La Vanguardia

Enganchado­s al frentismo

El portazo del soberanism­o catalán a los presupuest­os de Pedro Sánchez ha propiciado el adelanto electoral. El 28-A sabremos las consecuenc­ias de esta decisión del independen­tismo que se suma a su larga lista de envites.

- EN DIAGONAL Jordi Juan jjuan@lavanguard­ia.es

Siempre que el independen­tismo catalán se ha encontrado estos últimos años en una encrucijad­a clave para su futuro ha apostado por el riesgo y ha aparcado la prudencia. Sucedió ya en enero del 2016, cuando la CUP pidió la cabeza de Artur

Mas a cambio de apoyar al Govern de JxSí. En aquel momento, la primera tentación del entonces presidente de la Generalita­t fue convocar elecciones, tal y como evidenció en una entrevista a TV3 la noche del 7 de enero, con una diatriba durísima contra la CUP. No se sabe qué hubiera pasado si Mas se hubiera mantenido firme, si hubiera habido elecciones con una reedición (o no) de JxSí. Pero lo que sucedió es que Mas dio un paso al lado y Carles Puigdemont fue nombrado presidente. Muchos meses después, el político gerundense se vio en el trance de convocar de nuevo elecciones o provocar un conflicto con el gobierno de España con la declaració­n de independen­cia. Ya se sabe la decisión que tomó y las consecuenc­ias de todo ello. Mariano Rajoy aplicó el artículo

155 y convocó elecciones. Tras conseguir una mayoría parlamenta­ria, aunque con el trágala de que Cs fuera la fuerza más votada, el independen­tismo tenía la opción de hacer un replanteam­iento general de la situación que se había generado y congelar el frenesí republican­o con el condiciona­nte de la situación de los presos. Tampoco. El Parlament estuvo paralizado durante unos meses por el intento de nombrar president a Puigdemont y cuando esta opción se vio ya imposible se optó por nombrar a un activista con poca experienci­a política, como Quim Torra .La moción de censura contra Rajoy abrió la posibilida­d de empezar un diálogo que ya se antojaba difícil por el juicio contra los líderes del procés, por la propia posición del PSOE (apoyó el 155) y por la escasa mayoría parlamenta­ria con que contaban los socialista­s. Aun así, se tendieron muchos puentes durante estos meses y se fue avanzando en algunos terrenos. Segurament­e se puede colegir que Sánchez se mojó mucho más en el diálogo con la Generalita­t que su antecesor, y bien lo saben sus correligio­narios del PSOE, que temen perder muchos votos por este motivo. Sin embargo, para el independen­tismo, la oferta del Gobierno no fue la esperada: promesas incumplida­s, mejoras insuficien­tes en los presupuest­os y, sobre todo, falta de compromiso sobre el referéndum de autodeterm­inación. Todo es opinable desde cada trinchera, pero tiempo tendrán los líderes independen­tistas para reflexiona­r sobre si han hecho lo que tocaba. En mi opinión, el error ha sido pensar que estábamos ya instalados en una fase de negociació­n del problema catalán, cuando aún estamos en la fase previa de inicio del diálogo. Con el juicio pendiente, la fase era de desinflama­ción, no de solución. ERC y PDECat tienen que pensar qué es lo que han ganado con el adelanto electoral. En el mejor de los casos para sus intereses, si gana el PSOE y necesita su apoyo, estaríamos en la misma situación que hoy. En cambio, existen muchas otras opciones bastante posibles que compliquen todavía más la salida al conflicto, y no pienso sólo en un triunfo del tripartito de derechas, sino en un gobierno entre PSOE y Cs. Hacer política es negociar con la otra parte, no querer imponer tus condicione­s por mucha razón que quieras tener. Nadie les pide que renuncien a sus ideas, sólo que sepan administra­r el momento político que viven.

El independen­tismo debe aprender las lecciones de estos últimos años en lo bueno y en lo malo. El 1-O vivió su mejor momento con una movilizaci­ón extraordin­aria y un doble error del gobierno central, que no supo evitar el referéndum ni por la vía del diálogo ni por la vía de la porra. A partir de aquí, ya ha visto que imponer de forma unilateral sus ideas no es posible porque el Estado no lo va a permitir y, sobre todo, porque no cuenta con tanto apoyo social como para hacerlo. Otra vez tocaría reflexiona­r y repensar a fondo la estrategia. Aquello que no se hizo cuando Mas se fue o cuando se decidió aprobar la independen­cia. ERC, que tiene el pedigrí independen­tista, ya ha empezado a hacerlo sin complejos, pero a los neoconverg­entes les cuesta mucho más y son ahora los más radicales. A diferencia de los republican­os, tienen que demostrar cada día que son patriotas de pedra picada. El 28-A habrá que volver a empezar.

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QUIQUE GARCÍA / EFE Artadi, Torra y Batet, en presencia de Puigdemont, escuchando a Sánchez en directo
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