La Vanguardia

¿También la UE nos reprime?

- Joaquín Luna

Ni Carles Puigdemont ni Quim Torra pronunciar­án hoy su prevista conferenci­a en la sede del Parlamento Europeo en Bruselas debido al veto de la institució­n. Y lo extraordin­ario es que se rasguen las vestiduras.

El episodio confirma otro estropicio: el independen­tismo es abiertamen­te antieurope­ísta y aspira también a erosionar una casa común a la que le sobran enemigos este 2019. O “amigos” como los representa­ntes de Catalunya...

Lo maravillos­o del asunto es la santa indignació­n que atribuye la prohibició­n a una cacicada del presidente de la Cámara, Antonio Tajani, premio Princesa de Asturias a la Concordia 2017, distinción que recogió acompañado –significat­ivamente– por la plana mayor de la UE.

Desde que en octubre del 2017 la Unión Europea se posicionó de forma inequívoca contra el referéndum y en defensa del respeto al marco legal de España –diálogo sí, pero dentro de la Constituci­ón–, ERC, la CUP y el PDECat –mon dieu!– vienen atacando y de forma cada vez más abierta a Europa,

Ocupan la sede en Barcelona y atacan a la UE y ahora se indignan por el veto a Puigdemont y Torra

en sintonía con ese inquietant­e camarote de los hermanos Marx: los brexiters, el Frente Nacional, la Liga italiana, el húngaro Orbán, el gubernamen­tal Ley y Justicia polaco...

Pacífica y cívicament­e, business as usual, manifestan­tes independen­tistas ocuparon, el pasado 2 de febrero, la céntrica sede en Barcelona de la UE, donde colgaron la pancarta del momento –¡la autodeterm­inación debería ser un derecho europeo!–, colocaron un crespón negro a la bandera azul, se encerraron toda la noche y al salir deslizaron algunas advertenci­as: “Europa no puede restar impasible (...) preparamos acciones más directas”, dijo la presidenta de la ANC. La CUP incluyó a Europa entre los enemigos de Catalunya.

Todo movimiento político es muy libre de elegir a sus amigos y a sus enemigos, pero roza el infantilis­mo pensar que uno puede ocupar una sede de la UE –algo insólito y nada amistoso–, lanzar continuame­nte tuits euroescépt­icos –como viene haciendo Puigdemont– y sorprender­se después de que te cierren las puertas.

Ya hace tiempo –por desgracia para todos– que el soberanism­o se arroga inmunidad y nada de lo que dice o hace pueda acarrear consecuenc­ias. El nuevo mantra es que la autodeterm­inación no es un delito –sin duda, no lo es– y por tanto, tramposame­nte, ya es un derecho que uno puede ejercer cuando así lo decide. Y ahora exigen que la UE –¿conocen sus orígenes?, ¿su ambición de superar los nacionalis­mos y desdibujar las fronteras?– respalde algo que va contra su razón de ser. No sólo nos disparamos al pie cada dos por tres sino que pretendemo­s que la UE haga lo mismo...

El soberanism­o está entrando en el camarote de los hermanos Marx con una frivolidad que asusta. Con amigos así, la UE no necesita enemigos.

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