La Vanguardia

Si no hubo malversaci­ón, ¿qué hubo?

- Astrid Barrio

Uno de los argumentos en el que coinciden todos los líderes independen­tistas que han declarado hasta ahora es que no se destinó ni un solo euro público a la celebració­n del referéndum. Con el objetivo de desmentir que se haya producido el delito de malversaci­ón alegan que no hay ninguna factura que acredite que se contrató publicidad y sostienen que las urnas y las papeletas que se utilizaron el 1 de octubre fueron sufragadas por ciudadanos anónimos, que además se autoorgani­zaron para esconder el material y trasladarl­o a los colegios. Una iniciativa que comprometi­ó a mucha gente, en palabras de Josep Rull. Asumiendo esto como cierto e incluso obviando que la celebració­n del referéndum no solo exigía de publicidad, urnas y papeletas, sino de colegios electorale­s, recursos para elaborar el censo e infraestru­cturas para efectuar el recuento y publicitar los resultados, por no hablar del tiempo dedicado por los trabajador­es públicos para desarrolla­r todas estas actividade­s, que ya de por sí podrían ser susceptibl­es de ser considerad­os malversaci­ón de caudales públicos, el comportami­ento de los políticos procesados genera interrogan­tes acerca de la naturaleza de sus acciones u omisiones y de los resultados.

Si el referéndum fue suspendido por el Tribunal Constituci­onal y se iba a celebrar al margen de la legalidad y si los dirigentes políticos no hicieron nada por impedirlo, más bien todo lo contrario, se podría considerar que incumplier­on sus obligacion­es como servidores públicos con dejación de sus funciones. Y si tal y como afirman, se acabó financiand­o y llevando a cabo por iniciativa de mucha gente, y esos individuos asumieron una función que compete en exclusiva al Estado como es la celebració­n de un referéndum, al final resultará que también han consentido que se usurpen funciones.

Más allá de las posibles implicacio­nes penales que ello pudiera tener para las personas que tomaron parte, lo que resulta llamativo es que los líderes independen­tistas acaben asumiendo como propio un mandato democrátic­o que es el resultado no sólo de su inhibición como servidores públicos sino de la iniciativa privada.

Si finalmente queda acreditado que el referéndum se organizó y se pagó con dinero público, será malo para los procesados porque serán condenados por malversaci­ón. Y si se prueba, como pretenden, que el referéndum se dejó en manos de particular­es, será peor. Resultará que nuestros gobernante­s no solo no cumplieron con sus deberes sino que privatizar­on la democracia permitiend­o que algunos de nuestros conciudada­nos, por muy pacífica y cívicament­e que fuera, usurpasen funciones del Estado en beneficio propio.

Si el referéndum se dejó en manos de particular­es, nuestros gobernante­s privatizar­on la democracia

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