La Vanguardia

La vida de topo del mulá Omar

Kabul niega que el líder talibán pasara 12 años oculto cerca de una base estadounid­ense

- FÉLIX FLORES

El 4 de abril de 1996 los talibanes elegían al mulá Mohamed Omar líder del Emirato Islámico de Afganistán y emir de los creyentes. En diciembre del 2001, con la invasión de EE.UU. y sus aliados, caía el último feudo talibán y el mulá Omar pasaba a la clandestin­idad. Durante años, Washington ofreció 10 millones de dólares por su cabeza, pero no está claro si lo buscó con mucho empeño. En el 2015 se le dio por muerto.

Ahora, una investigac­ión de la periodista holandesa Bette Dam que –afirma– ha durado cinco años, asegura que el mulá Omar estuvo viviendo como un topo, en habitacion­es ocultas en un par de casas en la provincia de Zabul, en el sur de Afganistán. Tuvo mala suerte: primero, los norteameri­canos construyer­on una base militar a sólo unos cientos de metros; Omar se mudó a otro lugar y entonces le construyer­on otra base, a cinco kilómetros. No salía nunca, no recibía a casi nadie. Así vivió doce años y cuando enfermó se negó a recibir asistencia médica. Le enterraron en secreto, sin marcar su tumba.

En Kabul han reaccionad­o airados a la versión de Dam en su libro En busca de un enemigo, publicado hace un mes en holandés y próximamen­te en inglés. Un portavoz de Presidenci­a ha calificado la historia de “delirante”. Y el exministro del Interior y jefe del Directorio Nacional de Seguridad entre el 2004 y el 2010, Amrullah Saleh, ha dicho que se trata de “propaganda manipulado­ra” y que se dispone de “montones de pruebas” que demuestran que Omar murió en un hospital de Karachi (Pakistán). El Gobierno afgano afirmó en julio del 2015 que la muerte en el hospital pakistaní se produjo en el 2013, la misma fecha en que Bette Dam dice que falleció en territorio afgano.

Amrullah Saleh insistía en una entrevista con La Vanguardia en noviembre del 2013 que “los talibanes son una creación de Pakistán, y los que no están bajo la supervisió­n de Pakistán no son talibanes, son otra cosa”. La versión de Dam sin duda ha irritado a Saleh (el hombre que se supone tendría que haber cazado a Omar) al asegurar que el líder talibán desconfiab­a mucho de Pakistán y nunca quiso ser trasladado allí. Dam señala, no obstante, que se le buscó en la provincia de Zabul.

Los estadounid­enses también habrían quedado en mal lugar. Sobre todo porque Dam sostiene que hubo un registro en una de las casas de Omar. El general David Paetreus, jefe de las fuerzas en Afganistán entre el 2010 y el 2011 y luego director de la CIA, ha dicho a The Wall Street Journal que “teníamos acceso a todo Afganistán, y me sorprender­ía mucho que el mulá Omar se arriesgara tanto”.

Sin embargo, el relato de Dam es consistent­e con la práctica desaparici­ón de Omar durante años. Nadie le vio, apenas se le oyó en grabacione­s. Según la periodista, ya en el 2001 el emir cedió sus poderes ejecutivos a sus lugartenie­ntes, se dedicó a escuchar la BBC (por la que se enteró de la muerte de Osama bin Laden) y a escribir en una lengua de su invención... Los rumores sobre su suerte fueron tantos que en marzo del 2015, antes del anuncio de su muerte, los talibanes divulgaron su biografía oficial. Era francament­e aburrida, y en ella decían que Omar “ha adoptado un estilo simple y llano en todos los aspectos de su vida. Vestimenta sencilla, comida sencilla, expresión sencilla...” Y añadían: “No quiere exhibirse” y “no le motiva hablar si no es necesario”.

El libro de la periodista holandesa Bette Dam pone en cuestión los servicios de inteligenc­ia de Afganistán y EE.UU.

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LV El mulá Mohamed Omar en una imagen sin fechar

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