Los disidentes laboristas buscan la anexión de ‘tories’
Por el momento carecen de partido, líder, estrategia y dinero
Para que lo suyo sea algo más que una pataleta, los siete del South Bank –como se ha bautizado al grupo de diputados laboristas que abandonó el lunes el partido en oposición a su líder Jeremy Corbyn– necesitan adiciones a sus filas, un líder, un programa, una estrategia y convertirse en un partido. Por el momento no tienen nada de todo ello. La política británica del Brexit es como el estudio de un pintor impresionista. Los rebeldes han dibujado una nube en una esquina del lienzo. Falta el resto.
El Brexit es un tsunami que va a cambiar muchas cosas –para empezar la vieja dicotomía derecha-izquierda–, pero aún así la tarea se presenta ingente por el sistema de representación directa que existe en el Reino Unido (cada escaño se lo lleva quien lo gana, aunque sea por un voto) y la naturaleza eminentemente tribal de la política. En el año 2015, los 3,8 millones de votos que conquistó el UKIP de Nigel Farage se tradujeron en tan sólo un pírrico diputado en los Comunes.
Aunque detrás se percibe la mano negra de Tony Blair (y de Gordon Brown, Peter Mandelson y el equipo del Labour que a partir de 1997 ganó tres elecciones generales consecutivas) para constituir un partido proeuropeo de centro, los siete del South Bank se encuentran en pañales. Se especula con que otros laboristas moderados se sumen al grupo, y que amplíen sus miras con la llegada de conservadores amigos de Europa y hartos del giro del partido hacia el UKIP y la ultraderecha, como Anna Soubry, Sarah Wollaston o Nick Boles. Podría ocurrir, pero sólo si el Brexit avanza hacia el precipicio de una salida desordenada sin acuerdo.
Entre los disidentes, sólo Chuka Umunna habla abiertamente de la creación de un nuevo partido, al que no sería fácil dotar de una ideología coherente, y menos aún si se le suman conservadores y liberales demócratas (que ya son un grupo proeuropeo de centro). Los posibles puntos de concomitancia serían el rechazo a las políticas económicas marxistas de Jeremy Corbyn (nacionalización de servicios públicos, subidas de impuestos...), un actitud pro negocios, la apuesta por un segundo referéndum y la permanencia en Europa, el compromiso con la OTAN y la renovación de la fuerza nuclear británica, una política internacional y de seguridad más convencional que la del Labour actual, acusado de antisemitismo, amigo de Maduro en Venezuela y escéptico al papel de Rusia en el envenenamiento de los Skirpal. Básicamente, una nueva versión del blairismo, que nunca se ha resignado a morir.
Precisamente el antisemitismo es la principal razón que esgrimió ayer por la noche la parlamentaria Joan Ryan para abjurar del partido laborista tras cuatro décadas de militancia, convirtiéndose así en la octava disidente del Labour, al que considera “secuestrado por la izquierda dura”.
Pero el Labour ha cambiado mucho desde los tiempos de un Blair desprestigiado por la guerra de Irak, su sumisión a Estados Unidos y su empeño en privatizar la sanidad y educación públicas, inyectado con la savia nueva de decenas de miles de jóvenes que no estaban politizados y ven en Jeremy Corbyn un tipo diferente de político, que dice lo que piensa en vez de hacer relaciones públicas. Junto a ellos conviven unos sindicatos cada vez menos influyentes pero que siguen siendo la principal fuente de financiación, y un cóctel de élites intelectuales socialistas, funcionarios, progres de diversa índole, beneficiarios del Estado de bienestar y lo poco que queda de los antiguos trabajadores de cuello azul de las fábricas del norte del país (preocupados por la desindustrialización, la automoción y la inmigración y, por tanto, partidarios del Brexit). Dar coherencia a todas esas fuerzas y establecer unos intereses comunes con los que poder ganar unas elecciones –frente al lenguaje simple tory de apoyo al capital– es muy complicado para el actual liderazgo. Para un nuevo partido, muchísimo más.
Detrás del golpe se percibe la mano negra de Tony Blair, que quiere un partido de centro proeuropeo