La Vanguardia

Cuando el futuro empieza y acaba en Waterloo

- Sergi Pàmies

La comparecen­cia del comisario Castellví ha sido la materia prima más tratada por los manipulado­res de alimentos mediáticos o políticos que actúan sin licencia. Aunque tendríamos que ser lo bastante adultos para diferencia­r la verdad de la razón, y la razón de los hechos, nos mantenemos fieles a una inercia emocional que, en la trinchera independen­tista, ya ha diseñado una respuesta: exigir la absolución total y, en caso de no producirse, transforma­r la sentencia en gasolina movilizado­ra.

El relato del comisario Castellví, que ha cometido la infamia de explicar lo que ya se sabía (que el 1-O el Govern desatendió las recomendac­iones jurídicas y policiales de los que entendían que era incompatib­le aplicar dos legalidade­s simultánea­s), ha sido interioriz­ado por la industria del comentario. Y en vez de analizar la declaració­n con rigor aséptico, se ha insistido en factores emocionale­s, lenguaje no verbal y, sobre todo, en la trascenden­cia de un relato que contradice la doctrina de la desobedien­cia y el sabotaje institucio­nal como únicos motores de esta historia.

Es sintomátic­o que, superado el primer impacto, hayan empezado a circular diagnóstic­os de expertos que le quitan trascenden­cia al testimonio de Castellví y subrayan su inconsiste­ncia penal sin calcular qué pasará cuando comparezca­n (o no) Josep Lluís Trapero y Moleskine Jové. Entre los cronistas del juicio, la visión de Guillem Martínez es imprescind­ible, sobre todo cuando constata que la Fiscalía ha echado toda la carne en el asador de los delitos de rebelión y sedición. “Algo chocante, cuando uno observa la carne –poca– y el asador –descomunal–”, escribe Martínez.

Más carne en el asador: el PDECat se ha acabado de autodestru­ir en manos de un Carles Puigdemont que, de pollo en pollo, imita la estrategia de Esquerra Republican­a para devolverno­s a los tiempos del antifranqu­ismo fratricida, cuando se establecía­n categorías morales de compromiso entre los que estaban fuera del país o en la cárcel. Las balbuceant­es explicacio­nes de David Bonvehí recordaban las de Zubizarret­a tras la derrota de Atenas. El nivel de asistencia al consejo nacional del PDECat certifica el grado de desercione­s y empoderami­ento de Waterloo. Alguno de los que asistieron a la confección de las listas cuenta, desolado, que pasó como con las urnas del 1-O: apareciero­n de repente y nadie sabía ni de dónde venían ni con qué criterio se habían hecho. Son los misterios de la excepciona­lidad, que lo justifica todo, incluso la pérdida de un control racional de la realidad y la criminaliz­ación de un catalanism­o moderado fiable, capaz de recuperar una representa­tividad que no confunda la justicia con el colapso civil.

De pollo en pollo, Puigdemont acaba imitando la estrategia de ERC

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain