La Vanguardia

Sensibilid­ad animada

Salvador Simó encandila a Málaga al recrear el rodaje de ‘Tierra sin pan’

- FERNANDO GARCÍA

El director barcelonés Salvador Simó recrea la aventura del rodaje de Las Hurdes. Tierra sin pan, singular película que Luis Buñuel realizó en los años treinta, en el largometra­je de animación Buñuel en el laberinto de las tortugas, con el que ha encandilad­o al público del Festival de Málaga.

Una tarde de 1931, Luis Buñuel comenta a su amigo Ramón Acín su propósito de rodar un documental sobre “el lugar más miserable y olvidado de todo el planeta”, Las Hurdes. Entre copa y copa de vino, el cineasta se lamenta de no hallar financiaci­ón para el proyecto. El amigo, un conocido pintor y escultor comprometi­do con la CNT, se para un segundo ante un puesto de lotería para comprar un décimo de Navidad y promete al realizador que, si le toca, le pagará el documental. Semanas después, Buñuel casi no se lo cree cuando Acín le llama a París para comunicarl­e que le ha tocado el gordo y cumplirá su palabra. “¿Cómo? ¡Pensé que era una broma!”, dice el director de cine a su colega, que no anda boyante. “¿Y tu mujer y tu hija?”, le pregunta. Pero Acín no se echará atrás.

Así empieza la historia del célebre documental Las Hurdes. Tierra sin pan, que no sólo descubrió al mundo el sangrante estado de necesidad y atraso de esa zona de Extremadur­a sino que cambió la vida y el alma de Buñuel y lo condujo a un giro crucial en su obra. La aventura se recrea con todo detalle en el sensible y bello pero realista y cuidado largometra­je de animación Buñuel en el laberinto de las tortugas, con el que el director barcelonés Salvador Simó encandiló ayer a los asistentes al Festival de Málaga, donde el filme compite en la sección oficial.

La película, basada en la novela gráfica homónima de Fermín Solís –reeditada por Reservoir Books–, pone el énfasis en la intensa amistad entre el cineasta y Acín. Juan Luis Buñuel, hijo del realizador, dijo a Simó cuando preparada la cinta que a su padre “se le rompía la voz cuando hablaba de su amigo”, fusilado tras el golpe de Estado de 1936.

Las imágenes animadas se intercalan con fragmentos de Tierra sin pan. “Había que completar la narración con el documento al que se refiere para mostrar los hechos a través de los ojos de propio Buñuel. Así la película es más sólida”, dice Simó.

Además de unas cuantas escenas del documental con imágenes de los desnutrido­s habitantes de Las Hurdes, los injertos incluyen secuencias de la muerte de varios animales que en la obra del aragonés se presentan como víctimas de accidente o desgracia, pero a los que fue Buñuel el que, entre protestas de Acín, mató o provocó la muerte (dos cabras, un burro y una gallina). Es una de las muestras de “las complejida­des del genio” que era el creador originario de Calanda.

“Lo que vio y lo que hizo en Las Hurdes transformó a Buñuel; le hizo madurar y acuñar la marca personal de su obra en el futuro. Su lenguaje surrealist­a pasó a ser menos visual y más humano”, señala el director del largometra­je.

El filme está hecho como una película de imagen real; con movimiento­s de cámara y los actores de voz moviéndose a la par que los personajes dibujados –no parados ante un micro– para dar un efecto más “orgánico” a la acción y los diálogos. Un realismo que se extiende al tono emocional del relato –contenido pero muy expresivo– y al retrato del protagonis­ta, que aparece como el ser humano difícil que era. Un tipo irrepetibl­e. Una película singular.

El documental en Las Hurdes hizo madurar al cineasta aragonés, cuyo lenguaje surrealist­a se hizo más humano

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WANDA FILMS / ARCHIVO Buñuel en el laberinto de las tortugas, título debido a la apariencia de un pueblo de Las Hurdes desde lo alto

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