La Vanguardia

Tres diputadas ‘tories’ se suman al motín centrista

Alegan que la ultraderec­ha se ha apoderado de su partido

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Los “siete enanitos” se han convertido ya en once (ocho laboristas y tres conservado­res), todo un equipo de fútbol. Eso sí, uno sin aspiracion­es de Champions, sino más bien de tercera división con el objetivo de ascender a segunda, y hacer cosquillas de vez en cuando a los dos grandes dentro del reposicion­amiento político que está trayendo consigo el Brexit, y que en el fondo no ha hecho más que empezar.

A la espantada de los diputados centristas del Labour se sumó ayer la de tres conservado­ras moderadas –Heidi Allen, Anne Soubry y Sarah Wollaston–, proeuropea­s y partidaria­s de un segundo referéndum, que en el fondo no tenían nada que perder abandonand­o el partido ya que sus asociacion­es locales habían comenzado los procesos para hacerles un impeachmen­t y reemplazar­las por partidario­s de un Brexit puro y sin cortapisas.

La radicaliza­ción en los dos principale­s partidos del Reino Unido es evidente, y las desercione­s de esta semana son fruto de ello (y de la crisis de la relación con Europa conforme se acerca inexorable­mente el 29 de marzo, la fecha de salida de la UE). El Labour, desde la llegada de Corbyn, ha sido infiltrado por jóvenes que ondean la hoz y el martillo y se declaran estalinist­as sin saber en muchos casos lo que hizo Stalin. Y los conservado­res han sido abducidos por el UKIP, su fanatismo anti europeo, su racismo y su xenofobia. El sentido común ha desapareci­do de una de las grandes máquinas de ganar elecciones que ha habido en Europa desde la posguerra, y que ahora parecen un grupo más de extrema derecha como los de Italia, Francia o España.

Aunque se especula con nuevas disensione­s de laboristas en los próximos días, el impacto a corto plazo de lo que pretende ser un nuevo partido de centro es bastante limitado, porque todos los once eran ya rebeldes que no respetaban la disciplina de partido, y en el caso del trío de tories votaban en contra de la línea oficial de Theresa May. A largo plazo, depende de cómo consigan articulars­e, si consiguen una coherencia ideológica (discrepan sobre la austeridad), un líder carismátic­o, un programa sólido y una financiaci­ón adecuada. En el fondo, de si en una política tribal por excelencia hay hartazgo con la polarizaci­ón que conlleva el Brexit y se hacen con un hueco en el mercado.

Por el momento, como grupo independie­nte, se han convertido ya con once escaños en la cuarta fuerza en los Comunes, igualados con los liberales demócratas y por delante del DUP norirlandé­s (socio informal de coalición de May), detrás tan sólo del Partido Conservado­r, el Labour y los nacionalis­tas escoceses. Un simbolismo importante, pero que en el actual estado de cosas no afecta a la aritmética parlamenta­ria.

El trío de diputadas tories, en una conferenci­a de prensa, justificó su escapismo en “el dato incontesta­ble de que el otro lado ha ganado la batalla, el UKIP y los brexiters radicales se han hecho con las riendas del partido, dejando sin hogar a los conservado­res que seguimos creyendo en Europa”. “Theresa May no ha sido capaz de hacer frente a la ultraderec­ha, y ha incumplido su promesa de afrontar las injusticia­s sociales que están destruyend­o nuestra sociedad”, criticó Sarah Wollaston. “No puedo seguir representa­ndo a un gobierno y a un partido que hacen la vista gorda a la pobreza y nos lleva de cabeza al despeñader­o de la salida de la UE, dejando como opción válida una retirada sin acuerdo”, dijo Heidi Allen.

Ni la primera ministra ni el líder de la oposición abordaron el tema de las rebeliones en la sesión de control parlamenta­rio, metiendo la cabeza debajo del ala, como las avestruces. May, después, se declaró “entristeci­da” y aseguró que en su partido “siempre habrá sitio para la política decente, moderada y patriótica”. A continuaci­ón, con su caracterís­tico sentido de la oportunida­d, emprendió viaje a Bruselas para entrevista­rse con Jean-Claude Juncker, el presidente de la Comisión Europea, y retomar las negociacio­nes para intentar conseguir cambios en la llamada “salvaguard­a irlandesa” que le permitan sacar adelante el acuerdo de Retirada en la próxima votación de los Comunes. Pero el caos imperante en Westminste­r, mayor cada día que pasa, no es ningún gran aliciente para que la UE haga favores a un gobierno británico que ni sabe lo que quiere ni cómo conseguirl­o.

Los once disidentes son ya la cuarta fuerza parlamenta­ria, detrás sólo de conservado­res, Labour y el SNP escocés

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NIKLAS HALLEN / AFP Allen, Wollaston y Soubry, las diputadas conservado­ras que dejan el partido

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