¿Por qué fracasan los intentos de frenar su avance?
El jabalí ha demostrado una enorme capacidad de adaptación, que le permite perpetuar su imagen mítica de animal de bosque salvaje, astuto y huidizo. Pero a la vez, va camino de ser una mascota casi domesticada a la que el hombre le sirve en bandeja comida en la periferia urbana, entre otras facilidades. Por eso, todos los intentos para frenar su avance han fracasado. Su camaleónica capacidad adaptativa también al medio urbano le permite obtener comida, refugio e, incluso, zonas para criar. El hombre alimenta el bucle. Y así el acercamiento del jabalí a la periferia urbana (un fenómeno que se da en toda Europa y en otras ciudades del mundo) se ve correspondido con la disposición de muchos ciudadanos a darle comida generosamente. Los jabalíes encuentran desperdicios alimentarios o bolsas de basura en las inmediaciones de los contenedores, e incluso han aprendido a volcarlos. Además, siempre les queda acercarse sigilosamente a las colonias de gatos (gestionadas por asociaciones protectoras o particulares) donde se apropian del pienso. “Casi todos intentos para evitar este contacto con el hombre están fracasando”, dice Carme Rosell, convencida de que es necesario cambiar las campañas de sensibilización ciudadana.
¿Qué falla, qué nos pasa? En el medio urbano, predomina una tendencia a la biofilia, ese sentimiento irresistible de los humanos de acercarse al animal salvaje con una motivación que parece querer compensar una vida rutinaria y alejada de la naturaleza. Sin embargo, Carme Rosell apunta que el proceso de humanización del animal es muy negativo. “Si quitamos al jabalí su condición primigenia de animal salvaje, le quitamos todo”, resalta.
Por eso, además de evitar el contacto con los humanos, hay que actuar en muchos frentes para prevenir los daños de esta expansión. Recetas: instalación de contenedores de basura y papeleras antivuelco, cercados eléctricos en campos de cultivos o vallados y protección de las colonias de gatos, entre otras soluciones.