Emigrantes a la fuerza
La diáspora venezolana en España ve con incertidumbre lo que ocurre en su país y teme no poder regresar pronto
Los venezolanos que se instalaron en España huyendo de la inseguridad afrontan entre el escepticismo y la esperanza el desafío iniciado por Juan Guaidó contra el chavismo.
Aunque sea el más desgraciado de los relatos, se diría que los venezolanos que huyeron de su país y que hoy viven en España trajeron con ellos en la maleta toda la musicalidad de un pueblo que siempre se ha definido como alegre, pero que el chavismo ha situado en una depresión colectiva. Ellos aquí, pese a todas las adversidades, parecen no haber sucumbido a ese estado de ánimo. “La misma palabra, Venezuela, parece tener música”, dice Carmela Pacheco, una jubilada de 74 años, que ahora vive en el barrio de Guinardó de Barcelona.
Las personas entrevistadas siguen tanto como pueden la actualidad del país que dejaron atrás por diferentes motivos, aunque hay uno en el que parecen coincidir todos: la inseguridad galopante. “En Venezuela hay demasiadas armas”, afirma Eixzar Salazar, un venezolano amante del béisbol que canaliza su pasión entrenando a un equipo sub-14 y otro de adultos aficionados en el Club Béisbol Barcelona. Explica que una tarde se entabló un tiroteo en el estadio donde entrenaba su hijo entre unos atracadores y el padre de otro jugador. Afortunadamente, nadie salió herido a pesar de haber decenas de niños en la escena. El caso supuso el punto de giro vital para que Eixzar, de 47 años, decidiera salir de Venezuela con su familia.
Ángeles Jiménez, de 44 años de edad, vive acogida en casa de su prima, en una localidad de la comarca del Garraf. Esta profesora de profesión está enferma de leución mieloide crónica. De haberse quedado en Venezuela no hubiera tenido a penas esperanza de vida. “Cuando la doctora me comunicó el diagnóstico me preguntó: ‘¿Qué vas a hacer con tu vida?’, aquí no hay medicamentos para lo tuyo’”. Ángeles no lo dudó ni un momento. Tenía que irse de Venezuela para tener opciones de supervivencia. Como hizo la jubilada Carmela Pacheco y otros tantos migrantes venezolanos, lo vendió todo para poder pagarse los billetes de avión que la sacaran de allí.
El de Ángeles es uno de los casos de marcha forzosa por cuestiones médicas que componen este subgrupo dentro de la diáspora venezolana. La de los medicamentos es una de las manifestaciones más dramáticas, si es que alguna no lo es, del grave desabastecimiento que vive la República Bolivariana actualmente. Los afectados denuncian que esos artículos de primera necesidad, algunos de necesidad vital, están en manos de sectores chavistas que los concentran y que estarían llevando a cabo especulaciones millonarias.
Agustín Peña, de 47 años, llegó a España en febrero del 2018. Ahora cumple un año fuera de su país. Actualmente vive en el Papiol. Ahora busca un nuevo trabajo, después de haber hecho de albañil, de hortelano y hasta de pastor de cabras. Ya estaba conectado con el mundo caprino porque junto a su padre tenía una pequeña explotacemia ganadera de este tipo de animales. De hecho, grupos chavistas armados se encapricharon de esa finca y una noche les mataron varios animales. Esa fue una de las razones, pero no la única para optar por dejar su estimado San Cristóbal, en el estado de Táchira.
Peña ha estado vinculado a partidos opositores al chavismo. Trabajó en la administración regional, aunque luego se apartó de la vida pública. Afirma que en el 2017 le llegó información de que la Fiscalía estaba llevando a cabo una investigación
La mayoría de los que han huido del chavismo no creen en un rápido regreso pese al posible cambio presidencial
La violencia y el desabastecimiento de alimentos y medicinas están detrás de muchas de las partidas
por la que podría acabar detenido. Todo eso coincidió con el acoso a la explotación ganadera. No quiso soportar lo que entendía como una situación de acoso y se fue.
Primero viajó él y después, unos meses después, lo hicieron su mujer y su hija.
Peña, Salazar, Jiménez y Pacheco forman parte de los 94.483 venezolanos que han llegado a España desde el 2015, según datos los del padrón. El total de residentes venezolanos es de 255.071, de ellos 35.216 viven en Catalunya. Se observa en las citadas estadísticas que la gran avalancha de recién llegados se ha producido en el 2017 y, sobre todo, en el 2018.
“Soy hija de republicanos españoles y no quiero que me pase como a ellos que no regresaron a tiempo de ver una transición. Yo quiero volver –dice la psicóloga Carmela Pacheco–, si el desabastecimiento cam biara. No quiero pensar ni por un momento que no pueda volver”. Pacheco, como hija de españoles, tiene pasaporte español. Eso la sitúa en un plano de seguridad jurídica que no es la regla general. Muchos de los huidos del chavismo están pendientes de que se resuelvan sus peticiones de asilo político o asilo humanitario.
“No permitir la entrada de la ayuda humanitaria es algo terrible. ¿Cómo puede alguien decir que no hay hambre en Venezuela?”, se pregunta Pacheco.
Ángeles Jiménez, esperanzada en que ahora podrá tener calidad de vida pese a su enfermedad, tiene muchas dudas sobre un posible retorno. “No es sólo cuestión de esta presidencia disputada. Tendrá que haber un cambio más profundo”, dice al tiempo que confiesa que cree que tardará en volver.
Salazar, el entrenador de béisbol, se para unos instantes a pensar y al final deja menos margen a la duda: “Yo sólo volvería de vacaciones y todavía no. Mis hijos, además, no quieren volver”.