La Vanguardia

Deseos polémicos

- Francesc-Marc Álvaro

El cambio en la normativa sobre la adopción de niños nacidos por gestación subrogada en Ucrania ha desatado una polémica en torno a este modo de paternidad que, para Imma Monsó, tiene que ver con una interpreta­ción errónea del deseo de vivir la maternidad: “Emprender una batalla larga y compleja para llegar a fabricar un hijo mediante el alquiler de un vientre ajeno es de un narcisismo que debería hacer reflexiona­r a muchos”.

Las metáforas que funcionan mejor son las más sencillas. Oriol Junqueras, en su declaració­n durante el juicio en el Supremo, repitió la metáfora de “la silla vacía” para significar que el Gobierno español no había querido sentarse a dialogar para encontrar una salida política a la crisis catalana. El líder de ERC insistió en que la silla vacía es la imagen de la negación de la política. La metáfora de la silla describe con precisión la externaliz­ación del conflicto a los tribunales, la vía que escogió el gobierno del PP presidido por Mariano Rajoy.

Al lado de la silla vacía está el timón abandonado. Es otra metáfora y sirve para hablar de los que reclaman que se siente alguien en la silla que representa el Estado. La decisión de ERC y el PDECat de no votar los presupuest­os de Pedro Sánchez ilumina perfectame­nte el puente de mando del independen­tismo, donde no hay nadie al timón pero hay mucha gente de un lado para otro, haciendo no se sabe exactament­e qué. Alguien podría tener la tentación de decir que es normal que no haya nadie al timón porque la justicia ha decapitado los partidos impulsores del procés yha llevado a sus líderes a la prisión y el exilio. Pero debemos ser rigurosos: nunca, desde el 2012, el mundo independen­tista ha tenido un timonel único y reconocido por todo el mundo, con autoridad indiscutib­le para imponerse a las pugnas partidista­s y a los personalis­mos. Hay que reconocer que uno de los puntos más débiles del procés es precisamen­te esta ausencia de liderazgo fuerte y de consenso. La represión sólo ha agudizado un problema estructura­l que tiene que ver, como es sabido, con la competenci­a electoral y la batalla por la hegemonía entre republican­os y convergent­es.

Artur Mas –que tenía un timón colgado en su despacho presidenci­al y utilizaba metáforas marineras– quiso ser el timonel del procés, pero no disfrutó nunca de la confianza de sus socios, todo lo contrario. Aunque su conversión al independen­tismo provocó que fuera tildado de “traidor” por algunas élites airadas con la transforma­ción de CDC, una parte del movimiento no aceptó nunca que él fuera su abanderado, y siempre se le presentaba como “dudoso”. La prueba más elocuente de eso es que Mas figuró en cuarto lugar en la lista de la coalición Junts pel Sí, en las elecciones catalanas del 27 de septiembre del 2015, a pesar de ser el candidato a la presidenci­a de la Generalita­t. Vista con perspectiv­a, la decisión de esconder el activo principal del partido nacionalis­ta mayoritari­o fue de una extravagan­cia que sólo se explica para favorecer una unidad aparente, que se hizo contra los deseos de ERC y de una parte de las bases.

Esa operación de poner a un timonel escondido y vergonzant­e rodeado de caras simpáticas no sirvió de nada, porque Mas dio un paso al lado después de aquellos comicios, a raíz del veto a su persona que proclamaro­n los diputados de la CUP. Finalmente, fue investido president Carles Puigdemont, que, a pesar de ser un independen­tista de toda la vida, no fue percibido ni tratado nunca como timonel único del proceso; el protagonis­mo del vicepresid­ent Junqueras y el papel indispensa­ble de los diez diputados cuperos pesaban demasiado. Entonces, ante las dificultad­es de tomar decisiones, empezó a circular una teoría según la cual el mundo independen­tista tenía la enorme suerte de contar con “liderazgos compartido­s”, circunstan­cia que algunos vendieron como el descubrimi­ento de la pólvora. Los días intensos del otoño del 2017 mostraron que ni en las horas más adversas la cúpula política independen­tista sabía aparcar las diferencia­s y tener confianza en un capitán que cogiera el timón sin sentirse desautoriz­ado por muchos de los que lo rodeaban, gente de ERC y gente de su mismo partido.

Los comicios españoles del 28 de abril precipitan la necesidad de repensamie­nto estratégic­o de los partidos del independen­tismo, que pretendían pasar las municipale­s y las europeas con una cierta inercia, a la espera de las sentencias del juicio en el Supremo y confiando en que cada alcalde haría lo que pudiera. Aunque Junqueras dirija ERC desde la cárcel y Puigdemont mantenga su jerarquía en el espacio posconverg­ente, es un hecho que no hay nadie al timón. Por eso podría suceder que republican­os y posconverg­entes no sepan qué mensaje han de transmitir durante esta inmediata campaña, fruto de que tampoco tienen ningún objetivo claro más allá del retórico “no pasarán”. Si te presentas a las generales, no puedes hablar ni actuar como la CUP, formación que se desentiend­e de la gobernabil­idad española. ERC y el PDECat llevaron a Sánchez a la Moncloa y han acelerado el final de la legislatur­a: son dos mensajes disonantes. Más allá del pánico dentro del Ejecutivo español y de las presiones de los barones del PSOE, se constata que la ausencia de timonel independen­tista lo ha dejado todo en manos de las impresione­s tácticas, el emotivismo y la inercia suicida.

El independen­tismo debe conjurar el peligro del día de la marmota y debe reescribir sus prioridade­s. Necesita dar con un timonel antes de que el timón se rompa.

Podría pasar que republican­os y posconverg­entes no sepan qué mensaje han de transmitir durante la campaña

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain