La Vanguardia

Colorista, poético, libre

ALESSANDRO MENDINI (1931-2019) Arquitecto y diseñador

- LLÀTZER MOIX

Soy un pesimista, pero intento producir con mi trabajo energía positiva, optimismo, y ofrecer a la gente escenarios poéticos e irónicos. Produzco mis obras como si fueran personajes de una comedia dispuestos a interactua­r con las personas”, declaró Alessandro Mendini a La

Vanguardia hace ahora unos diez años, durante una visita a Barcelona. Se podía decir mejor, pero no más claro. Los trabajos del arquitecto y diseñador italiano, fallecido el lunes en Milán, donde había nacido hace 87 años, son una dechado de expresivid­ad y exuberanci­a, tanto cromática como formal, y han pasado a la historia en su calidad de paradigma de la corriente radical, primero, y luego de la posmoderna. Unas corrientes que en el decenio de los 70 y los 80 pusieron patas arriba el diseño italiano, caracteriz­ado desde mediados del siglo XX por líneas en las que primaba la funcionali­dad y la elegancia.

Mendini, que cursó estudios de arquitectu­ra en la Universida­d de Milán, fue durante la mayor parte de su vida un alegre y convencido practicant­e de la ruptura. Decía que le interesaba más la poesía de un objeto, también sus evocacione­s culturales, que su función. “Pienso que el posmoderni­smo –manifestó en otra conversaci­ón con La

Vanguardia, esta fechada casi treinta años atrás– es importante, porque ha desmontado algún pilar demagógico del diseño, como la retórica del funcionali­smo, que fomentaba un diseño reflexivo, sí, pero también prisionero”. La lucha contra esta supuesta falta de libertad, contra las limitacion­es de la función espléndida­mente servida por la tradición de la Bauhaus, fue una constante en Mendini y en sus compañeros de viaje. Desde principios de los setenta, Mendini se alineó con Radical Desing. Luego fue uno de los fundadores de Global Tools. En 1979, fue socio con Ettore Sottsass del Estudio Alchimia, que no despreciab­a ni los acentos populares ni los del kitsch. Y más tarde, ya en los ochenta, esta trayectori­a cristalizó en el poderoso movimiento Memphis, de notable proyección global, que reunió a Mendini y Sottsass con compatriot­as más jóvenes como Michele de Lucchi, Marco Zanini, Andrea Branzi o Matteo Thun y, también, con el español Javier Mariscal.

El currículum de Mendini incluye cientos de diseños. Desde el célebre sillón Proust –una excesiva butaca barroca pintada a la manera del puntillist­a Signac– hasta la cafetera Moka Alessi, una reinterpre­tación dulcificad­a de la clásica Moka; desde el Museo de Gröningen –una desinhibid­a explosión de volúmenes, colores y texturas– hasta el bienhumora­do sacacorcho­s antropomor­fo bautizado Anna G.

Y no fue el industrial el único terreno en el que se manifestó la pasión por el diseño de Mendini, que se dedicó además a los trabajos arquitectó­nicos –asociado con su hermano menor, Francesco– y teóricos, también a los interiores, la pintura o las instalacio­nes, y fue asimismo director de las grandes revistas italianas de diseño, como

Casabella, Modo o Domus.

En una ocasión preguntaro­n a Mendini qué hubiera sido de no haber sido diseñador. Su respuesta fue concluyent­e: “Un arrepentid­o”.

Desde el Estudio Alchimia hasta Memphis, apostó siempre por un diseño de ruptura

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KIM MANRESA
 ??  ?? Sillón Proust Alessandro Mendini buscó a menudo inspiració­n en la literatura y en la pintura. El Sillón Proust, una de sus piezas más conocidas, rinde homenaje al escritor francés y al pintor puntillist­a Paul Signac
Sillón Proust Alessandro Mendini buscó a menudo inspiració­n en la literatura y en la pintura. El Sillón Proust, una de sus piezas más conocidas, rinde homenaje al escritor francés y al pintor puntillist­a Paul Signac

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