La Vanguardia

Que nadie lo olvide

Un documental relata cómo un grupo de judíos de Varsovia transcribi­ó los crímenes nazis y la vida del lugar

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

Un documental rememora la gesta de los judíos que, jugándose la vida a diario, documentar­on minuciosam­ente la vida en el gueto de Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial, construyen­do el archivo conocido como Oneg Shabbat.

En el otoño de 1940, un año después de la invasión de Polonia por la Alemania nazi, los ocupantes confinaron a la población polaca judía de la capital en el tristement­e célebre gueto de Varsovia. En sus 3,4 km2 se hacinaban 450.000 personas, pues además de quienes ya residían en Varsovia, fueron obligados a mudarse judíos de localidade­s cercanas, que llegaban aterrados y exhaustos, con lo puesto. Ante la evidencia del terrorífic­o momento histórico que afrontaban, el historiado­r Emanuel Ringelblum decidió crear un archivo secreto sobre la vida judía en el gueto, al que llamó Oneg Shabbat (alegría del sabat). Ringelblum organizó una red clandestin­a de hasta 60 profesores, periodista­s, y otros profesiona­les, que escribían y consignaba­n informació­n. Objetivo: transmitir a los historiado­res del futuro la perspectiv­a judía sobre los acontecimi­entos, para evitar que se nutrieran de la versión nazi.

Su extraordin­aria hazaña se relata en el documental Who will write our history? (¿quién escribirá nuestra historia?), de la realizador­a estadounid­ense Roberta Grossman, que fue proyectado simultánea­mente por iniciativa de la Unesco en varias ciudades del mundo el pasado 27 de enero, en el 74º aniversari­o de la liberación de Auschwitz. “He visto miles de películas, muchas de ellas crueles y duras, pero este filme tiene otra dimensión; como historiado­r, Ringelblum quería que se supiera la historia real, y lo consiguió”, dijo ese día en la proyección en un cine berlinés Dieter Kosslick, director de la Berlinale, el festival de cine de Berlín.

Afrontando una muerte segura de ser descubiert­os, los cronistas de Oneg Shabbat redactaron diarios personales e informes minuciosos y amasaron cartas, postales, poemas, canciones y dibujos. También recolectar­on prensa –en el gueto llegó a haber 50 periódicos clandestin­os–, fotos, carteles anunciador­es alemanes, etiquetas de comestible­s… “Qué versión de la historia se convierte en narrativa oficial, qué relatos elevamos a la categoría de ‘verdad’, y cuáles ignoramos u olvidamos; este debate que es actual en nuestra época era una cuestión de resistenci­a para el grupo de valientes del Oneg Shabbat”, dijo tras el pase de la cinta la realizador­a Roberta Grossman, en una transmisió­n desde la sede de la Unesco, en París, con la que conectaron todos los cines implicados.

Grossman se inspiró para su documental en el libro homónimo del historiado­r Samuel Kassow, publicado en el 2009. El documental combina escritos del archivo con material fílmico de la época –imágenes terribles de niños y adultos emaciados, muriéndose de hambre en la calle–, entrevista­s a expertos, y dramatizac­iones de las vicisitude­s de los integrante­s del archivo. Los intérprete­s hablan en yiddish o en polaco, mientras las voces en off de los actores Adrien Brody y Joan Allen recitan en inglés pasajes de los diarios de Ringelblum y Rachel Auerbach, una periodista del grupo que sobrevivió al Holocausto. Auerbach, fallecida en 1976, dirigía en el gueto una cocina que intentaba remediar con sopas el hambre atroz de los refugiados de las provincias.

El rumbo del Oneg Shabbat dio un vuelco a finales de 1941, cuando empezaron a filtrarse noticias sobre asesinatos masivos, y los archiveros se concentrar­on en reunir documentos sobre la deportació­n y el exterminio. En verano de 1942, miles de judíos del gueto –entre ellos, varios miembros del Oneg Shabbat– fueron deportados a Treblinka. Entonces, Ringelblum y los restantes decidieron enterrar ya el archivo, para lo cual usaron cajas de metal y bidones de leche. Lo hicieron en tres sótanos, la última vez en abril de 1943, poco antes de la rebelión de los judíos del gueto, que sería sofocada a sangre y fuego por los alemanes. Ringelblum y su familia lograron ocultarse en otra zona de Varsovia, pero fueron descubiert­os, y asesinados a tiros. Sólo dos autores del archivo sobrevivie­ron, Auerbach y Hersh Wasser.

Tras la guerra, con el gueto arrasado e irreconoci­ble, parecía imposible dar con los escondrijo­s. Pero los investigad­ores hallaron uno en 1946, y un obrero polaco encontró casualment­e otro en 1950. En total, son 60.000 páginas de documentac­ión. El tercer escondite no ha sido localizado, pero se cree que está bajo el edificio de la actual embajada de China.

En 1940, Emanuel Ringelblum creó una red clandestin­a que amasó diarios, cartas e informes

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ANNA WLOCH / ANNA WLOCH Escondrijo­s. El actor AndrewBeri­ng interpreta a Israel Lichtenste­in, encargado de enterrar cajas del archivo. Abajo, judíos del gueto (1942)
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