Maria Anglada
La rivalidad entre el Voltregà y el Vic pasa de padres a hijos y explota en una batalla de pasiones en Sant Hipòlit
JUGADORA DEL VOLTREGÀ
El Voltregà ha hecho historia en el hockey femenino al conquistar su sexta Copa de Europa, todo un récord, en una emocionante final ante el Generali Palau que se decidió (2-1) con un gol final de Anglada en la prórroga.
Lo bueno llega hoy; hoy habrá guerra”, advierte con tono socarrón un vecino del pueblo a otro de más edad. Son las 6 de la tarde. Ni un alma en las calles. Con la misma discreción, Sant Hipòlit de Voltregà se abre paso en un rincón del norte de la Plana de Vic como uno de los municipios más pequeños de Catalunya: no llega a un kilómetro cuadrado de superficie (0,97 km2), donde viven 3.500 habitantes. Pero es el epicentro de una pasión desbordada por su equipo, el Club Patí Voltregà, orgullo del pueblo, una especie de Astérix que fue uno de los referentes del hockey continental, tricampeón de Europa en los años 60 y 70. Ahora vive con menos ruido mediático... aunque hoy hay guerra en el pueblo: es el día del derbi comarcal Voltregà-Vic, uno de los duelos más intensos entre vecinos.
Pero excepto el aviso del vecino, no hay rastro de la guerra. Ni carteles del partido en el bar La Catòlica, ni pancartas, ni un breve en los diarios deportivos... ¿Se habrán equivocado de día los voltreganeses, que adelantaron el partido para no coincidir con la final four femenina?
La duda se disipa a las puertas del pabellón municipal. Por allí anda con su sombrero característico RaCP mon Sitjà, presidente del Voltregà. “Somos un pueblo que patina”, dice dando la bienvenida a La Vanguardia el expolítico (fue alcalde de Manlleu), que intenta sintetizar el sentimiento de la rivalidad con el Vic: “Es el clásico de Osona, un Barça-Madrid”, arranca. “El Voltregà tiene una magia especial y una fuerza de ser un pueblo dedicado al hockey; el hockey sobre patines se entiende como un elemento identitario del pueblo y de todo el Voltreganès, que se irradia por Osona norte. También en Manlleu, Torelló, Roda de Ter, incluso en Ripoll, hay aficionados del Voltregà”.
Una identidad que se refuerza como nunca contra el enemigo, el Vic, el equipo de la capital, a 11 km. Una rivalidad que, según Sitjà, “es natural”, lógica, “entre el grande y el pequeño, el equipo de la capital y el de un pueblo de la periferia, entre los que quieren comérselo todo y los que trabajamos desde la base”. Aquí está, según los locales, el motivo que más alimenta la rivalidad.
–Somos un pueblo pequeño, con menos recursos y menos posibilidades, y eso hace que los vecinos apoyen al Voltregà para ser un factor decisivo: donde no llega el dinero, llega la gente –explica Sergi Cirera Cherry, concejal de Cultura y Juventud, y miembro de la peña Sac i Ganxo (una referencia popular a los de Sant Hipòlit, “que iban a robar con un saco y un gancho”). El grupo que capitaliza los choques dialécticos con Vigatans 1705, peña del Vic.
“En los 90, las aficiones hacían auténticas animaladas”, recuerda Cherry. “Se tiraban bengalas, petardos, piedras, colillas, monedas... Ahora es más relajado; la rivalidad ha pasado a las redes sociales”, dice el concejal y aficionado. “Pero verás que el ambiente es muy caliente en el pabellón: metemos a 1.000 aficionados, el doble que otros días”.
El municipal es un recinto envejecido, desconchado, con olor a cerrado, a sudor, a humedad y a historia, inaugurado por Tarradellas en 1980. Preside la pared del fondo el escudo del pueblo, un cartel de los 50 años del club y una estelada. Y en la grada lateral, una pancarta-mural de letras y colores escolares con el lema “Patinar per somiar”, que recuerda el This is Anfield, pero sin efecto intimidador.
Sí que lo tienen los cánticos que se intercambian en la grada. “Puta Vic, puta Vic; el meu avi ja m’ho deia: abans mort que ser del Vic”, dedican los de Sac i Ganxo a los Vigatans, en la otra punta. “No se oye, no se oye”, replican, burlones, los del Vic. Dos mossos los vigilan discretamente.
La tensión crece en la pista y la crispación en las gradas.
–Desde la base hemos vivido esta rivalidad, es un partido especial: le tienes más ganas y te hace más ilusión ganar al Vic que al Barça, porque nuestra gente lo vive más –señala Eric Vargas (28), capitán del Voltregà, en el club desde los 7 años.
–El derbi es más importante para ellos, salen con la motivación multiplicada por 10. Es una de las pistas con más ambiente, comparable a la del Reus o la del Oporto –apunta Quim López, técnico del Vic, que fue jugador del Voltregà en los 80.
El pabellón se calienta por momentos. Llega el 0-1, de Aniol Mangas. Las butifarras vuelan desde el rincón del Vic. Y más con el 0-2. Los escupitajos e insultos saltan de Sac i Ganxo a los jugadores visitantes. El descanso enfría el ambiente. Y más aún un apagón, seis luces que fallan, a los 3m28s de la reanudación.
–Pagad las facturas, oh, oh... –cantan los Vigatans, encendiendo las luces de los móviles.
–El año que viene, el derbi en Taradell –replican los de Sac i Ganxo.
–No es un pabellón, es un futbolín –contraatacan los de Vic.
Cerca de la medianoche, las luces no han vuelto y los árbitros suspenden –por primera vez en 27 años– el derbi de nunca acabar.
UNA RIVALIDAD LÓGICA
“Es la lucha entre el grande y el pequeño, entre la capital y un pueblo periférico, entre el dinero y la base”
LOS NUEVOS TIEMPOS
“En los noventa se hacían animaladas, se tiraban bengalas, petardos... ahora la rivalidad es en las redes”