centro (matemáticas, filosofía, inglés, y un proyecto de programación y robótica) y se generará una quinta más técnica que tendrá al frente al mismo director de la escuela, que cuenta con un máster en big data y business intelligence.
“Trabajar en un proyecto en IA generará al alumno nuevas preguntas filosóficas, que guardan relación con la ética, y nuevos conocimientos matemáticos y en programación”, subraya Josep Curto, colaborador de la escuela, experto en IA y que ha trabajado para Microsoft, Coca-Cola, el gobierno de Georgia o Inditex.
¿Qué hacemos con el big data? ¿Es ético y moral hacer fotos en la calle para luego trabajar en ellas sin consultar a las personas? Estas son algunas de las cuestiones que los alumnos debatirán en la clase de filosofía. Mientras, en matemáticas, el producto estrella serán los algoritmos. “La profesión que acaben desarrollando en el futuro estará influenciada por algún algoritmo, por eso queremos dotar a nuestros alumnos de este conocimiento”, relata Oliveras.
Los estudiantes tendrán dos años (3.º y 4.º) para desarrollar un proyecto que tendrá por objetivo “crear un producto que cumpla con el propósito que se haya determinado de inicio”, expone Curto, “y lo harán a través de fotografías que habrán captado con sus propios smartphones”, añade el director del centro.
La idea es acumular muchas instantáneas de un tema concreto, todavía por determinar, “para extraer un patrón de ellas”, apunta Oliveras. Por ejemplo, crear un sistema que sea capaz de determinar qué hojas son perennes y cuáles caducas a través de una sola visualización.
Pero el proyecto tiene todavía más recorrido. La intención es que “se creen unas bases de datos para que científicos universitarios de la UOC puedan continuar con la investigación iniciada”, señala el director de la escuela.
Oliveras, sin embargo, quiere dejar claro que su objetivo final no es “preparar data scientist [científicos de datos] o programadores”, sino “enseñar a sus alumnos qué hay tras la gestión de datos”.
“Todo el mundo debería tener una cierta base de data literacy [literatura de datos]”, sugiere Josep Curto. “Así como antes teníamos unas competencias necesarias para matemáticas, tener unas competencias básicas de datos, en un mundo donde la gran mayoría de las cosas que suceden se pueden traducir en cifras, será absolutamente primordial”, concluye.
“Si no ofrecemos este conocimiento al alumno, no le estamos preparando para la realidad actual”