Derrota definitiva.
Miles de partidarios del Brexit se manifiestan furiosos ante el Parlamento
Cientos de partidarios del Brexit se concentraron ayer a las puertas de Downing Street para presionar a Theresa May, que ayer sufrió el tercer y definitivo rechazo del Parlamento al acuerdo pactado con Bruselas.
En la mitología euroescéptica iba a ser el gran momento Brexit. Cuando el Big Ben diera las once campanadas (medianoche en el continente), el Reino Unido celebraría su día de la Independencia, su Bastilla, su 4 de julio o Quatorze Juillet, la ruptura de las cadenas que lo han tenido durante casi medio siglo atado a la Unión Europea. Los partidarios de la salida iban a ponerse sus mejores galas, a festejarlo con champán o cava, darse besos y abrazos y lanzar fuegos artificiales.
Pero en vez de eso, se reunieron delante del Parlamento entre deprimidos, chascados e iracundos, en una manifestación de miles de personas con tintes de extrema derecha (aunque no todos los partidarios del Brexit lo sean, ni mucho menos), con esfinges de Trump y presencia del exlíder del UKIP Nigel Farage y del reconocido fascista Tommy Robinson, algunos en uniforme militar de campaña, otros con chalecos amarillos a la francesa. Sólo faltaban el rey Carlos I y Oliver Cromwell para recordar al ambiente de la guerra civil inglesa del siglo XVI, cuando los legisladores desafiaron el absolutismo de la monarquía. Una guerra civil, eso sí muy civilizada, a la manera inglesa.
Todo ello horas después de que los Comunes votaran contra la versión descafeinada del plan de May (el acuerdo de Retirada de la UE desgajado de la declaración política) por 344 a 286 votos (una diferencia de 58), hundiendo aún más al país en el pozo de la mayor crisis políticas desde la debacle de Suez en el 56. La primera ministra consiguió arrastrar hacia su acuerdo a un número de destacados euroescépticos como Boris Johnson, Dominic Raab, Iain Duncan Smith y Jacob Rees-Mogg, pero se topó con un grupo de brexiters ultras, el DUP norirlandés y la oposición en pleno, que le levantaron sin titubear el farol.
Tal como están las cosas, el Reino Unido saldrá de la Unión Europea el 12 de abril o bien sin acuerdo (los empresarios reaccionaron con desespero al resultado de la votación), bien con una prórroga larga que el Gobierno habría de negociar con Bruselas, y significaría la participación en las elecciones europeas de finales de mayo. A estas alturas, la única alternativa es la revocación (no prevista) del artículo 50, y por tanto la cancelación del Brexit. Cualquier otro escenario (segundo referéndum, elecciones generales o Brexit blando a la noruega con permanencia en la unión aduanera, el mercado único o ambos), tendría que desarrollarse en los próximos meses, durante el aplazamiento.
“Las implicaciones de la decisión tomada por el parlamento son graves y me temo que estemos llegando al final del camino en este proceso con la Cámara de los Comunes, vamos a tener que ponernos de acuerdo en un camino alternativo a seguir”, dijo compungida May después de una nueva derrota de su plan. Pero no tiró lo toalla. No anunció una fecha para su dimisión, y fuentes de Downing Street señalaron que contempla dos escenarios, o la convocatoria de elecciones o (más probablemente) presentar de nuevo a votación el acuerdo de Retirada en una especie de playoff o desempate contra la opción que salga ganadora en el parlamento.
Hoy no hay un Oliver Cromwell sino un Oliver Letwin, el diputado tory que ha liderado el pulso de los Comunes contra el ejecutivo por el control del Brexit, y conseguido que se voten ocho posibles opciones para salir del atolladero. En la primera vuelta ninguna obtuvo mayoría absoluta, pero lunes o miércoles podría salir triunfador un cóctel de las distintas combinaciones de Brexit blando (la fórmula llamada Noruega plus, que no permitiría a Gran Bretaña firmar sus propios acuer
ESCENARIO
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POPULISMO
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