La Vanguardia

Un dandy posmoderno

- Joana Bonet

jo el modisto en su documental autobiográ­fico, Lagerfeld Confidenti­al–. Roncaba”.

El estilista fallecido era un hombre muy culto, lector voraz, con una extraordin­aria capacidad de trabajo. Llegó a presentar hasta 17 coleccione­s en un solo año. También desarrolló una pasión por la fotografía. Sus imágenes se utilizaron en las campañas publicitar­ias de Chanel.

Su pasión por el trabajo lo hizo explorar otros terrenos, más allá de la alta costura. Diseñó una colección para la multinacio­nal sueca H&M, intervino en el modelo de uniforme de la selección francesa de fútbol y creó el vestuario para películas como Tacones lejanos ,de Pedro Almodóvar. El káiser de la moda tuvo la intuición de lanzar a modelos que serían estrellas, como la alemana Claudia Schiffer, la francesa Inès de la Fressange o Cara Delevingne.

No ocultó su homosexual­idad, aunque dijo que no practicaba el sexo, ni fumaba ni bebía. Tuvo una larga relación con el aristócrat­a y dandy Jacques de Bascher, que lo dejaría por Saint Laurent y moriría de sida en 1989.

Lagerfeld gozaba con su papel de genio impertinen­te. Sus opiniones daban titulares. Se lo tomaba como un divertimen­to. Fueron célebres sus aforismos, sus karlismos, frases contundent­es sobre el mundo y sobre sí mismo .“Amo saber, saberlo todo, estar informado –dijo en una ocasión–. Soy una especie de conserje universal, no un intelectua­l”. A la revista Vogue, declaró: “Soy una caricatura de mí mismo, y me gusta. Es como una máscara. Para mí, el carnaval de Venecia dura todo el año”.

Lagerfeld defendía con vehemencia su derecho a la soledad, a refugiarse en su enorme biblioteca para leer y pensar. Le bastaba con la compañía de su gata siamesa, Choupette. Ayer se especulaba con que ella heredará parte de su fortuna. Su última boutade. Ha muerto Karl Lagerfeld, que reinó en París y gobernó el olimpo de la moda durante 50 años, pero está prohibida la palabra nostalgia. No formaba parte de su vocabulari­o. La detestaba. A nadie he escuchado pronunciar con tanta verdad y encanto “je déteste ça”. Se tomaba la molestia de renombrar su universo cercano. Prefería discreción a respeto. No leía poesía traducida, opinaba que era masacrar la lengua del verso. Lagerfeld se comía las palabras, no era fácil entenderlo aunque hablara fluidament­e cuatro lenguas y leyera siete periódicos al día. Pensamient­o rápido y desconexió­n con el reloj. Era brutalment­e impuntual, defecto que su equipo le toleraba porque compensaba con creces. “Hace que lo complejo sea fácil. Cada día aprendes de él”, me explicaban. Su cambio radical se produce al morir sus dos mejores amigos, el ilustrador Antonio López en 1987 y, sobre todo, su compañero Jacques des Bascher en el 89. Es entonces cuando Karl empieza a vestir su mítico uniforme y su círculo deja de incluir a famosos, para centrarse en una tribu fiel: su maître d’hôtel ,su guardaespa­ldas, su mano derecha Caroline Lébar, la gente del taller.

Avanzaba a saltos, con paso de ardilla; siempre pareció alto aunque no lo fuera, y oficiaba con aires de Sócrates y de Diderot, pero también de Jim Morrison, Warhol y Madonna. Sin alcohol y sin drogas, fue el rey del iPod: los regalaba como generosa cortesía, en la última onda de la música electrónic­a. “Le he traído uno con novedades que nadie conoce, lo hecho yo mismo, así que si no le gusta es culpa mía”, me dijo en una ocasión.

En su casa de Saint Germain almorzaba sobre mantel fino, con Coca-Cola servida en una jarra de cristal de Baccarat. Fue uno de sus combustibl­es desde que adelgazó casi 40 kilos. No se soportaba obeso, y adoptó una disciplina militar. Se inventó otra identidad, y levantó polémicas por su forma de hablar de la obesidad; a la cantante Adele la llamó gorda. Detestaba lo políticame­nte correcto, y decía que nos empobrecía, pero en una ocasión le costó un desmentido en televisión. En una entrevista que realicé para Marie Claire España en el 2012, y ante una foto de Zapatero, dijo: “Es un imbécil, como Hollande”, y se mostró contrario a su política fiscal respecto a lo que los franceses saben hacer mejor: moda, coches, vinos y quesos. El exabrupto fue titular del Telediario de France 2: “Karl Lagerfeld afirma que François Hollande es un idiota”. Su equipo me rogó algún tipo de rectificac­ión; digamos que es un problema de contexto, les propuse.

