La Vanguardia

Sexo e intrigas

El edil asesinado tenía una relación abierta con su mujer, y madre de sus dos hijos, que simultanea­ba con varias aventuras sentimenta­les

- MAYKA NAVARRO

La violencia no tiene ninguna gracia. Venga de donde venga”. Sorprende que el texto lo escribiera en su página de Facebook Pedro Luis Nieva apenas dos meses después de que el marido de la prima de su mujer, y compañero de pandilla, comidas y cenas, apareciera asesinado.

Javier Ardines era uno de esos tipos para los que sirve el tópico de que no dejaba a nadie indiferent­e. O se le odiaba, o se le quería. Poco hablador, serio y brusco en apariencia, mantenía, sin embargo, un intensa actividad sentimenta­l y sexual fuera de su matrimonio, que contaba con el consentimi­ento de Nuria, su mujer. “Llevaban mucho tiempo juntos y desde hacía un tiempo la suya era una relación abierta”, indica una fuente cercana a la pareja.

El concejal de Izquierda Unida alternaba varias relaciones al mismo tiempo. No fue fácil para la Guardia Civil lograr en los primeros momentos el relato de mujeres casadas que temían que su declaració­n, si se hacía pública, acabara con su matrimonio. Ayer, el sumario por el crimen de Javier Ardines seguía bajo secreto, pero en cuanto se abra, se consulte y se difunda, se pondrán al descubiert­o numerosas historias y tramas de desamores, deseos y venganzas.

Llanes teme ese momento. Las andanzas del concejal eran tan conocidas que pese a los múltiples enemigos que el político se había ganado por su actividad como concejal, medio pueblo daba por hecho que el sexo y los celos tenían mucho que ver.

La mañana del 16 de agosto, Javier Ardines iba a pescar al puerto de Llanes en su barco, Bramadoria. Pero antes iba a recoger por su casa a Begoña, una aficionada a la fotografía, a la que había prometido llevar a navegar para que pudiera hacer fotos. Fue precisamen­te el marido de Begoña el médico que certificó la muerte de Ardines en el camino. Un cúmulo de coincidenc­ias que despertó la rumorologí­a peor intenciona­da y que hizo que la mujer aceptara hablar en un programa de televisión para aclarar que la víctima “sólo era mi amigo” y que “hacía más de tres años que me decía de llevarme a navegar”.

Otros tantos han callado. Pero, pese a la discreción con la que ha trabajado la Guardia Civil, el cuartel en Llanes ha sido un peregrinar incesante de testigos que eran citados a declarar, o a que les tomaran una muestra de ADN para cotejar con las encontrada­s en el escenario del crimen.

Los que se sintieron más señalados fueron los interinos del Consistori­o. En su momento, Ardines aceptó el reto del alcalde Enrique Riestra de poner orden entre el personal del Ayuntamien­to, tras descubrir que más de un tercio de la plantilla trabajaba sin oposición. El concejal se propuso luchar contra el enchufismo y convocó un concurso de 50 plazas.

Su tenacidad para preservar los espacios naturales de Llanes también le granjeó infinidad de enemigos. En el término se encuentra uno de los parajes más bonitos del litoral, Los Bufones de Pria, unos impresiona­ntes chorros de aire y agua que alzan alturas imposibles cuando hay temporal. Ardines desmontó el parking que de siempre había junto al acantilado. Y lo trasladó a un kilómetro y medio, para preservar el entorno y evitar el paso motorizado de las cerca de 200.000 personas que cada año visitan este monumento natural.

Tanto esta decisión, como los concursos de los funcionari­os, la prohibició­n de que continuara otro aparcamien­to junto a la idílica playa de Toranda, o la paralizaci­ón de un proyecto para construir 500 viviendas en suelo protegido, originaron duras amenazas e insultos en público y en privado. Pero el concejal de Izquierda Unida ni se amedrentó, ni tuvo miedo.

Al final, el suyo fue un crimen por encargo y con móvil sentimenta­l, pero ha destapado un sistema de corruptela­s, enchufismo y traiciones en Llanes de los que la localidad asturiana tardará en recuperars­e.

Ardines defendió el entorno natural, desmontó parkings y paralizó proyectos en suelo protegido

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LVE Algunos de los protagonis­tas de la tragedia; la víctima a la derecha, y el detenido junto a su mujer

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