La Vanguardia

El estadio de las tinieblas

Sunderland vivía de los astilleros, los altos hornos y su equipo de fútbol. Toda su industria ha desapareci­do, y el club juega en tercera

- Rafael Ramos

Se puede ser superstici­oso o no, ¡pero mucho cuidadito con los gatos negros! Hace un par de años pasó uno llamado Brexit por el Estadio de la Luz de Sunderland, y desde entonces el equipo no levanta cabeza. Un par de meses antes del referéndum, jugaba en la Premier League. Hoy lo hace en la tercera división inglesa.

Vincular el Brexit con la suerte del Sunderland AFC puede parecer como mezclar peras y manzanas, pero no lo es tanto. En la madrugada del 24 de junio del año 2016, a eso de las dos o las tres, la ciudad del nordeste de Inglaterra, de amplia tradición industrial, laborista y obrera, contó los votos y resultó que sus gentes habían decidido la ruptura con la Unión Europea. Fue el primer indicativo claro de lo que se confirmarí­a horas después. No sólo las abuelas y coroneles retirados de la campiña inglesa querían marcharse. La suerte estaba echada.

Desde el siglo XIX, las tres grandes institucio­nes de Sunderland han sido los astilleros, los altos hornos de donde han salido desde recambios para aviones de guerra hasta piezas de centrales nucleares, y un club de fútbol con seis ligas (la última en 1936, cuando en España comenzaba la Guerra Civil) y dos copas (la segunda en el 73, dos años antes de que muriera Franco). Es el que más veces ha ganado el campeonato después de Manchester United, Liverpool, Arsenal, Everton y Aston Villa, igualado con el Chelsea y por delante (todavía) del City. Amalgama de una comunidad monocultur­al y casi exclusivam­ente blanca (94%), su época de máximo esplendor fue entre 1892 y 1902, cuando era llamado el “equipo de los talentos”.

Los votantes de Sunderland no acudieron precisamen­te contentos a las urnas en junio del 2016 para decidir sobre el Brexit. Hacía tiempo que ya no lo estaban, porque el último astillero cerró en 1988, de las fundicione­s sólo quedan algunos cascarones y chimeneas, la ciudad nunca se ha recuperado de las políticas desindustr­ializadora­s de Margaret Thatcher, y los trabajos duros pero sólidos con maquinaria pesada han sido reemplazad­os por otros precarios y mal pagados en el sector servicios. Y para colmo, un mes y medio antes, su equipo –los gatos negros– había descendido de la Premier League.

La maldición no había hecho más que empezar. Porque al año siguiente (2017-18), en vez de cumplir el objetivo de recuperar la categoría, el Sunderland bajó a tercera, donde juega actualment­e por tan sólo segunda vez en toda su historia. La derrota por 0-5 frente al Celtic de Glasgow en un amistoso ya fue un mal fario, y a partir de ahí todo lo que podía salir mal, salió mal. Simon Grayson fue reemplazad­o en el banquillo por Chris Coleman, con el pedigrí de haber llevado a País de Gales a las semifinale­s de la Eurocopa, pero ambos se estrellaro­n contra la falta de recursos. El entonces propietari­o, Ellis Short, decidió que no quería perder más, se desinteres­ó por completo del club, y dio órdenes de fichar solo con el dinero generado por traspasos, o contratand­o jugadores cedidos.

En Inglaterra perder la categoría es una auténtica tragedia financiera. Mientras los veinte clubs de la Premier se reparten unos tres mil millones de euros al año en derechos de televisión, los 72 equipos de segunda, tercera y cuarta disponen de un total de cien millones que no les da ni para pipas. Cuando se cae al pozo, no queda más remedio que vender a los jugadores decentes porque no quieren quedarse y además sus contratos son inasumible­s. Es como meterse en una centrifuga­dora de la que resulta imposible salir. En el caso del Sunderland, el gabonés Didier N’Dong y el senegalés Papy Djilobodji ni se dignaron a presentars­e a los entrenamie­ntos de pretempora­da para forzar su marcha (ambos juegan ahora en el Guingamp francés).

Las miserias del Sunderland son en cierto modo las de todo el nordeste de Inglaterra, cada vez más lejos de la prosperida­d económica de Londres y el sur del país. Históricos como el Leeds United y el Blackburn Rovers son una sombra de lo que fueron. El Middlesbor­ough no ha podido consolidar­se en la Premier, y el Newcastle se conforma con mantenerse. Cuando muchos de sus seguidores votaron por la salida de Europa, votaron contra el sistema en general, contra la clase política y los bancos que provocaron la crisis financiera.

En el Brexit todo sigue abierto. El Sunderland, a cargo del escocés Jack Ross, oscila entre la tercera y la cuarta posición, con posibilida­des de ascenso. Un consorcio ha adquirido el club y prometido inversión. Tal vez pronto el estadio de las tinieblas vuelva a ser el Estadio de la Luz.

Sólo Manchester United, Liverpool, Everton, Arsenal y Aston Villa tienen más ligas que el Sunderland

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IAN HORROCKS / GETTY McGeady, jugador del Sunderland, anota un gol de penalti como local en el Estadio de la Luz
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