La Vanguardia

Un campeón en Sevilla

- Joan Josep Pallàs

El Barça cabalga hacia un nuevo título de Liga. El equipo de Valverde, llegados a marzo, se desenvuelv­e como un grupo campeón. Nadie es capaz de soportar el ritmo de los azulgrana, cuya maquinaria mejora con el paso de los partidos. Destaca su capacidad de adaptación a distintos escenarios, una facultad que le hace indescifra­ble. Gana en todos los sitios y con distintos estilos. Su manual es rico en registros. Es compacto y letal. Y tiene a Messi, un futbolista que vence a los cronistas por agotamient­o. Ayer les ofreció ser originales: un estadio rival acabó coreando su nombre. Lo nunca visto.

Después de verlo parece sencillo, pero nunca es fácil jugar contra el Betis de Setién, un entrenador bielsista que somete a sus jugadores a una movilidad continua y al rival a una prueba de estrés ininterrum­pida. No hay pase cómodo cuando delante está el Betis porque su presión alcanza todos los rincones: te organiza emboscadas de dos contra uno en cada centímetro del terreno de juego. Su dibujo no es nítido porque sus jugadores no paran quietos. Su táctica se expresa a través de un ritmo altísimo y una norma sagrada: el balón no se rifa bajo ningún concepto. El ideario es fabuloso para el espectácul­o, pero asume riesgos. En ocasiones es difícil discernir entre la valentía y la temeridad. Cuando las cosas salen bien surgen obras reseñables como el 3-4 de la primera vuelta en el Camp Nou, cuando no, la crítica aparece, oportunist­a y especialme­nte despiadada. Ser singular está mal visto.

Sucede que al Betis anoche le vino a visitar un Barça que se siente campeón y actúa como tal. El de Valverde es un equipo que lo mide todo, también los riesgos. Sus objetivos son mayores y transita en otro nivel. Entre sus virtudes está la versatilid­ad. En ocasiones se hace con la posesión y en otras, como en el Villamarín, entiende que el botín está en la explotació­n de los espacios. Si tu oponente juega sin laterales y quienes ocupan los carriles, tanto para atacar como

Messi vence a los cronistas por agotamient­o: ayer les ofreció ser originales

para defender, son dos futbolista­s hiper- ofensivos como Tello y Joaquín, es obvio que hay un camino por el que aventurars­e. Lo detectó Ter Stegen, con pases largos buscando la carrera de Jordi Alba, también Arthur, que se contagió de la locura bética jugando de centrocamp­ista movedizo auxiliando la salida de balón en zona de mediocentr­o, en ambos interiores y en punta de rombo ofensivo. Messi y Suárez, formidable­s, acabaron el trabajo.

El Barça, pleno de confianza, cuenta con jugadores comprometi­dos, adaptables sin rechistar al plan que toque. Ayer quedó fuera Coutinho, desalojado con justicia por su actitud apática en contraposi­ción con la predisposi­ción de Vidal, que pese a no dominar el lenguaje Barça lucha por entenderlo. La confluenci­a de los dos Arturos (el brasileño y el chileno) es un éxito de Valverde. Van muchos como para no reconocer su trabajo.

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JOSE MANUEL VIDAL. / EFE Arturo Vidal fue titular y cada vez entiende mejor su función
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