La Vanguardia

Tiroteo con balas de fogueo

El Barcelona dispara 24 veces pero es incapaz de marcar: lleva un gol, de penalti, en los tres últimos partidos

- CARLES RUIPÉREZ

El Barça entró en el césped del Groupama Stadium dispuesto a no dejar títere con cabeza en la Champions pero al final el Olympique de Lyon se fue a casa vivito y coleando. Con algún arañazo pero sin ningún agujero. Después de 24 remates del Barcelona en 90 minutos, el equipo francés pudo quedar como un colador pero no tenía ni un boquete en la armadura. Oportunida­d perdida. Encañonó pero no acribilló. No hubo daños que lamentar. No hubo parte de bajas. La única sangre que se vio salió del labio de Sergi Roberto después de un golpe de Aouar. Golpes, sí. Goles, no. Ni apretando el gatillo ni atacando con la bayoneta.

Descargó todo el cargador. Sacó todo su arsenal y vació la munición. Se quedó sin balas. Porque el Barça disparó por doquier. A todo lo que se movía. A veces sin apuntar, a veces al muñeco. Unas porque realmente era la mejor opción y el chut estaba bien elegido, otras por si las moscas, para probar fortuna, para ver cómo reaccionab­a el portero. A bocajarro y con mirilla de francotira­dor. Pero casi siempre a las nubes, desviado, con el pulso nervioso. O el portero Lopes aparecía y se ganaba una convocator­ia con la selección de Portugal.

Ni en La jungla de cristal ni en Pulp Fiction hay tantos tiros. Pero todos se perdían. Sin puntería. La diana acabó como empezó, intacta. “Agua”, como se decía en el juego de Hundir la flota .Ynoesuna novedad sino tendencia.

Suma el Barcelona un gol en los últimos tres partidos: en San Mamés, contra el Valladolid en el Camp Nou y Lyon. Sólo un tanto de botín en 270 minutos y fue de penalti. Es poco, poquísimo bagaje, para el líder de la Liga y que quiere reconquist­ar su lugar en la Champions, donde no pisa las semifinale­s desde el 2015. Ante los pucelanos, Valverde dijo que en el partido pudo acabar 4-0 con un poco de acierto o suerte. Pero eso es como lo del abuelo y las ruedas. La preocupaci­ón ya es alarma naranja ante la incapacida­d de transforma­r ocasiones claras.

En los últimos cinco partidos del conjunto barcelonis­ta sólo han marcado Leo Messi y Malcom, en el clásico de la Copa. De los tres tantos del argentino, dos habían sido desde el punto de penalti. Nadie

POCO PELIGRO

En los últimos cinco partidos del Barça sólo han visto puerta Messi y Malcom, que ni jugó

más ha visto puerta. Y el brasileño, que ya había materializ­ado un asedio en San Siro contra el Inter, ni siquiera salió.

“Leo Messi nunca ha estado inspirado contra nosotros”, proclamó bravucón el presidente del Olympique de Lyon. Lo que obvió decir Jean-Michel Aulas es que el argentino sólo había jugado cuatro partidos contra el equipo del Ródano. Y en tres, el diez del Barça marcó. Pero no en el quinto, ayer. Ni en las dos faltas directas de las que dispuso. Los misiles no llegaron a su destino-objetivo.

Kalashniko­v, inventor del AK47, estaría estupefact­o de ver a Luis Suárez. El uruguayo siempre tuvo dos metralleta­s pero se ha quedado con la pólvora mojada. Y cuando está en una posición ideal, resbala. No hay manera. Ha entrado en un bache y el pez que se muerde la cola: porque la cura es la misma que la enfermedad. Hasta Sergio Busquets, poco dado a prodigarse en la faceta de chutador, lo probó desde la frontal. ¡En dos ocasiones! Con la izquierda y con la derecha. Y fue de los que más cerca estuvo. En la primera se topó con el cuerpo del central Denayer, que desvió el chut. En la segunda obligó a Anthony Lopes a lucirse. Como Masip. Como Herrerín. Todos parecen mejores cuando se cruzan con un Barça de balas de fogueo.

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JEAN-PAUL PELISSIER / REUTERS El delantero argentino Lionel Messi botando una falta que se estrelló en la barrera, anoche en Lyon

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