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La expulsión en la frontera venezolana de cinco eurodiputados del Grupo Popular Europeo que pretendían entrevistarse con Juan Guaidó, y la solicitud del ministro de Cultura para intervenir la SGAE.
LA expulsión por parte de Venezuela de cinco eurodiputados del Grupo Popular Europeo, con el español Esteban González Pons a la cabeza, es un grave error del Gobierno de Nicolás Maduro, que tensa con ello aún más sus relaciones internacionales. A juicio del autoproclamado presidente interino del país, Juan Guaidó, el régimen chavista demuestra, con hechos como este, que se encuentra cada vez más aislado internacional mente.
El apoyo de más de cincuenta países, entre ellos Estados Unidos, Canadá y la mayor parte de los países de Europa y Latinoamérica, ha permitido que Guaidó se haya consolidado como una alternativa firme ante Maduro, que no se ha atrevido a detenerlo ni a impedir su actividad política, como ha hecho en el pasado con otros líderes opositores. El régimen chavista aún cuenta con el respaldo de Rusia, China, Irán y Turquía. Gracias a estos potentes aliados exteriores, junto con el determinante apoyo del ejército, se mantiene en el poder con relativa tranquilidad pese al incremento de la presión opositora en las calles y a su creciente pérdida de popularidad a causa de la crisis humanitaria por falta de alimentos y medicamentos que sufre el país.
El pulso entre Guaidó y Maduro se encuentra en un tenso punto muerto, en el que ambas partes miden sus fuerzas día a día. Frente al control del ejército, de las milicias bolivarianas y de las instituciones que ejerce Maduro, Gua idógan apoco a poco la batalla de la movilización popular en las calles y del respaldo internacional, especialmentede Estados Unidos, que ha declarado estar dispuesto a todo para ayudarle. La amenaza de una intervención militar, que Trump no descarta, constituye, sin embargo, un elevado riesgo con resultado dudoso pero con una gran certeza: el gran coste en vidas humanas que podría tener.
La solución que se impulsa sin éxito desde hace semanas por parte de la Unión Europea y de varios países latinoamericanos es el diálogo entre ambas partes para pactar unas elecciones libres, bajo supervisión internacional. Pero ello, para Maduro, sería tanto como reconocer que las elecciones que le condujeron al poder fueron fraudulentas. La única negociación eficaz es la que se pueda hacer con los militares que controlan el país, como muy bien sabe el propio Guaidó, que lo ha intentado en varias ocasiones.
Las sanciones económicas lideradas por Estados Unidos han debilitado la situación financiera del país, y por tanto también el poder de Maduro, y han agravado la carestía que sufre la población. La alternativa que también lidera Estados Unidos es el envío de ayuda humanitaria, alimentos y medicinas, a través de la movilización de los seguidores de Guaidó, con objeto de reforzar su respaldo popular. En este sentido esta será una semana decisiva, ya que los convoyes humanitarios se hallan concentrados en la frontera de Colombia con Venezuela, dispuestos a desobedecer a partir del sábado la prohibición de entrar en el país que ha decretado Maduro.
Es una gran medida de presión, para la que Guaidó ha reclutado centenares de miles de voluntarios, que pondrá a prueba el papel del ejército frente a la población opositora. La situación es de extremo riesgo, porque puede ser también el inicio de graves incidentes armados que abran un nuevo escenario en el país que justificase la intervención militar de Estados Unidos . El camino que sigue Guaidó es el de avanzar por la vía de ganar mayores cuotas de poder popular con el apoyo estadounidense, que, de momento, no se sabe hasta dónde llegará.