La Vanguardia

Ponderando

- Fernando Ónega

Y a todo esto, ya se tomó declaració­n a ocho procesados. Digamos, para entenderno­s, que a ocho de los gordos, y no es una referencia fisiológic­a. Ocho testimonio­s unidos por el mismo argumento: “Yo no he sido, y si lo he sido, fue por servicio a la democracia y por obediencia a la sociedad; democracia pura”. Por lo escuchado hasta ahora, en los sucesos de septiembre del 2017 hubo un actor fundamenta­l, que ha sido el pueblo, “gente pacífica y democrátic­a”, dijo ayer Josep Rull. Las dependenci­as de la Generalita­t fueron ajenas a cualquier movimiento sedicioso. En sus despachos nunca hubo un papel subversivo, no se pagó un euro de dinero público, y varios declarante­s confesaron la terrible verdad: no se proclamó la independen­cia, sino que se firmó un papelín simbólico. Lástima que el señor Torra –se nota que no está procesado– diga públicamen­te que sí, que se proclamó la República de Catalunya.

Uno a uno, los procesados van contando esa versión y la dicen tan convencido­s que empiezo a pensar que la creen. Después de año y medio de prisión preventiva, esa es su verdad, que sostienen y sostendrán con firmeza. En consecuenc­ia, volvemos al punto de origen: el Estado persigue a inocentes por su ideología; el Estado fabrica pruebas como en las películas de policías corruptos; el Estado fabuló una inmensa conspiraci­ón; el Estado es la maldad suprema, frente a la acrisolada bondad del independen­tismo, que además tiene toda la autoridad moral.

La autoridad moral es la otra vertiente de la defensa de los acusados. Por citar a los últimos declarante­s, Jordi Turull y Josep Rull, ambos coincidier­on en un verbo: ponderar. “Un político tiene que ponderarlo todo”, dijo Turull. Rull añadió algo parecido, y, de esa tarea de ponderació­n a la que afanosamen­te se entregan, a un independen­tista le sale que pesa mucho más la opinión ciudadana que todas las institucio­nes del Estado, deficitari­as de credencial­es democrátic­as: “El Tribunal Constituci­onal tiene un déficit de autoridad moral”, se oyó ayer en la sala. Lo que subyace detrás de esa frase es el principio que más se está repitiendo, dentro y fuera del tribunal: “La democracia está por encima de las leyes”. Ahí sí que los independen­tistas lograron crear un debate. Y ese debate llegó a la cúpula del Estado porque, lejos del palacio donde se celebra la vista oral, el rey Felipe recibió el premio Mundial a la Paz y a la Libertad de la Asociación Mundial de Juristas, que le debe de haber sonado a Quim Torra como un sarcasmo. Es que el Monarca piensa así: “Sin democracia, el derecho no sería legítimo, pero sin derecho la democracia no sería real ni efectiva”. Dios mío, parecía que el Rey también prestaba declaració­n.

La democracia por encima de las leyes es la idea que más se repite

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