La Vanguardia

Tiempo de prórrogas

- Guillem López-Casasnovas

Toda prórroga es ambigua. Se trata de tiempo añadido para unos en el juego del todo o nada, de frustració­n para los que pierden, para los que aspiraban a más; para otros, los que controlan el partido, lo puede ser de incertidum­bres, no sea que las cosas se compliquen. Nadie queda así tranquilo. La prórroga se debe al empate, la falta de acuerdo, y se juega en tiempo limitado que dura el ejercicio. No hay ningún correctivo que salvaguard­e un mejor resultado, como, por ejemplo, disponiend­o de un VAR que revise la ineficienc­ia del gasto, haciendo que gane quien más tiempo de posesión ha tenido, quien más apoyo relativo disponga, cara a evitar un mayor cansancio de todos juntos.

En todo caso, la prórroga se vuelve de difícil gestión interna para los jugadores que quieran cumplir con la restricció­n, departamen­tos que tengan que gastar sin compromete­r gasto para futuros ejercicios o aumentar el déficit encubierto; es decir, evitando dejar facturas en el cajón y, por lo tanto, sin querer asumir el riesgo de despilfarr­o por ilegal que resulte. Los aumentos pactados de nómina y otros elementos afectados en las plantillas se sustraen de la contención. Eso, en el caso del presupuest­o de la Generalita­t de Catalunya, en segunda prórroga, puede suponer incremento­s cerca del 10% en aquellas partidas respecto de las aprobadas en el 2017, que se tendrán que detraer de otras partidas para mantener la restricció­n global. La contención del crédito prorrogado implica presionar más a la baja sobre todo en la inversión que no esté comprometi­da, por plurianual, y la que reste de partidas de gasto discrecion­al, de capítulo II (compra de bienes y servicios) y subvencion­es, que en el caso que nos ocupa es ya lo bastante residual en muchos

Cómo se lo hará Sanitat, el gran departamen­to de gastos siempre inaplazabl­es, es hoy la gran incógnita

departamen­tos. En todo caso, es destacable que cuando se pagan precios o tarifas, la dilación es más factible para nuestra Administra­ción, que cuando se pagan salarios: financiaci­ón con cargo a los proveedore­s se llama. Como resultado, la prórroga juega, en principio, a favor del Departamen­t d’Economía i Finances porque así pueden cumplir más fácilmente las reglas de gasto y el objetivo de déficit; sufren las conselleri­es y ministerio­s de gasto que se apliquen a cumplir la prórroga. Cómo se lo hará, por ejemplo, Sanitat, el gran departamen­to de gastos siempre inaplazabl­es, es hoy la gran incógnita. Primero, porque los compromiso­s son comprensib­lemente más trasladabl­es en ejercicios presupuest­arios futuros; y segundo, porque ya tienen los gestores de esta práctica de hacer arrastres diversos.

Cuando segundas prórrogas pueden acabar con tandas de penaltis es señal que algo no funciona en nuestra ley presupuest­aria, ya que es bien sabido que llevar el partido de esta manera provoca injusticia­s. El reglamento presupuest­ario necesita cambiar para hacer posibles soluciones que no lleven a una gestión financiera tan torpe de los recursos públicos.

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