Tres diputadas ‘tories’ se suman al motín centrista
Alegan que la ultraderecha se ha apoderado de su partido
Los “siete enanitos” se han convertido ya en once (ocho laboristas y tres conservadores), todo un equipo de fútbol. Eso sí, uno sin aspiraciones de Champions, sino más bien de tercera división con el objetivo de ascender a segunda, y hacer cosquillas de vez en cuando a los dos grandes dentro del reposicionamiento político que está trayendo consigo el Brexit, y que en el fondo no ha hecho más que empezar.
A la espantada de los diputados centristas del Labour se sumó ayer la de tres conservadoras moderadas –Heidi Allen, Anne Soubry y Sarah Wollaston–, proeuropeas y partidarias de un segundo referéndum, que en el fondo no tenían nada que perder abandonando el partido ya que sus asociaciones locales habían comenzado los procesos para hacerles un impeachment y reemplazarlas por partidarios de un Brexit puro y sin cortapisas.
La radicalización en los dos principales partidos del Reino Unido es evidente, y las deserciones de esta semana son fruto de ello (y de la crisis de la relación con Europa conforme se acerca inexorablemente el 29 de marzo, la fecha de salida de la UE). El Labour, desde la llegada de Corbyn, ha sido infiltrado por jóvenes que ondean la hoz y el martillo y se declaran estalinistas sin saber en muchos casos lo que hizo Stalin. Y los conservadores han sido abducidos por el UKIP, su fanatismo anti europeo, su racismo y su xenofobia. El sentido común ha desaparecido de una de las grandes máquinas de ganar elecciones que ha habido en Europa desde la posguerra, y que ahora parecen un grupo más de extrema derecha como los de Italia, Francia o España.
Aunque se especula con nuevas disensiones de laboristas en los próximos días, el impacto a corto plazo de lo que pretende ser un nuevo partido de centro es bastante limitado, porque todos los once eran ya rebeldes que no respetaban la disciplina de partido, y en el caso del trío de tories votaban en contra de la línea oficial de Theresa May. A largo plazo, depende de cómo consigan articularse, si consiguen una coherencia ideológica (discrepan sobre la austeridad), un líder carismático, un programa sólido y una financiación adecuada. En el fondo, de si en una política tribal por excelencia hay hartazgo con la polarización que conlleva el Brexit y se hacen con un hueco en el mercado.
Por el momento, como grupo independiente, se han convertido ya con once escaños en la cuarta fuerza en los Comunes, igualados con los liberales demócratas y por delante del DUP norirlandés (socio informal de coalición de May), detrás tan sólo del Partido Conservador, el Labour y los nacionalistas escoceses. Un simbolismo importante, pero que en el actual estado de cosas no afecta a la aritmética parlamentaria.
El trío de diputadas tories, en una conferencia de prensa, justificó su escapismo en “el dato incontestable de que el otro lado ha ganado la batalla, el UKIP y los brexiters radicales se han hecho con las riendas del partido, dejando sin hogar a los conservadores que seguimos creyendo en Europa”. “Theresa May no ha sido capaz de hacer frente a la ultraderecha, y ha incumplido su promesa de afrontar las injusticias sociales que están destruyendo nuestra sociedad”, criticó Sarah Wollaston. “No puedo seguir representando a un gobierno y a un partido que hacen la vista gorda a la pobreza y nos lleva de cabeza al despeñadero de la salida de la UE, dejando como opción válida una retirada sin acuerdo”, dijo Heidi Allen.
Ni la primera ministra ni el líder de la oposición abordaron el tema de las rebeliones en la sesión de control parlamentario, metiendo la cabeza debajo del ala, como las avestruces. May, después, se declaró “entristecida” y aseguró que en su partido “siempre habrá sitio para la política decente, moderada y patriótica”. A continuación, con su característico sentido de la oportunidad, emprendió viaje a Bruselas para entrevistarse con Jean-Claude Juncker, el presidente de la Comisión Europea, y retomar las negociaciones para intentar conseguir cambios en la llamada “salvaguarda irlandesa” que le permitan sacar adelante el acuerdo de Retirada en la próxima votación de los Comunes. Pero el caos imperante en Westminster, mayor cada día que pasa, no es ningún gran aliciente para que la UE haga favores a un gobierno británico que ni sabe lo que quiere ni cómo conseguirlo.
Los once disidentes son ya la cuarta fuerza parlamentaria, detrás sólo de conservadores, Labour y el SNP escocés