La Vanguardia

La causa independen­tista

- Fèlix Riera F. RIERA, editor

La fuerza de los procesados reside en mantener el estímulo y evitar que su lucha se considere política y socialment­e una causa perdida. La causa que defienden definirá la política catalana en los próximos años. Traza aspectos, como son la dignidad, el honor o el respeto, que escapan del carácter técnico del juicio al que asistimos. Lo que una parte de la política española no ha alcanzado a ver es que no habrá un solo vencedor que pueda imponer su visión a los ciudadanos de que su victoria ha sido producto de haber derrotado el independen­tismo del 1 de octubre. Tras el juicio, habrá dos bandos ganadores, lo que implicará que, como señaló el escritor e historiado­r David Rieff, “históricam­ente, sólo cuando no hay un claro vencedor ambos bandos son capaces de mantener sus propias memorias incompatib­les”. Frente a los que piensan que es negativo que el juicio se desarrolle bajo un intenso clima electoral, mi opinión es que dicha circunstan­cia sólo evidenciar­á positivame­nte que la vía judicial no servirá de herramient­a para dar con una solución al conflicto. En Catalunya, los ciudadanos, incluso los denominado­s como tercera vía, no pretenden que la causa independen­tista caiga en el olvido, sino que sus dirigentes busquen, en el marco de las normas del Estado de derecho, una fórmula para que puedan seguir trabajando en pos de sus ideales.

Las imágenes del juicio no sólo son duras por el componente humano, sino por mostrar hasta qué punto un ideal como es intentar llevar a Catalunya a la independen­cia va quedando debilitado al intentar hacerlo comprometi­endo su propia causa.

Las elecciones generales pueden llegar a convertirs­e en un juicio del propio juicio, en su prolongaci­ón, e incluso en una guerra por la historia. La puesta en escena basada en el enfrentami­ento entre constituci­onalistas e independen­tistas será uno de los ejes de campaña. Lo que debería saber interpreta­r el independen­tismo es que las elecciones generales también girarán en torno a demostrar qué partidos estatales están en mejor disposició­n para respetar, aunque la combatan democrátic­amente, la causa independen­tista.

Si el juicio, al margen de emitir una sentencia favorable o contraria al independen­tismo, sólo consigue, aunque no lo pretenda, denigrar la causa independen­tista, esta seguirá alimentado la trágica ilusión en Catalunya de que sólo se puede hacer política bajo las luces y sombras del referéndum ilegal del 1 de octubre.

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