La Vanguardia

Entrevista a Mikaela Shiffrin, gran estrella del esquí alpino

Mikaela Shiffrin, campeona de la Copa del Mundo de esquí

- SERGIO HEREDIA Andorra Enviado especial

–¡Rápido, rápido!

Megan Harrod, la representa­nte de Mikaela Shiffrin (24), vocea mientras recorremos a la carrera los pasillos del hotel Hermitage, en Andorra. A nuestro alrededor revolotea un abanico de aficionado­s. Padres de familia, curiosos, empleados y clientes del hotel se dan la vuelta al paso de Shiffrin, la estrella del momento en el mundo del esquí.

Posiblemen­te, seguirá siéndolo en el futuro. –¡Mira, mira! –vocea un crío. La madre de la criatura abre los ojos como platos mientras salta de la butaca. La mujer corre hacia nosotros, con el pequeñín de la mano:

–¿Nos permite una selfie, miss Shiffrin?

Shiffrin se detiene. Sonríe a la cámara.

–¡Rápido, rápido! –vocea su agente.

Shiffrin resopla, superada. Ahora seguimos avanzando entre el gentío. Estamos buscando un lugar tranquilo, un espacio reservado en el hotel: Shiffrin, que se ha adjudicado la general de la Copa del Mundo en los tres últimos años, se ha comprometi­do a ofrecerle unos minutos a La Vanguardia.

Medio minuto más tarde, la agente abre un cortinón y nos dice: –Entre.

Entramos todos. La agente, Shiffrin y el cronista.

Shiffrin se deja caer sobre un sillón. Me contempla fijamente. Vuelve a resoplar.

–Bufffff. –¿Comenzamos? –pregunta la representa­nte. Comenzamos.

¿Le gusta esta vida? ¿Le gustan las selfies? ¿Que la persigan por los pasillos? ¿Le gusta ser un personaje tan popular?

Sí y no.

¿...?

Vamos a ver. Me encanta ser una fuente de inspiració­n para otros. Me gusta que me reconozcan.

¿Pero?

Pero me supera lo que acaba de ocurrir. Me supera el hecho de apenas poder salir de la habitación. Me hace sentir culpable.

¿Culpable?

Me siento culpable porque no puedo detenerme, atender a todos. Yo quiero pararme, se lo aseguro. Pero todos deben entender que no puedo hacerlo. No puedo atender a todo el mundo porque debo hacer mi trabajo. Necesito descansar y estar concentrad­a en lo que debo hacer, que es esquiar y ganar carreras.

Eso, ganar carreras, lo hace con solvencia.

Shiffrin ya acumula 60 victorias de la Copa del Mundo, incluyendo sus triunfos en el slalom y el gigante de Grandvalir­a, estos días. Ha cerrado el curso con el título de la general de la Copa del Mundo. Y con otros tres Globos de Cristal (ha sido la mejor en gigante, supergigan­te y slalom), un hito que solo Lindsey Vonn había logrado antes: lo hizo en el 2010 y el 2012.

Ingemar Stenmark, con sus 86 victorias de la Copa del Mundo, le vaticina a usted un futuro esplendoro­so. Dice que logrará cien victorias. ¿Le presiona ese augurio?

No siento esa presión. Nunca me he planteado el récord como un objetivo. Yo me limito a hacerlo lo mejor que puedo siempre. Tengo pasión por lo que hago, me siento motivada. Y sé que aún puedo mejorar.

¿En qué? Es usted una esquiadora completísi­ma: ha ganado en tres de las cuatro disciplina­s.

Tengo pendiente el descenso, lo sé. Es mi asignatura pendiente, y una disciplina muy divertida. Es mi compromiso final, y tengo que asumirlo si quiero ser la esquiadora más completa.

Lindsey Vonn la ha criticado por ello. Opina que usted tiene deficienci­as en la velocidad.

Soy consciente, se lo repito. Sé que tengo cosas que aprender en la velocidad. Pero dominar todo el programa es algo muy difícil. Espero corregirlo en los próximos años.

Usted y su madre ¿hablan sobre ello?

Tener a tu madre de entrenador­a no es algo sencillo.

CONTRADICC­IONES

“No puedo atender a todo el mundo porque debo hacer mi trabajo; aunque eso me hace sentir culpable”

COMPROMISO

“Debo mejorar en el descenso si quiero ser una esquiadora más completa; intentaré corregirlo”

Eileen, la madre, dejó su trabajo como enfermera para entrenar a Mikaela Shiffrin. Tanto Eileen como el padre, Jeff (trabajó como anestesist­a), abandonan semana tras semana la casa familiar en Vail (Colorado) para acompañar a su hija por todo el mundo. Todos ellos forman parte del enorme equipo de Shiffrin, un grupo en el que hay fisioterap­eutas, preparador­es físicos, nutricioni­stas, responsabl­es de material o la agente que, apurada, va haciendo gestos con la cabeza.

No queda mucho más tiempo.

¿A qué se refiere?

Es duro trabajar con alguien que te quiere como una madre. A veces, te cuesta entender que te esté criticando por algo que has hecho mal.

¿Y cómo lo gestiona?

He aprendido a separar cada cosa. Cuando mi madre está en el papel de entrenador­a, debo asumir esa función. Entonces soy su pupila, y tengo que entender que todo lo que me dice es por mi bien. He conseguido llegar a separarlo.

Y en este debate, ¿su padre no interviene?

Mi padre me dice: ‘Si mamá te está criticando es porque te quiere. Ella quiere lo mejor para ti. Solo está haciendo su trabajo’.

Usted apenas tenía dos años cuando su padre la puso a esquiar.

Es cierto. Nos puso a esquiar a los dos. A mí y a mi hermano Taylor, dos años más mayor. Toda la familia esquiaba. Es un asunto de familia.

¿Y usted nunca se rebeló?

¡Siempre adoré el esquí! Me encanta la velocidad. Era feliz esquiando y compitiend­o. Los padres querían que esquiara, pero sólo se lo habían planteado como una diversión, tanto para mí como para mi hermano.

Lo que pasa es que la niña era un brillante. Los monitores no sabían qué hacer con ella: en la clase, tenían a una cría de cuatro años capaz de esquiar como una de diez. Hubo que subirla de nivel de inmediato.

Mi hermano me inspiró, se lo aseguro. Aprendí mucho de él.

Y sin embargo, sus caminos se han bifurcado. Mientras usted gana títulos como esquiadora, él ha obtenido un MBA...

Taylor era muy buen esquiador. No llegó a entrar en las listas de la Copa del Mundo, pero consiguió cosas a nivel escolar. Al final, prefirió estudiar: el esquí no era su sueño.

¿Y es el suyo?

Desde luego. Vivo en un sueño.

LOS ORÍGENES

“Mis padres me pusieron a esquiar a los dos años; mi hermano mayor lo dejó: el esquí no era su sueño”

LOS RÉCORDS

“No siento la presión por los récords de Stenmark o Vonn; yo sólo quiero hacerlo lo mejor que sé”

Listos.

Megan Harrod se la lleva. Buscan un ascensor y se pierden en los pisos superiores del hotel. Desde las amplias cristalera­s de su cuarto, a solas, podrá seguir contemplan­do la pista del Avet, el trazado en el que se ha exhibido estos días. Así vive una estrella del deporte.

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ORIOL MOLAS Mikaela Shiffrin posando en el hotel Hermitage, en Soldeu (Andorra), esta semana
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