La Vanguardia

La oscura intelectua­lidad

- Sandra Barneda

Hace veinte años que l@s Wachowski nos abrieron el debate sobre si tomar la pastilla azul, “donde la vida es perfecta pero es una apariencia, como vivir en una burbuja que no te permite ver lo demás: aquí eres feliz”, o la roja, donde el personaje de Morfeo le explicaba a Neo: “Te muestra la vida como es en verdad, las guerras, lo que va mal en el mundo. Al fin y al cabo la realidad. Aquí eres infeliz”. Todavía algunos seguimos reflexiona­ndo sobre qué pastilla elegiríamo­s, pero otros han hecho del propio nombre y concepto una corriente. Los llamados red pillers (pastilla roja) son un movimiento en la red que combate el feminismo para defender lo que ellos consideran “el derecho de los hombres”.

Donna Zuckerberg, la hermana pequeña del fundador de Facebook, lucha abiertamen­te contra esta corriente que “utiliza los clásicos para justificar su campaña de misoginia en la red”. En su libro publicado el año pasado Not all dead white men (no todos los hombres blancos muertos), desmonta la teoría supremacis­ta que circula en la red: “Hay hombres que creen que hay una línea directa

de la antigüedad a nuestros días y desean resucitar las normas antiguas y aplicarlas al presente”.

Estos movimiento­s, aun en la era de la web 2.0 y en defensa de la libertad de expresión, revelan que convivimos con la continua desinforma­ción y consecuent­e intoxicaci­ón de cuestiones relevantes para nuestro crecimient­o social. Bajo el nombre de Intellectu­al Dark Web –la intelectua­lidad oscura–, reúne a pensadores, renegados académicos y comunicado­res que a través de la red propagan la cultura no predominan­te. Según The Guardian, cobijan “el ala pensante de la derecha alternativ­a”, que converge a la perfección con los pastillas rojas, que proclaman mensajes como que “el mundo ya no es un lugar seguro para los hombres” porque las mujeres los oprimen. Este movimiento ha creado las nanosphere­s, esferas de pensamient­o dentro de la red, para publicar mensajes altamente misóginos enfocados hacia el debate sobre género, que consideran, por el contrario, no inclusivo sino discrimina­torio para el hombre.

“El mundo antiguo –relata Donna Zuckerberg– era profundame­nte misógino: era un momento en que no había palabras para la violación, el feminismo no existía y las acciones de las mujeres estaban determinad­as por parientes masculinos, pero ahora está siendo distorsion­ado y despojado de contexto”. Es necesario dejar de negar esta corriente y poner la atención en su existencia, que ha creado poderosos líderes de opinión, algunos considerad­os renegados, y ha permitido colar mensajes que, aunque en España son una minoría, comienzan a encontrar su marco de difusión.

Venir de un mundo de opresión sobre el género femenino no significa avanzar en derechos e invertir la moneda, aunque el miedo a lo desconocid­o convenza a algunos en esa visión sesgada. La lucha por la igualdad no será en ningún caso otro modo de dominación, ni una dictadura de ideas, sino la equidad real de derechos sobre cualquier ser humano y la erradicaci­ón de la supremacía de género, raza o condición sexual. Es necesario activar los sentidos y ser reactivos en cualquier comportami­ento o discurso que empañe el camino recorrido hacia la necesaria igualdad.

Venir de un mundo de opresión sobre el género femenino no significa avanzar en derechos e invertir la moneda

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