En su infancia, en Hamburgo, admiraba a Carmen Amaya y hasta empezó a vestirse como ella y renovó el traje masculino con sus camisas Hilditch & Key, derrochand­o un estilo neogótico y veneciano, y actualizan­do la estética de un Occidente que, decía, estaba cansado, igual que su Europa, que pocas clases de moral podía dar… Su madre ejerció un papel fundamenta­l en su vida. En una entrevista me contó que, de niño, le preguntó por la homosexual­idad; “Es como el color del cabello, unas personas son rubias y otras morenas, no es nada”. En su leyenda se hallan renglones torcidos con Saint Laurent, años de voracidad sexual y pasiones turbulenta­s. En más de una ocasión dijo que sus memorias, escritas en inglés, se publicaría­n al morir y prohibiría su traducción.

Lagerfeld albergaba múltiples sensibilid­ades y visiones. Se anticipó a la extinción del plástico, considerán­dolo materia de lujo y haciéndolo desfilar para Chanel, a la que resucitó cuando la marca había quedado huérfana y él empezó a cortar los tweeds por encima de la rodilla. Antes, por la casa, habían pasado varios creadores, pero nadie recuerda sus nombres. Cuando se puso el uniforme, adquirió una actitud distante y empezó a soltar frases lapidarias. Después de Gabrielle Chanel, Karl ha sido el creador más carismátic­o, un icono pop, capaz de repetir cada temporada los mismos códigos de la maison, logrando que parecieran nuevos. Además, con su propia marca, Karl Lagerfeld, y con Fendi, ideó nuevos formatos en los tempos de la industria como las pre coleccione­s. Decía que eran ideales las ricas que pasaban las navidades en el Caribe, pero a la vez fue de los primeros en diseñar una colección para H&M. Entendía el nuevo business de la moda, instagrame­ó sus diseños y logró dominar el nuevo paradigma: había listas de espera en las tiendas de todo el mundo ansiando su gadget de temporada, e hizo crecer la facturació­n de la casa a los 8.000 millones de euros actuales.

No inventó ninguna prenda, pero convirtió la moda en un fenómeno global. Rindió un extremado culto a lo efímero: sus desfiles eran proezas de la mise-en-scène: playas, glaciares, ríos, jardines recreados en el Grand Palais con un arte ilusionist­a practicado por un hombre que nunca se complacía del todo y citaba a Bourget: “Por suerte, todavía quedamos algunos que no tenemos ninguna estima por el mérito”. Oficialmen­te sólo declaró una enfermedad: los libros; era coleccioni­sta de incunables y coffetable­s. Durante su estancia en el Hôpital Américain de París aseguran que fue un huésped encantador. A pesar de su fama de misántropo, le gustaba la gente, los jóvenes, los artistas y artesanos. En la cercanía era divertido, sagaz, muy curioso. Defendía su gusto por dormir solo. Considerab­a el matrimonio homosexual demasiado burgués y defendía las pasiones “deportivas y limitadas en el tiempo”.

Karl, al que una vez vi sin gafas –tenía una mirada vibrante, sin bolsas ni monstruosi­dades–, combinó la tradición de los salones mundanos ilustrados con la posmoderni­dad. En los ateliers de París, las petites mains que bajo su mirada severa y tierna reprodujer­on sus sueños recordarán siempre su espíritu, al hombre educado, al dandy posmoderno. Fue lector devoto de Catherine Pozzi, poeta de culto: “antes de entrar en la eterna morada/Cómo saber de quién soy la presa/ Cómo saber de quién soy el amor”. Solía despedirse apretando fuerte la mano y lanzando un beso al aire, como una estrella con guantes de cuero, el pelo empolvado, perfumado con Bal d’Afrique, sonriendo en la media distancia entre el hombre y la leyenda.

TRAUMA E INSPIRACIÓ­N

La experienci­a de la II Guerra Mundial, siendo niño, en Hamburgo, le marcó

Avanzaba a saltos, con paso de ardilla; siempre pareció alto aunque no lo fuera, y oficiaba con aires de Sócrates y de Diderot

 ?? FRANCOIS GUILLOT / AFP ?? Saludando al público del desfile de su colección de prêt-à-porter primavera/verano 2009 para Chanel, en París
FRANCOIS GUILLOT / AFP Saludando al público del desfile de su colección de prêt-à-porter primavera/verano 2009 para Chanel, en París
 ?? PIERRE VERDY / AFP ?? Flanqueado por Linda Evangelist­a y Naomi Campbell
PIERRE VERDY / AFP Flanqueado por Linda Evangelist­a y Naomi Campbell
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain