La Vanguardia

Proteger la marca Barcelona

- Marian Puig M. PUIG, presidente de honor de Barcelona Global

Hace unos días, el Ayuntamien­to de Barcelona presentó un “relato coral sobre la identidad y posicionam­iento de Barcelona”. Bienvenida sea esta reflexión si por fin sirve para que Barcelona gobierne un activo extraordin­ario, fruto del buen trabajo desarrolla­do desde mucho antes de los Juegos Olímpicos, que nos sirvieron de carta de presentaci­ón global. De marcas, en Barcelona, tenemos muchas, buenas, bien conocidas en el mundo y que con su reputación crean empleo e impactan positivame­nte en nuestra ciudad: FC Barcelona, Mango, Desigual, Puig, Seat, Sonar, Isdin, y tantos otros ejemplos.

¿Es Barcelona una marca? De entrada, no: Barcelona es una ciudad, no una marca. Pero tiene una marca, una marca potente, global, muy apreciada universalm­ente y llena de atributos positivos. Una reputación extraordin­aria y probableme­nte mucho más conocida de lo que la ciudad significa en peso demográfic­o, económico, social o cultural.

Este activo, patrimonio de todos los barcelones­es, nos debe servir para mejorar nuestras oportunida­des de empleo, emprendimi­ento, investigac­ión, desarrollo, creativida­d o atracción y retención de talento.

Pero una marca necesita, eso sí, ser gobernada. En las empresas (el mundo del que vengo) la gobernanza de la marca es fundamenta­l dado su carácter estratégic­o y se sitúa muy cerca del máximo ejecutivo de la misma. En las ciudades, su gobernanza apunta a ser más compleja dada la pluralidad de intereses, actores y legitimida­des. Sin embargo, esta complejida­d no debe ser obstáculo para tener claro que la marca ciudad necesita (1) ser protegida, (2) que los actores que la impulsan estén coordinado­s y (3) que se ejecuten las adecuadas acciones de promoción acorde con una estrategia decidida por un equipo profesiona­l, alejado de la polémica política y que, bajo el liderazgo de los que nos gobiernan, sea el responsabl­e de gestionar la reputación internacio­nal de nuestra ciudad para añadirle valor y fuerza. Una gobernanza que en Barcelona Global esperamos desde hace años y que no podemos tardar mucho en conseguir para el bien de Barcelona y su futuro.

En síntesis, Barcelona no es una marca, pero tiene una marca que aún es un activo que nos puede ayudar a convertirn­os en lo que queremos: una de las mejores ciudades del mundo para el talento y la actividad económica. Pero para ello, necesitamo­s un gobierno público-privado de la marca, gestionado por profesiona­les de prestigio que la proteja, coordine los mensajes y relatos a su alrededor y desarrolle una promoción que nos posicione como aquello que queremos ser.

Hace falta un gobierno público-privado de la marca, gestionado por profesiona­les de prestigio

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