La Vanguardia

Histórica y pedagógica

- Francesc-Marc Álvaro

Perdónenme el adjetivo, pero es pertinente: la manifestac­ión independen­tista en Madrid es histórica. En sentido literal. Entendemos por histórico un acontecimi­ento nuevo que no tenía precedente­s y que, por su importanci­a, es un hito. Nunca, durante más de cien años de nacionalis­mo catalán, la gente partidaria de esta causa se había desplazado a la capital de España para protestar masivament­e y expresar sus demandas. Ahora, cuando el nacionalis­mo catalán se ha hecho independen­tista, se produce una gran manifestac­ión de catalanes en el corazón del Estado del que se quieren separar, mediante una consulta democrátic­a y pactada, después de una especie de ensayo general de secesión, sin consecuenc­ias efectivas pero con graves consecuenc­ias penales para sus impulsores.

¿Qué nos dice de nuevo esta manifestac­ión? Nada. Sólo subraya dos evidencias: la crisis catalana es el primer problema español, y no se podrá gobernar España sin abordar políticame­nte la desafecció­n de –por lo menos– la mitad de Catalunya. Era también una manifestac­ión para romper la espiral del silencio y la persistent­e desinforma­ción de muchos medios de Madrid, para hacer llegar directamen­te a la población madrileña el carácter cívico, integrador y pacífico de un movimiento que es definido a menudo como étnico, excluyente y violento por los que dominan el relato de actualidad que consume la mayoría de los españoles.

¿Por qué el independen­tismo no hizo una manifestac­ión en Madrid antes del 1 de octubre? ¿Por qué no antes del 9-N? Si se trata de conectar con los sectores de la sociedad española más abiertos a revisar el statu quo, quizás habría sido provechoso organizar esta marcha mucho antes de tener líderes políticos juzgados en el Supremo. No soy tan ingenuo de pensar que un día de manifestac­ión deshace por arte de magia los prejuicios incubados durante siglos, obviamente. Pujol intentó hacer pedagogía de Catalunya sin plantear ninguna ruptura y comprobó que es muy complicado que se entiendan y se acepten algunas premisas. En todo caso, el independen­tismo no puede dejar de explicar donde sea, y de manera primordial ante la ciudadanía española, una tarea tan indispensa­ble como difícil.

Estamos donde estamos: juicio en el Supremo, elecciones polarizada­s, explotació­n sectaria del caso catalán y ausencia de un nuevo proyecto español alternativ­o al de las tres derechas. Ni Podemos osó sumarse a la manifestac­ión del sábado, hay demasiado en juegoyel frame aznariano impera. El independen­tismo no tiene una estrategia digna de tal nombre, pero conserva la capacidad de movilizaci­ón, porque la indignació­n es profunda, a pesar del breve paréntesis del Ejecutivo Sánchez. Más allá de pugnas y purgas partidista­s, las bases independen­tistas siempre están ahí. La herida abierta promueve por debajo la unidad que por arriba no existe.

Independen­tistas en Madrid: ponen en evidencia el pensamient­o ingenuo de los profesiona­les del Estado que creen que con policías y jueces todo se resolverá.

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