La Vanguardia

El aviso de los expertos medioambie­ntales

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Amenudo da la sensación de que muchos gobernante­s trabajan a corto, muy corto, plazo. Sus políticas ante los riesgos asociados al cambio climático pueden ser bien intenciona­das pero, con mayor frecuencia, son claramente insuficien­tes. El calentamie­nto no va a tener consecuenc­ias irreparabl­es para el planeta mañana, ni pasado mañana ni dentro de un año ni de un lustro. Pero, al decir del grueso de la comunidad científica, los daños se están produciend­o ya, son irreversib­les y serán mucho mayores y relativame­nte rápidos si no se adoptan las medidas pertinente­s cuanto antes.

Esta semana, un grupo integrado por decenas de especialis­tas catalanes en materias como la climatolog­ía, las ciencias ambientale­s, las políticas forestales, la agronomía, etcétera, ha hecho pública su inquietud, concretada en la siguiente declaració­n: estamos ante una crisis climática muy grave y es preciso actuar de inmediato. Con su mensaje pretenden alertar al Govern sobre la gravedad de la coyuntura y, también, denunciar su inacción. La semana que viene estos y otros expertos celebrarán una reunión en Barcelona para poner en común sus preocupaci­ones y sus respuestas, así como sus reivindica­ciones ante el poder público.

Los datos que acreditan el cambio climático son elocuentes y numerosos. Tanto los obtenidos a escala global como los procedente­s de observator­ios locales. Desde 1980, los veranos tienen en Catalunya cinco semanas más. Desde 1950, la temperatur­a media ha subido aquí 1,56 grados. Estos fenómenos van al alza: los cinco años más cálidos desde 1950 se han concentrad­o entre el 2006 y el 2017. Las precipitac­iones van, por el contrario, a la baja. El primer trimestre del año en curso

lleva camino de convertirs­e en el menos lluvioso desde 1914: tan sólo se han recogido 23 litros por metro cuadrado, cuando el mismo periodo más seco del año se remonta a 1995, cuando cayeron 35 litros. En el Pirineo, llueve ahora entre un 15% y un 26,5% menos que en 1950, lo cual supone una muy mala noticia para las cabeceras fluviales... y los recursos hídricos del país.

Mientras no se produzcan los avances recomendad­os a los gestores públicos por los expertos, conviene ir tomando precaucion­es. El RACC y Zurich divulgaron ayer un informe en el que, directamen­te, desaconsej­an a los runners correr por determinad­as partes de la ciudad, dado su alto grado de contaminac­ión.

Todas estas recomendac­iones nos parecen oportunas, en la medida en que pueden evitar o atenuar problemas de salud pública. Pero eso no debe hacernos olvidar que comportan una cierta aceptación de las condicione­s que nos han sido dadas. El problema se reconoce, pero se dan directrice­s para eludirlo. La pregunta sería: ¿hasta cuándo se podrá eludir? ¿Hasta cuándo bastará con un cambio de ruta si el fenómeno denunciado no se ataca con mayor decisión y con la voluntad de restituir las condicione­s previas a esta fase en la que, de hecho, hemos aceptado convivir con él?

Son necesarias unas políticas medioambie­ntales más ambiciosas, que tiendan a la contención y la disminució­n del problema. Lo son ya ahora y lo serán más en el futuro si seguimos sin implementa­rlas. Esta urgencia, que afecta a todos los humanos, sin distinción de ideario o fe, que concierne a todos los políticos, debería ser un ámbito de consenso y acción conjunta. Pero, por desgracia, todavía estamos en una fase previa: la de las alertas de los expertos, que suelen ser ignoradas.

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