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Los planes de expansión de la Fira para garantizar su competitividad de cara al futuro, y las protestas de ciudadanos y movimientos civiles en Francia contra las crecientes muestras de antisemitismo.
LA Fira de Barcelona, una de las entidades que hacen grande Catalunya, prepara una ampliación de sus instalaciones para consolidarse como una de las primeras plataformas comerciales de Europa. Los directivos de la institución, que está participada por la Generalitat, el Ayuntamiento y la Cambra de Comerç, quieren que pueda estar en condiciones para hacer frente al crecimiento que se prevé en el horizonte de los próximos diez años y, de esta forma, poder mantener y captar grandes ferias que se organizan en el mundo. Ello es necesario porque algunos de los certámenes que se acogen en la actualidad se hallan ya al borde de la saturación.
La expansión de internet y de las facilidades de comunicación a través de las redes digitales no ha ido en detrimento de la necesidad del encuentro en las ferias físicas, que se revelan como imprescindibles para el conocimiento directo de productos y servicios, así como para la firma de contratos y el contacto personal. Barcelona ha logrado una amplia experiencia en la organización de todo tipo de ferias, con el Mobile World Congress como máximo exponente del éxito, y se trata de consolidar el modelo de cara al futuro.
El plan de infraestructuras de la Fira, presentado ayer, prevé que el recinto situado en la Gran Via de l’Hospitalet de Llobregat pueda disponer de un nuevo pabellón de 60.000 metros cuadrados, con lo que la superficie bruta alcanzará los 300.000 metros cuadrados. Este nuevo pabellón tendrá dos plantas, además de una edificación auxiliar para usos feriales, y estará conectado con el resto mediante un puente que superará la avenida Joan Carles I de l’Hospitalet. El nuevo espacio ocupará unos terrenos en los que ahora hay oficinas y comercios.
En el caso del recinto de Montjuïc, cuyo proyecto aún está en fase de estudio, se prevé habilitar nuevos espacios para actividad congresual, como el palacio Alfons XIII, mientras que el palacio Victòria Eugènia se destinará a usos culturales. La avenida Reina Maria Cristina, asimismo, se convertirá en un espacio sin tráfico a modo de explanada, con lo que se conectará a pie la plaza Espanya con la montaña de Montjuïc.
El conjunto de las obras requerirá una inversión superior a los 380 millones de euros. La ampliación de la Fira deberá ser una realidad en el horizonte del 2029, coincidiendo con el centenario de la Exposición Universal de Barcelona, aunque el nuevo pabellón del recinto de Gran Via podría estar disponible ya cinco años antes, en el 2024.
Garantizar la competitividad futura de la Fira de Barcelona, además de la necesaria puesta a punto de las infraestructuras, exige que se mantenga el modelo de eficiencia en la gestión que ha propiciado el éxito y, asimismo, la colaboración y entendimiento entre las instituciones que forman parte de sus órganos de gobierno. Con esta voluntad se expresaron ayer el presidente de la Generalitat, Quim Torra, y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que presidieron el acto de presentación del proyecto. Ello debe acompañarse de la sintonía con el conjunto de sectores ciudadanos por la gran generación de riqueza que supone la Fira para Barcelona, en primer lugar, pero también para Catalunya y el resto de España. En este sentido se debería poner fin a la constante tentación sindical de utilizar los eventos feriales más importantes como rehenes para el logro de sus reivindicaciones laborales, ya que ello supone un evidente perjuicio para el interés general.