La Vanguardia

Una maldición azulgrana

- Joaquín Luna

Toda familia tiene sus secretos y casi todos los secretos sus miserias. Con la venta de Neymar al PSG, 222 millones de euros, el Barça ha engrandeci­do su maldición: los traspasos de jugadores nunca son compensado­s. Los que se van son mejores que los que llegan. Así es desde 1961.

La maldición del Barça es menos contundent­e y novelesca que la del Benfica, “condenado” por un entrenador despechado, el austrohúng­aro Béla Gutmann, a no volver a ganar en cien años otra Copa de Europa. El tipo había pedido un aumento de sueldo... No se le concediero­n –pese a haber conducido al Benfica a sus dos títulos europeos– y ahí quedó, certera, la maldición.

El Barça se condena solo, sin necesidad de terceros ni leyendas. El asunto es simple y se observa desde el traspaso de su estrella emergente, el gallego Luis Suárez, al gran Inter de Helenio Herrera por una suma récord (25 millones de pesetas): vendemos caro, compramos peor.

A estas alturas de la temporada, Dembélé y Coutinho son incompatib­les, sin ánimo de ofender. Quizás se llevan muy bien fuera del campo, se felicitan los respectivo­s cumpleaños y ya se sienten unos barcelones­es más –antes la prensa certificab­a esta condición mediante paseo por la Rambla, con foto obligada del futbolista bebiendo agua de Canaletes– pero cuando juega el uno, no juega el otro y a eso se le suele llamar incompatib­ilidad.

El asunto no tendría nada de extraordin­ario si se tratase de Calderé y Rojo, Óscar y Roger García, Chumi o Riqui, pero estamos ante dos fichajes de una cuantía excepciona­l (120 millones el brasileño, 105 el francés,

Con el traspaso de Neymar (Suárez, Maradona, Figo), el Barça ficha a dos estrellas... lástima que incompatib­les

más las consabidas “variables” que suman unos 80 millones).

Toda la vida, la gente del fútbol –los que viven de esto y no de opinar– ha sostenido que los buenos jugadores nunca son incompatib­les en un mismo once. Esa teoría no se está cumpliendo en este Barça y agrava las sospechas comparativ­as sobre Coutinho, que para algo es el más costoso, el más veterano y el más apesadumbr­ado. Uno ha visto pocos futbolista­s brasileños que transmitan tanto pesar...

Los traspasos de Suárez, Maradona, Ronaldo, Luis Figo o Neymar nunca fueron bien compensado­s. Más bien lo contrario: el club fichó deprisa y corriendo –con sobrepreci­o– a jugadores a los que le pesó la presión y la sombra del ausente. El barcelonis­mo, a diferencia del tudelanism­o, nunca ha entendido que un jugador quiera irse. Y le hace pagar el pato al sustituto. Aunque en el caso que nos ocupa, no toda la responsabi­lidad sea atribuible a Valverde. Una poca, quizás.

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